Halloween
¿Por qué nos gusta pasar miedo?
El disfrute del miedo tiene una base biológica y psicológica compleja
Cada año, con la llegada de Halloween, surge una pregunta que nos inquieta: ¿por qué disfrutamos experimentando miedo? Este fenómeno ha intrigado a psicólogos y biólogos durante mucho tiempo, y la respuesta nos lleva a un complejo cruce de factores biológicos y psicológicos que hacen del miedo una emoción peculiarmente placentera.
Nuestro cerebro y cuerpo reaccionan de manera sorprendente al miedo. El Dr. Elias Aboujaoude, un experto en psiquiatría y ciencias del comportamiento de Stanford Medicine, nos sumerge en la intrincada danza de neurotransmisores y hormonas que se desatan cuando experimentamos miedo. Desde la amígdala hasta el lóbulo frontal, diversas regiones cerebrales se ven influenciadas por esta emoción. Lo sorprendente es que esta respuesta no solo genera emociones desagradables, como el estrés, sino también sensaciones placenteras, como el alivio.
Nuestro cuerpo, a lo largo de la evolución, ha desarrollado respuestas automáticas al miedo, preparándose para luchar o huir. Nuestras pupilas se dilatan para mejorar la visión, los bronquios se ensanchan para incrementar la oxigenación, y la sangre y glucosa se redirigen hacia órganos vitales y músculos esqueléticos. Estas respuestaspueden generar una sensación estimulante en todo el cuerpo y, paradójicamente, sentimos satisfacción e incluso triunfo cuando el objeto de nuestro miedo se desvanece.
Este disfrute del miedo tiene una base biológica. La adrenalina, la dopamina y el cortisol son tres sustancias químicas cruciales que nuestro organismo libera cuando se enfrenta a una amenaza. La interacción de estas sustancias químicas en nuestro cuerpo proporciona una respuesta biológica y psicológica agradable cuando nos enfrentamos al miedo.
La adrenalina es la chispa que enciende nuestros instintos de lucha o huida. Según David Spiegel, un destacado psiquiatra de Stanford Medicine, la adrenalina eleva la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la respiración, creando una especie de euforia, una sensación de vitalidad y energía.
En cuanto al cortisol, la hormona del estrés, su liberación se incrementa cuando luchamos por superar una situación amenazante. Ayuda a mantenernos alerta después de la primera oleada de hormonas de lucha o huida, incluyendo la adrenalina, y puede desencadenar la liberación de glucosa del hígado para obtener energía en situaciones de emergencia. Sin embargo, cuando los niveles de cortisol se mantienen crónicamente altos, pueden causar estragos en el cuerpo y la mente.
Tanto la adrenalina como el cortisol están asociados con el estrés, lo que puede manifestarse en síntomas físicos, como dolor en el pecho, dolores de cabeza, agotamiento, y síntomas emocionales, como irritabilidad y ataques de pánico.
En contraste, la dopamina es un neurotransmisor relacionado con el bienestar general y se asocia con el placer y la anticipación de una recompensa. La experiencia de superar el miedo puede desencadenar la liberación de dopamina, generando una sensación de satisfacción, incluso antes de que el objeto del miedo haya desaparecido por completo.
El aspecto intrigante es por qué el miedo puede ser considerado divertido. Ya sea en una casa encantada o en una montaña rusa, el miedo se convierte en una experiencia emocionante cuando sabemos que al final estaremos a salvo. Enfrentar el miedo puede darnos la ilusión de que podemos dominar y sobrevivir a situaciones amenazadoras. Enfrentar una amenaza se siente como una victoria, y este sentimiento puede ser gratificante.
Es importante tener en cuenta que las experiencias que generan miedo, como las casas embrujadas y las películas de terror, tienden a atraer a adolescentes y adultos jóvenes. Esta atracción está relacionada con el proceso de enfrentar la mortalidad y probar la valentía que caracteriza a esta etapa de la vida.
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