Entrevista

Entrevista con José Mazuelos, obispo de Canarias: «El viaje del Papa a Canarias sería un golpe a nuestra conciencia»

Confía en que se materialice el deseo expresado por Francisco de visitar el archipiélago: «El Gobierno no puede mirar para otro lado, tiene que implicarse»

José Mazuelos, obispo de Canarias
José Mazuelos, obispo de CanariasYo creoLa Razón

El obispo de Canarias no puede ocultar su alegría. Sabe que las palabras del Papa en el vuelo de regreso del viaje más largo de su pontificado es algo más que una declaración de intenciones. «Me has leído el pensamiento. Estoy pensando en ir a Canarias», dejó caer Francisco a miles de pies de altura, pero tocando la tierra del drama migratorio.

Francisco expresa un deseo. Pero, ¿qué toca hacer ahora para que se convierta en realidad?

Ahí no sé yo qué decir. Pero sí puedo valorar qué significa este deseo. Cuando en enero estuvimos en Roma con el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, le compartimos la realidad que estábamos viviendo. Él nos expresó su interés por conocerlo, pero el hecho de que públicamente lo haya expresado con tanta naturalidad es un paso adelante. O lo que es lo mismo, ya no es solo un empeño de las autoridades, del obispo de Tenerife y mío, sino que ya es un ejercicio de voluntad del Santo Padre. Además, es interesante que, de alguna manera, dejara caer que ese pensamiento de visitar Canarias no esté condicionado solo por el viaje a Argentina, como se pensaba hasta ahora.

En esa audiencia vaticana, ¿le dio la sensación de que conocía la crisis que vive el archipiélago?

Se mostró muy sensible y cercano. Y sí, conocía perfectamente, a través del Dicasterio para el Desarrollo Humano el drama humanitario que constituye la llamada ruta atlántica. Nosotros reforzamos lo que ya sabía desde nuestra experiencia en primera persona. Sobre todo, compartimos con él el abandono que están sufriendo los menores, que para mí es uno de los grandes problemas.

Habrá quien diga que el Papa, con estas palabras y este posible viaje, está generando también un efecto-llamada.

Ya sabe lo que decía el torero Rafael el Gallo: «Hay gente pa tó». La realidad de la migración es tan poliédrica que si tú coges una arista y solo lo ves desde ahí puedes tener una visión, con base de realidad, pero reduccionista. Los que ya han salido criticando al Papa por el posicionamiento de la Iglesia en la cuestión migratoria no tienen ni idea. Y se olvidan de que también nosotros hemos sido migrantes dentro de España y por toda Europa y todavía hoy somos migrantes. En mi pueblo, en Osuna, la gente sigue yendo a la vendimia a Francia, trabajan, reciben su dinero y se vuelven. ¿Hacen algo malo? No. Si el Papa viene es para poner en el centro a la persona, al ser humano, a invitarnos a afrontar esta crisis desde el diálogo. Estoy seguro de que, como ha hecho hasta ahora, haría un llamamiento a la Iglesia, a los partidos, a las ong y a la ciudadanía para que nos sentemos en una mesa para dar soluciones.

Ahí la Iglesia está saliendo al rescate…

Sí, mano a mano con el Gobierno de Canarias. Por un lado, la Iglesia, a través de las entidades diocesanas, con Cáritas al frente, de los sacerdotes, de los religiosos, de las parroquias, están luchando por y con los migrantes. Pero también todos esos ciudadanos católicos anónimos que están teniendo gestos cotidianos para dar de comer a estos jóvenes, para darles cobijo, para darles un trabajo. Hay mucha gente que está dando el callo de forma callada. Parece que no pasa nada en Canarias en medio de esta emergencia humanitaria, y eso es porque hay una gran generosidad y una gran solidaridad del pueblo canario.

¿Qué supondría para España y para Europa que el Papa se pasara unas horas en las islas, a pie de cayuco?

Sería un golpe a la conciencia de todos para que se tomen en serio de una vez esta crisis global. Ante un problema tan grande, no consiste en dar máscaras de gas sino en intentar quitar el escape de gas. Hay múltiples soluciones y vías para ir solventando esta situación, pero no se están poniendo medidas. Lo primero sería exigirle responsabilidades a ciertos gobiernos que están usando a los menores y a los inmigrantes como un arma arrojadiza. Por otro lado, hay que focalizarse en los países de origen, para paliar la pobreza extrema y garantizar una estabilidad frente a las guerras, para que los ciudadanos no quieran salir. En otros casos, como por ejemplo, de Senegal, Gambia o Ghana, hay que apostar por la formación para que vengan con un trabajo, con unas garantías. Por ahí parece que está yendo Georgia Meloni. Esta es una inversión a medio y largo plazo que no se está haciendo. Mientras tanto, hay que evitar que el Atlántico se convierta en un cementerio.

En estos últimos días, Clavijo ha dado la voz de alarma porque teme que esa acogida del pueblo canario se torne en un polvorín en materia de convivencia al verse desbordados…

Es que ya no se puede más. El Gobierno de España no puede mirar para otro lado, tiene que implicarse. Es la hora de poner en marcha una política migratoria común, donde estén presentes todos los partidos. Es el momento de dejar de hacer ideología a costa de los inmigrantes. Vamos a dejarnos ya de ultraderecha y ultraizquierda y vamos a arreglar esta crisis entre todos. Si hay una conciencia clara de lo que es el bien común, todos podemos poner granitos de arena y tirar para adelante. Y, por supuesto, esto no se va a resolver si no hay una implicación real de Europa.

¿Cómo valora el reparto de los menores por comunidades autónomas?

No se trata de imponer un reparto de migrantes como si fueran paquetes. Y menos aún, cogerlos y soltarlos por las ciudades cuando cumplen la mayoría de edad, sin ningún tipo de ayuda y de protección. Así no se va a solucionar esta crisis. La Iglesia ha puesto sobre la mesa, y ya están en marcha, unos corredores humanitarios entre las diócesis que se basan en el acompañamiento, formación y búsqueda de empleo de cada una de estas personas.

La migración, ¿problema u oportunidad?

Eso se lo podemos decir a uno de nuestros pueblos, Artenara. Su alcalde ha sido muy valiente, porque esta localidad forma parte de esa España rural despoblada. Gracias a su capacidad de acogida a treinta niños migrantes se ha logrado que no se cierre el colegio, eso traerá consigo un refuerzo de los servicios públicos para todos, rejuvenecerá la vida diaria… Es, por tanto, una oportunidad. Pero, por otro lado, para África ese éxodo masivo es un problema, porque se están marchando los mejores, la juventud, su futuro… A la vez que se le roba la materia prima a África, el talento se va.

¿Qué le diría a quien criminaliza al migrante y considera que menor no acompañado es «per se» un delincuente?

Le invitaría a venir aquí y conocer a esos chavales. Que miren de frente a los ojos a esos niños de siete años que desembarcan de las pateras. Que contemplen su mirada y su sonrisa un tiempo después cuando se ponen a los pies de la Virgen del Pino para darle gracias por la nueva oportunidad que se les ha dado para vivir. Cuando cualquier habla desde la teoría y desde lejos sobre un tema, lo hace con recelo, pero cuando tocas la realidad se despejan los prejuicios.

¿A usted le cambió su percepción al ser trasladado de Jerez de la Frontera a Las Palmas de Gran Canaria?

Venía entrenado de Jerez, porque la presión migratoria en el Estrecho se traducía en acogida por nuestra parte. Digamos que aquí me estoy doctorando.

¿Y cómo se le queda el cuerpo cada vez que se acerca a uno de los puertos y ve la escena de la llegada de un cayuco?

En primer lugar, me quedo admirado por los voluntarios, los sacerdotes y la gente de Cáritas que está ahí para abrazar y acoger a todo el que llega después de una travesía durísima de cinco días en el Atlántico. A partir de ahí, cuando te acercas a cada uno de los que han sobrevivido es imposible no conmoverte por sus miradas, sus historias, sus ampollas, el hambre que arrastran…

¿Le pide cuentas a Dios por los muertos en el Océano Atlántico?

Hay que pedirle cuenta a los hombres, a tantas multinacionales, a los responsables de tantas guerras, a quienes están explotando África y quienes no hacen nada desde aquí para evitarlo. Dios, en la Cruz, se hace uno con los migrantes. Cristo viene con ellos en la patera, se mete como uno más en el Océano y sufre con ellos hasta la muerte. Es ese Cristo quien nos llama a acoger, a no abandonar abandonarles, a dar soluciones.