Sociedad

Opinión

Sin impuestos no hay Sanidad universal

Carmen Montón es embajadora Observadora Permanente ante la OEA y la OPS. Ex ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social

Interior médicos y pacientes de covid19 El Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal
Interior médicos y pacientes de covid19 El Hospital de Emergencias Enfermera Isabel ZendalD. SINOVAComunidad de Madrid

El Estado de Bienestar se financia con nuestros impuestos, en la lógica redistributiva y progresiva de que pague más el que más tiene. El objetivo es claro, la equidad para convivir en un plano de justicia y cohesión social. El bajar los impuestos rompe esa lógica y saca a operar al terreno político y de convivencia ciudadana los conceptos de egoísmo social e insolidaridad, viniendo a desmontar la arquitectura del Estado de Bienestar y fragmentando nuestra sociedad.

Una y mil veces hemos oído o dicho con orgullo eso de que la Sanidad pública es la joya de la corona de la democracia española, que ya la quisieran para ellas otras sociedades. Incluso se vincula colateralmente a que sea uno de los factores para que España sea uno de los países donde se disfrute de mayor longevidad. En ese sentido, y a pesar de la necesidad constante de fortalecer los presupuestos que las CC AA destinan a la salud, según la reciente encuesta del Instituto de Estudios Fiscales, el 67% de los usuarios se manifiesta bastante satisfechos por el servicio sanitario que recibe. Y eso todos y todas sabemos que no es posible sin nuestro aporte a través de los impuestos.

Por ello, ante debates falaces que buscan potenciar la insolidaridad, nos desprotegen frente a la enfermedad y nos hacen retroceder como sociedad, no entiendo otra respuesta que defender que la Sanidad pública es el servicio que más justifica el pago de nuestros impuestos como ciudadanos y ciudadanas. Y que, más allá de la cuantía económica, esto tiene el valor superior de dar certeza, seguridad y tranquilidad a 47 millones de compatriotas y convecinos de que, si alguien en nuestras familias o nosotros mismos enfermamos, de saber que seremos atendidos correctamente sin tener que estar revisando nuestras cuentas corrientes para ello. Porque, también, sabemos que una enfermedad grave o crónica es un costo económico que muy pocas economías familiares podrían soportar.