Religión

Justicia divina

Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de Santa Ángela de la Cruz, Madrid

El Museo del Prado expone por primera su 'San Juan Bautista' atribuido recientemente a Tiziano
El Museo del Prado expone por primera su 'San Juan Bautista' atribuido recientemente a Tizianolarazon

Meditación para este III domingo de Adviento

Juan el Bautista sigue preparando el camino a la manifestación del Mesías, sol de justicia que pondrá al descubierto lo que hay en los corazones de cada uno y que inaugurará el reinado de Dios con su propia vida, con su predicación y con toda su misión. Ante el anuncio del Precursor, los que le escuchaban se hacían la gran pregunta: «¿Entonces, qué debemos hacer?» (Lucas, 3, 10ss).

Dios no nos salva sin nuestra respuesta. La plenitud de la vida que Él quiere darnos implica nuestra adhesión y compromiso, que se inician con un paso de conversión. Por eso, a quienes le van formulando esa pregunta, el Bautista va respondiendo según la condición de cada uno. A la gente común la invita a vivir el amor al prójimo como a sí mismos, a través de la austeridad y la generosidad: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». A los que trabajaban al servicio del poder imperante, les exhortaba: «No exijáis más de lo establecido», y a los soldados les conminaba a no extorsionar y conformarse con su salario. Hasta aquí la predicación del Bautista deja claro que para recibir adecuadamente a Cristo hay que partir de los niveles más básicos de la justicia, que es la primera forma de caridad. Solo convirtiéndose de sus vicios y viviendo relaciones justas se allana el camino hacia lo humano. Es entonces cuando lo divino puede mostrarse con todo su esplendor, que es, paradójicamente, profundamente sencillo y cercano, como el Niño Dios que nacerá en un establo. Esta ha sido la más contundente demostración de la justicia divina, tan distinta de la humana. Preguntémonos entonces con toda responsabilidad: ¿Cuáles son esas exigencias de justicia, generosidad y coherencia que he de vivir para preparar la venida de Cristo a mi vida?

Dios llega a nuestra vida invitándonos a volver a lo esencial y lo más justo de nuestra propia condición. ¿Eres padre o madre? He ahí tu primera misión; entra en ti mismo y redescúbrela; entrégate a los tuyos con tenacidad y profundo amor. ¿Trabajas? Hazlo con abnegación y honestidad. ¿Tienes responsabilidades en la sociedad? Ejércelas en coherencia con tu fe y por amor a los que se te confían. ¿Debes descansar? Permítetelo y reposa en la presencia de Dios. En definitiva, como cristiano vive en toda integridad según esta llamada altísima. Fue lo que hizo el Bautista cuando reconoció: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias». Por eso, también mantente tú en tu propia verdad, reconociendo con sencillez que eres apenas criatura, pero que a la vez estás puesto por Dios en este mundo para abrirle camino, haciéndole presente con tu propia vida, tu testimonio y cada cosa que vives. Pregúntate hoy delante de Él cómo puedes mantener su presencia en tu propia vida y en la de los tuyos, cómo puedes hacer que tus relaciones y compromisos reflejen esa justicia divina que se manifiesta en la sencillez, la confianza y la alegría del Niño que nace en Belén.