Ventanilla única

El tamboril no salva bosques

Cada año, la brecha entre los compromisos y la realidad se amplía, con impactos devastadores en las personas, el clima y nuestras economías.

No soy muy devoto de perroflautas con pantalones «cagones» timbales, tamboriles y panderos. Reconozco que me producen un rechazo irracional cuando les veo desfilando con cara de éxtasis en concentraciones y manifestaciones reivindicativas, lo que me aparta irremediablemente de participar en ellas aunque apoye y comparta la causa de la convocatoria. Los volveré a ver en la COP 30, la Conferencia del Clima, que se celebrará en la ciudad brasileña de Belén. En ella se denunciará que en el año 2024 se perdieron 8,1 millones de hectáreas de bosque en el mundo, 3,1 millones más que la pérdida máxima programada como objetivo para 2030. Entre 2018 y 2020, la deforestación media anual mundial llegó a los 8,3 millones de hectáreas, y para alcanzar la deforestación cero dentro de cinco años, tendríamos que reducirla en un 10% cada año. Sin embargo, las hectáreas perdidas de bosque en todo el mundo supusieron en 2024 un 63% de desviación con respecto al objetivo de cero deforestación. Es decir, se talaron 3,1 millones de hectáreas más de bosque de lo previsto. La conclusión es que los líderes mundiales, que tan entusiastamente firmaron este protocolo para «salvar» el planeta, están incumpliendo todos los objetivos de reducir la deforestación de acuerdo a los compromisos adquiridos por primera vez en 2014, que fueron renovados con la Declaración de Líderes de Glasgow sobre Bosques y Uso de la Tierra (2021) y que se incorporaron al balance global de la COP28 celebrada en Dubái, en 2023. Cada año, la brecha entre los compromisos y la realidad se amplía, con impactos devastadores en las personas, el clima y nuestras economías. Si no se protegen los bosques, se pone en riesgo nuestra prosperidad y el futuro. Dicen los expertos que deberíamos recuperar 350 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030. Ya adelanto que no se va a cumplir. Al contrario, iremos a peor, pese al buenismo inútil de la izquierda, tamboril en ristre.