Coronavirus

La vida en urgencias de la enfermera Virginia

Dar una respuesta rápida y decidida es una de las claves de su trabajo, además de la empatía con el paciente y el trabajo en equipo

Virginia Espinosa en uno de sus días en los que desarrolla su profesión como enfermera de Urgencias del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda.
Virginia Espinosa en uno de sus días en los que desarrolla su profesión como enfermera de Urgencias del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda.Jesús Gómez Feria

La crisis sanitaria ha sacado a la luz una profesión que antes era bastante anónima y cuyos profesionales solían huir de los focos. La importancia de su trabajo durante estos días para la sociedad ha hecho que todos queramos saber más de su labor como una forma de reconocimiento a lo que han hecho y siguen haciendo en el día a día. Los servicios de enfermería de Urgencias en un hospital se caracterizan por picos de trabajo irregulares, pacientes que pueden presentar varias patologías a la vez y, sobre todo, la necesidad de dar una respuesta rápida y decidida cuando la situación lo requiere. No hay una especialidad concreta en enfermería para desarrollar este trabajo, por lo que la mayoría de los profesionales han adquirido sus conocimientos gracias a la experiencia. Entre las cualidades más destacadas que deberían tener figuran la empatía y la responsabilidad, el trabajo en equipo y una alta tolerancia al estrés. LA RAZÓN ha hablado con una de estas profesionales para que nos cuente qué ha supuesto en su vida y en su trabajo la aparición del coronavirus.

Virginia Espinosa trabaja como enfermera de Urgencias en el hospital Puerta de Hierro de Majadahonda. Comenzó su actividad profesional en 2008, y desde entonces ha pasado por UCI, Urgencias, planta, el servicio de Emergencias del 112... En el Puerta de Hierro lleva desde 2009. Habitualmente, los turnos en su servicio son de 7-10 horas, pero ella tiene reducción de jornada porque es madre de una niña pequeña. Dependiendo de las necesidades del hospital, va a trabajar de tarde o de noche.

Ponerse al día

A Virginia le gusta «salir con tiempo» al trabajo. Lo tiene cerca de casa, pero nunca se sabe qué puede pasar por el camino. Lo primero que hace al llegar es ponerse el uniforme, a lo que ahora tiene que sumar mascarilla y guantes por el coronavirus. En los momentos más álgidos de la crisis sumaba bata protectora y gafas. Su servicio de urgencias es muy grande, ya que atienden a pacientes graves, intermedios y leves. Por eso, lo más importante nada más llegar es ponerse al día de los pacientes que van a estar a su cuidado. Normalmente, el compañero al que releva le deja una nota donde le informan de la situación de los enfermos, pero también consulta el ordenador, donde está todo por escrito. Y pregunta a los médicos por si hubiera alguna novedad importante. Tras informarse de todo, prepara la medicación que necesitan los pacientes. Es el momento de pasar por todas las camas y hablar con ellos: «Me presento y veo cómo están», y les «tomo las constantes vitales» (tensión y saturación de oxígeno).

Pero es un servicio de urgencias y esta tarea se puede ver interrumpida con la llegada de nuevos pacientes. Cuando eso ocurre, «hay que parar un momento». Tras la valoración inicial de los médicos pasan a ver al paciente, aunque «están muy controlados porque los monitorizan». Cualquier cambio en su estado se traduce en la correspondiente alarma. A los nuevos pacientes les hacen las pruebas necesarias: analíticas, electros, radiografías… «siempre hay algo que hacer», asegura.

Ahora el material con el que se presentan ante el paciente «ya no es un problema», aunque sí lo fue en los peores momentos de la crisis del coronavirus. Entre todos «procurábamos que tuviéramos material suficiente, y nos hemos ayudado a la hora de quitarnos el equipo» para evitar contagios. También intentaban turnarse a la hora de tener que ponerse los EPI (los equipos de protección) «para que todos pudiéramos descansar un poquito». Ahora mismo, si son pacientes «normales» (un accidente de tráfico, por ejemplo), ya no se ponen más protección que mascarilla y guantes, «bata no, a no ser que tengamos que realizar una prueba de detección de covid». «Es muy curioso que durante los días más fuertes de la crisis solo atendíamos covid, y lo normal es que en un día recibamos infartos, ictus y accidentes de tráfico».

Cuando hablamos es inevitable recordar esos días de la pandemia en los que estar en el hospital era una batalla diaria. «Hemos pasado miedo», reconoce Virginia, quien destaca «la incertidumbre y la impotencia» como los peores sentimientos a los que se ha enfrentado: «Los pacientes llegaban en avalancha. Y no solo gente mayor». Mirarles se hacía duro. «Me daba mucha pena. Había gente a la que le costaba respirar, o que tenían dolores de cabeza muy fuertes… Te miraban con cara de “me ha tocado”». Aunque para ella «lo peor ha sido verlos morir solos. Ya era triste antes, porque piensas en sus vidas… Se me encoge el alma», lamenta.

La vuelta a casa

Y con toda esta situación llegaba el momento de volver a casa, donde la esperan su pareja, Jesús, y Emma, su hija pequeña. Una vez allí, comenzaba el ritual de precauciones. Lo prioritario era «dejar los zapatos fuera de casa, meter la ropa en la lavadora e irme a la ducha directa. Desde entonces no puedo hacer nada si no me ducho nada más llegar, si no, me da la sensación de que el virus se queda dentro». A su hija al principio no la besaba: «En la época fuerte no, y ella lo entendía». Con su pareja también intentó seguir unas pautas, pero «él también tenía riesgo, porque ha trabajado fuera de casa» así que el peligro de contagiarse era mutuo. Sus padres también han estado durante este tiempo en su cabeza. Sobre todo, «cuando no había material». En esos momentos pensaba en la posibilidad de que pudieran ponerse malos y rezaba «para que no cayeran».

Cuando estudiaba Enfermería, Virginia nunca pensó que algo como lo que ha ocurrido podría pasar, «lo veíamos como raro». Ya trabajaba cuando llegaron a España la gripe A y el ébola, «pero fueron pocos casos». Afirma que nuestro país «es pionero es Sanidad, se opera a alguien a corazón parado» sin problemas. «Y, de repente, llega una pandemia y mata a casi 30.000 personas». Por eso se enfada con la gente que no cumple las normas durante la desescalada: «Les diría que se vinieran una tarde conmigo» para ver la realidad, concluye.