Religión
Nuevo comienzo
Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de Santa Ángela de la Cruz, Madrid
Meditación para este II domingo de Adviento
El Adviento, tiempo de nuevo comienzo en el camino hacia Dios, nos ayuda a redescubrir nuestra propia verdad. Así se manifiesta en la invitación que el profeta Isaías hace al pueblo oprimido y desterrado en Babilonia para que desande los pasos de su exilio y regrese a la tierra de la libertad y la alabanza a Dios. La figura de Juan el Bautista, “el más grande entre los nacidos de mujer”, representa lo más justo y valioso de lo humano, y por eso nos confirma esta llamada a la integridad de nuestro ser, en la espera del Señor que viene. Él ya se hizo presente una vez en la historia humana, que ha quedado radicalmente determinada por su venida. Por eso el evangelio de hoy nos señala al detalle el momento y lugar exactos de su aparición entre nosotros: «En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lucas 3, 1-6).
Figura central de este evangelio es Juan el Bautista, quien continúa la tradición de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos hablaban en nombre de Dios para amonestar y trasmitir esperanza a su pueblo. El desierto y el río Jordán igualmente evocan la historia de Israel hasta su entrada en la tierra prometida. Son también imágenes de la purificación necesaria para adorar en libertad al Señor. Otros textos nos presentan también el estilo de vida y el modo de vestir del Bautista, que recuerdan a Elías, icono del profetismo hebraico. Juan anuncia y celebra un bautismo de penitencia, que muchos reciben. Estos signos también nos recuerdan la naturalidad de Adán, el primer hombre, quien debe ser purificado para volver al estado de inocencia original antes de su caída. Así que el anuncio de hoy es la necesidad que tenemos de pasar también nosotros por la purificación interior y exterior, simbolizada en el bautismo de penitencia y preparación:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».
Así es como el anuncio del Bautista nos dispone al comienzo del Adviento para recibir a Cristo. Hemos de enderezar lo que en nosotros está torcido, reparar lo dañado por nuestros malos actos u omisiones del bien. Hemos de elevar lo hundido de nuestra fe y abajar lo elevado de nuestro orgullo y autosuficiencia. Todos los aspectos de nuestra existencia deben ser transformados por la Palabra divina y hacernos tender a la conversión. Démonos cuenta de que necesitamos dar este paso. Nos hace falta descender para poder adorar al Niño que nace en el pesebre, al tiempo que nos elevamos desde la mediocridad y la falta de amor para ofrecerle lo mejor de nosotros mismos. Lo tortuoso en nuestra vida debe ser enderezado y convertido en camino para ir al encuentro de Cristo que ha asegurado que volverá. Por eso, preguntémonos con sinceridad de corazón: ¿Cuáles son esas cobardías, faltas de generosidad y la poca caridad hacia mí mismo que debo elevar en este tiempo? ¿Cuáles son esas alturas de mi propio ego que debo rebajar para volver a mi propia verdad?
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