Religion

Si algo te detiene

Textos de oración ofrecidos por Christian Díaz Yepes, sacerdote de la archidiócesis de Madrid

Si algo te detiene
Si algo te detienelarazon

Si algo te detiene, no es Dios.

Por eso, avanza siempre.

En la creación todo avanza, circula, se transforma.

Solo la muerte detiene todo.

Si nos detenemos, firmamos nuestra sentencia de muerte. Muerte a cuentagotas.

Agua que se detiene, se estanca. Agua estancada, muerte anunciada.

Porque hay tantos modos de estancarse, de morir. Paradoja del estancado que

muere arrastrado por las corrientes de la muerte.

Se estanca el que se aferra al “siempre he sido así”, y no se aventura al siempre

más. Muerte del que se negó a vivir.

Se estanca el que fija un rumbo tan estricto a su nave que pierde el gusto por

navegar. Muerte por bitácora.

Se estanca el que no sueña por miedo a perder la razón. Muerte del insomne.

Se estanca el que no es creativo por aferrarse a la seguridad de lo lógico. Muerte

por silogismo.

Se estanca el que se gloría de ser lo que cree ser. Muerte por momificación

prematura.

Se estanca el que lleva una vida tan cómoda que en su final solo pide una muerte

digna. Deshonrosa muerte.

Muere el que no descubre a los demás como un tesoro. Muerte autosuficiente.

Se estanca quien espera que todos actúen según sus reglas, incluso si muy justas.

Amor de funcionario: papeles en regla, asunto resuelto. Muerte sellada.

Se estanca el que juzga, el que usa al otro para sus propios fines, el que espera el

rédito por lo que da, el incapaz de perdonar.

Se detiene y muere solo.

Y si algo te detiene, no es Dios.

Se detiene el que se amolda a una imagen de Él o que amolda a Dios a sí mismo.

Autoinmolación a un ídolo.

Se estanca el que no reconoce en cada encuentro con el otro una visita del cielo,

y no ofrece posada al hijo de Dios que podía nacer en su casa. Muerte del pagano.

Se estanca el que no reconoce el paso de Dios en la propia historia y no responde

con decisión y optimismo a lo nuevo.

Alma que no crece, muerte pusilánime.

Se estanca el que no siente el soplo de la inspiración. Muerte por asfixia

existencial.

Se estanca el que no escucha el golpeteo de Dios a su puerta en cada latido del

corazón. Muerte de microcardia.

Se estanca el que solo repite normas y fórmulas de fe sin descubrirlas

como oportunidades nuevas, imprevisibles y desafiantes. Muerte del analfabeta

espiritual.

Queda claro, si algo te detiene, no es Dios. Es idolatría, que es la muerte del

alma.

Porque hay tantas formas de detenerse, de morir.

Tú no te detengas. Eres de Dios.

Debes crecer hasta llegar a Él mismo. Creced y sed fecundos es el mandamiento

creatural.

Vívelo. Crece y multiplícate.

No entierres el talento de ti mismo. Sé quien eres, novedad incesante.

Supérate en cada paso de esta vida. Aspira siempre a más.

Y vive como hijo de Dios.

Pasa por este mundo dejando huella. Y la dejas solo si avanzas abriendo camino.

No temas nada. El destino en esta tierra está asegurado: la cruz. Si eres capaz de

llevarla, no te importará cómo.

Avanzarás.

Y de tu corazón traspasado brotará vida fecunda. De tu último aliento, el Espíritu.

Y a uno que ha vivido así la muerte no lo puede eliminar. Vencerá la vida. La

verdadera.

Entonces, correrás.

Con todos los que avanzan contigo.

En libertad.

En el movimiento incesante de ser cada vez más tú mismo y más nuevo con los

otros y con Dios.

Dios que nunca se detiene.

Dios que siempre es más porque es libertad.