Cirugía
Cómo abordar la ansiedad del menor ante una cirugía
Abordar una cirugía pediátrica requiere acciones específicas para que la estancia en el hospital sea más cómoda y menos estresante para el pequeño y su familia.
«En general, los niños pueden tener miedo a lo desconocido, a sentirse solos o separados de sus padres, al dolor. Suelen asociar el medio hospitalario con pinchazos, jarabes, verse tratados por personas desconocidas. No saben si van a dormir en su casa o se van a quedar allí, si los vamos a separar de sus padres etc...», señala Victoria Jiménez, cirujana pediátrica del Hospital Quirónsalud Córdoba.
Esta especialista aclara que la cirugía pediátrica es una especialidad muy amplia que incluye desde neonatos hasta menores de 14 o 15 años de edad, dependiendo del centro. «Es por ello que la reacción ante un ingreso puede ser muy variada. Con este amplio rango de edad y de patologías es muy distinto el enfoque ante un ingreso», explica.
Cuándo operar
Lo primero es decidir cuándo conviene realizar la operación, una cuestión que a menudo despierta muchas dudas en los padres. Entre la gran variedad de patologías quirúrgicas que sufren los niños hay algunas que deben ser intervenidas una vez detectadas y confirmado el diagnóstico. Es el caso, por ejemplo, de las hernias epigástricas o inguinales. «Hay muchos estudios que apoyan el tratamiento precoz de estas patologías», puntualiza.
Pero no siempre operar antes es mejor. «En determinadas patologías debe demorarse. Por varias razones. Algunas patologías pueden mejorar e incluso resolverse espontáneamente con el paso del tiempo. Por ejemplo, muchas hernias umbilicales diagnosticadas al nacimiento se cerrarán antes de los 3-4 años. Por ello no debemos intervenir a los niños hasta que pasen de esa edad y sepamos que no van a corregirse solas», revela Jiménez.
Otras patologías pueden esperar a que el menor crezca un poco para realizar la intervención en las mejores condiciones. En el caso de una hernia inguinal en un bebé de poco peso, se intenta demorar la cirugía para que el riesgo sea menor hasta que el niño haya ganado peso.
«En otras ocasiones –continúa esta cirujana–, se aplaza por la necesidad de cooperación y comprensión por parte del paciente: la quietud o los ejercicios voluntarios de colaboración pueden ser necesarios en ciertas actuaciones como, por ejemplo, sobre la pared torácica. Por lo cual, ciertas intervenciones se difieren hasta lograr esta colaboración».
Si no es una patología que requiera una intervención urgente, la decisión sobre fecha la toma la Sociedad Española de Cirugía Pediátrica. «Es la encargada de aportar unos criterios objetivos y actualizados sobre el calendario quirúrgico», afirma esta doctora.
Reducir la angustia
Jiménez asegura que «un ingreso hospitalario supone un estrés, tanto para el niño como para la familia, que siempre intentamos minimizar». Es muy importante porque la ansiedad en el menor ante la incertidumbre de una operación no solo puede producirse en el espacio de tiempo que transcurre desde que se le comunica hasta que pasa el período posoperatorio sino que los niños «pueden desarrollar miedos y problemas posteriores si no está bien enfocado el paso por el hospital», asevera esta doctora.
Para minimizar el estrés que supone hospitalizar a un niño y proporcionar un ambiente agradable tanto para él como para su familia cada vez hay más herramientas. Programas de entretenimiento, atención personalizada y educación y preparación para pacientes y acompañantes son algunas de ellas. A juicio de Victoria Jiménez la más importante es la información: «Se trata de ser claro y conciso... explicando los pasos a seguir y los diferentes escenarios: la consulta preoperatoria, el ingreso, los cuidados posoperatorios, etc., adaptando el discurso a la edad del paciente.
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