Desde el Vaticano

El Papa se confiesa: «Tuve novia, y luego un flechazo, pero Dios venció»

Francisco publica una autobiografía en la que aborda desde su vocación hasta su escaso deseo de renunciar

Jorge Mario Bergoglio apenas concedió un par de entrevistas como arzobispo de Buenos Aires. Sin embargo, al desembarcar en Roma Francisco descongeló su relación con los periodistas para convertirse en el pontífice de la historia más expuesto a los medios. Y lo hace sin que medie una «troupe» de asesores que ejerzan de escudo entre el comunicador y el Obispo de Roma. Opta por una naturalidad que genera no pocos sobresaltos a su entorno curial más cercano, aunque a él no le duelan prendas tener que matizar o explicarse a posteriori bajo su máxima «Más vale pedir perdón que pedir permiso». A la vista está con sus recientes declaraciones sobre la búsqueda de una salida pacífica a la invasión rusa de Ucrania.

Lejos de frenarse ante estas incidencias, Francisco continúa abriéndose en canal. Lo certifica «La vida. Mi historia en la Historia» (HarperCollins), autobiografía fruto de varios encuentros con Fabio Marchese, vaticanista de Mediaset. La obra se publicará este 20 de marzo, pero «Il Corriere della Sera» ya ha adelantado algunos extractos reveladores, que van desde su visión de la Iglesia y del mundo, hasta sus detalles más personales. Incluidos sus amores previos a la ordenación sacerdotal.

«Durante el seminario tuve un pequeño flechazo: es normal, de lo contrario no seríamos seres humanos», admite el Papa de 87 años, que declara que «ya había tenido novia en el pasado, una chica muy dulce que trabajaba en el mundo del cine y que luego se casó y tuvo hijos». «Esta vez, sin embargo, -desvela en estas memorias- estaba en la boda de uno de mis tíos y quedé deslumbrado por una chica. Realmente me hizo dar vueltas la cabeza por lo hermosa e inteligente que era». Francisco remata que finalmente «Dios venció»: «¡Durante una semana tuve su imagen siempre en mi mente y me costaba orar! Luego por suerte pasó y me dediqué en cuerpo y alma a mi vocación».

Por otro lado, aunque por activa y por pasiva ya ha remarcado que no piensa dimitir, confiesa que no le es ajeno que muchos hagan quinielas en relación a su salud y su futuro. «Tranquilos, es humano, ¡no hay que escandalizarse!», bromea. «Cuando el Papa está en el hospital –expresa–, hay muchos pensamientos, y también hay quienes especulan en beneficio propio o con fines de lucro en los periódicos». Es más, apunta que «alguien estaba más interesado en la política, en hacer campaña, casi pensando en un nuevo cónclave».

Eso no significa que no le duelan los dardos que lanzan contra él. Así, asume sentirse herido por los foros eclesiales que sostienen que «está destruyendo el papado». A partir de ahí, demuestra que está al día de las etiquetas que le cuelgan: «Alguien, después de mi elección dijo que hablo a menudo de los pobres porque yo soy comunista o marxista. Un cardenal amigo también me contó que una señora, buena católica, le dijo que estaba convencida de que el Papa Francisco era el antipapa. ¿La motivacion? ¡Porque no uso zapatos rojos! Pero hablar de los pobres no significa automáticamente ser comunista: ¡Los pobres son la bandera del Evangelio y están en el corazón de Jesús!». «Esto no es comunismo, esto es cristianismo en estado puro», defiende.

En la obra, Francisco también se detiene en su relación con Benedicto XVI. «En diez años no han faltado las polémicas y nos han perjudicado a los dos», revela el pontífice argentino, que añade además que la figura de Joseph Ratzinger «ha sido instrumentalizada con fines ideológicos y políticos por personas sin escrúpulos».