Covid-19
La alta tecnología llega a las mascarillas de tela anti Covid-19
Al no soltar microfibras reduce uno de los vectores de contagio de los virus
En pleno pico de contagios de la tercera ola algunos países han puesto el foco en las llamadas mascarillas de tela, llegando incluso a prohibirlas, como es el caso de Alemania en los espacios cerrados. Sin embargo, y como en casi todo, existen grandes diferencias entre las realizadas con este material. Por ejemplo, no es lo mismo una cosida en casa que otra confeccionada con la más alta tecnología disponible en el mercado.
Tal es el caso de las mascarillas españolas Meryl, fabricadas por la empresa Nylstar, líder en tejidos en Europa, con protección antiviral permanente con iones de plata inherentes en la matriz de los hilos, lo que garantiza que ninguna bacteria o virus pueda crecer en el tejido.
Esto es así porque las partículas de iones de plata destruyen inmediatamente la membrana protectora de organismos peligrosos, dejándolos expuestos y bloqueando su capacidad de propagación. Esta tecnología, junto con los filamentos continuos de alta tenacidad que no liberan microfibras, bloquea permanentemente la proliferación y propagación de virus, bacterias y hongos en el tejido y a través del aire.
Durante la producción del hilo que conforma la mascarilla, se introducen en la matriz molecular iones de plata, que tienen la propiedad de destruir bacterias y virus cuando estos entran en contacto. En ese momento, se destruyen, evitando la inhalación y transmisión de virus. De esta forma, esta mascarilla evita que se transmita y que se inhalen todos los virus, incluyendo la Covid-19.
Además, dado que la aditivación de los iones de plata se produce en la matriz molecular, la protección es permanente. Esto se ha desarrollado exclusivamente con el laboratorio Suizo HEIQ, y está certificado para 100 lavados.
«Cuando usas una tecnología que lleva iones de plata en el tejido garantizas, además, que no se desprende ningún filamento y, con ello, no se produce dispersión del virus», cuenta Alfonso Cirera, CEO de Nylstar.
Esto es así porque la mayoría de los contagios se transmiten de las manos a la mascarilla, ya que las convencionales no inhiben la proliferación de virus y bacterias, y liberan microfibras contaminadas por estos organismos, que se propagan por el aire.
No contamina el aire
Y es que, como señala Cirera, hay un problema añadido en este sentido, ya que en la actualidad no existe una regulación de la emisión de microfibras al ambiente. «Es como en la época del diésel cuando no había catalizadores», asegura Cirera.
Entre sus virtudes destacan que, además de conferir una protección permanente contra virus, bacterias y hongos, no sueltan microfibras ni pelusas a los pulmones; es un tejido hipoalergénico; reutilizables hasta 100 lavados sin perder sus propiedades, y con una excelente filtración (del 92,58%).
Pese a todo, «con la legislación actual, se engloba en la categoría de higiénica. No obstante, las características de esta mascarilla la hacen mejor que una FFP2. Por lo tanto, estamos muy limitados por la legislación actual», lamentan desde la compañía.
«Cuando una mascarilla huele es porque las bacterias y los virus se adhieren a su tejido, que es de mala calidad, como es el caso del poliéster, y porque la molécula está abierta», explica el CEO de Nylstar.
«Hemos desarrollado más de 30 combinaciones de hilos hasta dar con el tejido perfecto. No huele, no libera filamentos ni hace daño en las orejas. Hemos hecho la mejor mascarilla que la tecnología nos ha permitido», concluye Cirera.
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