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Cáncer de Mama: «Soy una página de la historia de la Oncología»

A Amparo le detectaron un bulto en el pecho hace 24 años. En 2017, metástasis pulmonares y dos años después óseas.

Amparo Medina, paciente de cáncer de mama con metástasis
Amparo Medina, paciente de cáncer de mama con metástasisKike TabernerLa Razón

A Amparo Medina le diagnosticaron cáncer de mama con 31 años. Era 1998. «Acababa de tener a mi primer hijo y recuerdo que no se enganchaba al pecho. Me salió un bulto en la mama izquierda y, pese a ser algo normal, se me encendieron las alarmas, ya que en mi familia ha habido muchos casos de cáncer de mama», recuerda.

De hecho, «soy la única superviviente de cáncer de una familia con muchas muertes prematuras por esta enfermedad: mi madre, mis tías (maternas) y mi abuela». Su madre falleció a los 65 años por un cáncer de ovario tras sufrir uno de mama con 52, justo cuando ella estaba embaraza.

Amparo, cuyo contacto fue facilitado por la Asociación de Cáncer de Mama Metastásico, acudió rápidamente al ginecólogo, «pero en mi caso los médicos fallaron todo el diagnóstico. Al ser tan joven en la mamografía no salía nada y en la eco parecía que el bulto era benigno porque mis pechos eran fibrodensos, algo habitual en mujeres jóvenes. Cuando ahora te pasa esto se revisa cada seis meses, pero entonces no. Se pensaba que era benigno y listo», recuerda.

De modo que se fue a casa con el bulto. «En dos o tres meses creció y volví al médico porque me dio miedo». Fue entonces cuando logró que le hicieran una biopsia. No había duda, era cáncer de mama. «Recuerdo que pensé que me iba a morir. Había muerto mi madre hacía unos meses y para mí era una condena a muerte y encima con un niño recién nacido».

Le quitaron el tumor y todos los ganglios linfáticos. Luego recibió varios ciclos de quimio y radio y estuvo tres años con terapia hormonal. Reconoce que fue un proceso duro. Aunque «tuve suerte porque la gente decía que quizá no me volvía la regla, pero no fue así y tengo dos hijos más», relata agradecida.

En 2012, 14 años después, la suerte de esta profesora de Secundaria y de ciclos formativos se truncó. Amparo tuvo una recaída local avanzada. «Noté el pezón arrugado como una pasa y fui al médico. Me dijeron que, según las pruebas, era fibrosis cicatrizal, pero que no me preocupara, ya que no salía nada ni en la mamografía ni en la eco».

Con la mosca detrás de la oreja, Amparo, en vez de esperar al año fue a los cuatro meses. «Me hicieron una resonancia magnética mamaria que es más precisa en pechos fibrodensos de mujeres jóvenes. Con esta prueba captaron muy poco, me abrieron y tenía un tumor de cinco centímetros hacia dentro. Y eso que no se veía...».

Costillas rotas por la radio

Fue entonces cuando se sometió a una mastectomía radical y «la pared torácica no salió limpia. Me dieron de nuevo quimio, radio y terapia hormonal. La radio al ser la segunda vez que la recibía en la pared torácica me causó complicaciones al año en las costillas. Tuve radionecrosis: se me rompieron cuatro costillas de forma súbita, justo cuando por el tiempo transcurrido pensaba que ya estaba bien».

Su calidad de vida disminuyó rápidamente. «Parecía que se me arreglaban las costillas y se me rompían otra vez... Tuve así varias bajas seguidas hasta que ya no pude volver a trabajar».

En 2014 para evitar nuevas recaídas le quitaron los ovarios y en una de las revisiones a finales de 2017 empezó lo peor: Le detectaron metástasis pulmonares en el TAC. «Eran lesiones milimétricas». Pero los médicos no lo dudaron, era metástasis, porque Amparo se hacía un TAC cada año y hasta entonces no habían salido estas manchas.

Dos años después «tuve metástasis óseas». Fue duro. «El cáncer de mama metastásico es incurable y siempre estás en tratamiento, como viviendo un tiempo regalado. La esperanza de vida en este caso es inferior a cinco años. Y yo llevo cuatro. Los tratamientos me duran un año, dejan de funcionar y hay que cambiar».

Así lleva ya cuatro tratamientos y casi cinco años desde el diagnóstico. «Da miedo porque las líneas de tratamiento son finitas. Las mujeres y hombres con cáncer de mama metastásico necesitamos mucha investigación para poder seguir viviendo», hace hincapié.

Ahora está en un ensayo clínico de inmunoterapia. «Funciona muy bien, aunque tuve un percance y estuve 10 días ingresada en el hospital. Perdí 17 kilos. Me asusté, y mis hijos también, porque no sabes si es por el ensayo o por la enfermedad. En este caso tuve mala suerte, pero esa reacción se debe también a que el tratamiento ataca a las células malas. Es decir, a cambio, el tratamiento logró que disminuyeran las lesiones pulmonares y óseas».

Ahora asegura encontrarse bien. «Estoy estable desde hace seis meses y me han retirado el tratamiento». Se encuentra tan bien que no se lo cree. Sabe que la enfermedad no ha desaparecido, pero al menos no avanza. Y por fin, tras casi cinco años de tratamientos, «tengo un descanso. Estoy ahora como en un oasis. Después de una primavera terrible, ahora me encuentro muy bien».

«Me hacen un TAC cada nueve semanas». Y de momento todo sale bien. «La vida la defino entre TAC y TAC. El miedo es continuo. Es complicado vivir así. Es un estrés terrible. Además, los tratamientos son muy duros y se van acumulando», reconoce.

Pero sabe que la investigación es crucial. «Llevo 25 años con esto. Soy una página de la historia de la Oncología. Durante todo este tiempo hemos vivido grandes avances en cáncer de mama. Se investiga mucho y muy deprisa, pero los fármacos innovadores contra el cáncer de mama metastásico son muy caros. La administración se tiene que poner las pilas. No puede ser que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) apruebe estos fármacos, pero la administración tarde 412 días en fijar un precio para medicamentos innovadores contra el cáncer de mama metastásico cuando la UE dice que se debe hacer en 180 días. En este tiempo se mueren muchas mujeres», recuerda.

Y eso si se acaban financiando. Prueba de ello es «el olaparib, aprobado en España para cáncer de ovario, pero para el de mama no se ha financiado pese a que cuenta con la autorización de la EMA dados sus buenos resultados. Tampoco se han financiado el trastuzumab ni el trodelvy, este último para mujeres con cáncer de mama metastásico triple negativo. Necesitamos acceder a estos fármacos para arañar unos años o meses de vida».

Y Amparo está empeñada en lograrlo. «Ahora tengo metástasis, pero confío en morirme de vieja», concluye.