Covid-19

¿Cómo afecta la crisis del COVID-19 a nuestra salud emocional?

En lo que respecta a las consecuencias psicológicas de esta crisis, parece que no estamos siquiera cerca de “aplanar la curva”

Los afectados por estas fobias tienden a vivir una vida llena de límites autoimpuestos, con tal de no verse expuestos a los estímulos que provocan el pánico | Fotografía de archivo
Los afectados por estas fobias tienden a vivir una vida llena de límites autoimpuestos, con tal de no verse expuestos a los estímulos que provocan el pánico | Fotografía de archivolarazonlarazon.es

Cuando la meta principal es salvar vidas, la salud emocional queda relegada a un segundo plano. Pero somos conscientes de que estamos sufriendo y sufriremos las consecuencias de esta crisis en el ámbito de nuestras emociones durante mucho más tiempo de lo que dure en términos objetivos.

Como explica la psiquiatra Eva Murias, jefa de sección dispositivos hospitalarios de Psiquiatría del Hospital General Universitario de Guadalajara, “existen consecuencias psicológicas a nivel de la población general pues todos estamos expuestos a la infección y sometidos a las medidas del estado de alarma. A nivel psicológico los tres grupos más vulnerables son las personas mayores, los pacientes contagiados y su entorno cercano y el personal sanitario”. “Los primeros- explica- porque a su angustia por ser grupo principal de riesgo, se suma que no disponen de los recursos de ocio para afrontar la situación de confinamiento que vivimos ya que, la mayoría de ellos, no pueden permitirse lujos como tener internet en casa. Su ocio pasa muchas veces por recibir la visita de sus familias, por acudir a centro de mayores o salir a pasear diariamente e interaccionar con vecinos, situaciones que están restringidas”. Respecto a los pacientes contagiados y sus familias, Murias señala “estamos detectando una gran dosis de miedo incluso en los casos leves pues las noticias de fallecimiento elevado o complicaciones de la enfermedad están a la orden del día, por lo que anticipan una evolución peor. Este temor a morir se acrecienta en aquellos pacientes que tiene que ser ingresados. Las condiciones de ingreso de personas infectadas por el COVID-19 son en aislamiento, a veces comparten dos pacientes la habitación, y la mala evolución de uno repercute en el estado emocional del otro de manera muy relevante. El estar aislados sin contacto con las familias genera un repunte de ansiedad muy elevado, la capacidad de distracción de estos pacientes confinados, en el mejor de los casos en una habitación de hospital, son muy limitadas, no digamos nada cuando permanecen varios días en urgencias pendiente de una cama en planta”.

“Los médicos estamos entrenados para sanar a nuestros pacientes, no para verlos morir”

Por último, en lo que respecta al personal sanitario, las consecuencias son múltiples: miedo a contagiarse de la enfermedad y transmitirla a sus familias, frustración e impotencia por no poder ayudar más a las personas que lo necesitan. “Los médicos estamos entrenados y preparados básicamente para sanar a nuestros pacientes, no para verlos morir y, aunque sabemos que la muerte a veces es inevitable, cuesta asumirla en cada uno de los pacientes cuyo desenlace es fatal. El desbordamiento de la demanda de atención es tan importante que nos hemos visto sobrepasados teniendo la sensación de no estar pudiendo realizar bien nuestro trabajo, a esto se ha unido la falta de medios materiales por la elevada cantidad de pacientes que los necesitan: camas en planta, camas en UCI, respiradores, mascarillas, test de detección rápida del coronavirus, entre otros”.

“Lo peor está por llegar”

En lo que respecta a las consecuencias psicológicas de esta crisis, parece que no estamos siquiera cerca de “aplanar la curva”. “Estamos esperando multitud de desajustes en relación a la elaboración de las pérdidas. El trabajo de duelo va a ser más difícil de realizar dado que, en la mayoría de los casos, no se ha podido hacer el proceso de despedida del ser querido. Los pacientes ingresan un día, las familias se van a casa y se las mantiene informadas de la evolución (se intenta que diariamente). Pero cuando la enfermedad evoluciona mal y el paciente fallece, el próximo contacto con él es en la funeraria, no pudiéndose velar a estas personas. Son muchos los que están demandando atención psicológica porque siente culpa y tienen la sensación de haber abandonado a sus familiares en el peor momento. Les persigue el pensamiento de si habrán sufrido y el hecho de que hayan fallecido en soledad”, explica la psiquiatra.

Patologías mentales previas

Si, en el mejor de los casos, el de una persona aparentemente sana física y mentalmente, el aislamiento provoca ansiedad, angustia, estrés y otra serie de emociones negativas, ¿cómo lo está viviendo gente con patologías o desórdenes mentales previos como claustrofobia, depresión, trastorno bipolar o esquizofrenia? “Estamos notando una reactivación de trastornos emocionales tipo ansiedad y depresión, crisis de angustia con agorafobia y, sobre todo, obsesiones de tipo hipocondríaco. Los pacientes bipolares y esquizofrénicos pueden presentar también descompensación de su psicopatología por el confinamiento que genera, en muchos casos, más roces con sus convivientes. Epidemiológicamente, en primavera existe una reactivación de los pacientes con trastorno mental grave por lo que estamos preparados para lo que pueda surgir en las próximas semanas. También estamos detectando un mayor consumo de tabaco y alcohol en estos pacientes”, afirma.

Adolescentes “recluidos”

Otro grupo “delicado” en este periodo de confinamiento, son los adolescentes. “Se están viendo también mayores trastornos de conducta en los adolescentes que ya presentaban previamente algún tipo de alteración comportamental, mayores discusiones con sus padres ante la obligatoriedad de cumplir las normas y límites de la dinámica familiar”, añade.