Decíamos ayer...

Las privatizaciones debilitan y deterioran el sistema público. En Sanidad especialmente. Sin un sistema público al que vampirizar, el modelo sanitario privatizador que se desarrolla en España no funciona, ya que para la empresa no sería costo efectivo.

El modelo privatizador, para su viabilidad secuestra recursos y pacientes, desvía fondos públicos y genera sobrecostos, compite deslealmente con la Sanidad pública de gestión directa, selecciona pacientes, genera nuevas necesidades asistenciales ficticias y utiliza las técnicas publicitarias del marketing e incluso de las «fake news»; este modelo privatizado tiene como formato de funcionamiento maximizar los beneficios empresariales a costa de la precariedad laboral y de reducir todo aquello que se entrega al paciente, incluyendo la parte asistencial, la de prevención y promoción de la salud.

Además, tras décadas de funcionamiento en nuestro país, y la Comunidad Valenciana ha sido un lamentable ejemplo, la práctica suma a este listado la connivencia con el poder político, irregularidades y falta de control, cuando no corrupción.

Todo eso se ha englobado en un nombre amable y engañoso, como el de «colaboración público-privada», en el que el gestor público pierde el control de la gestión y la garantía del derecho a la salud a la ciudadanía y se convierte en un mero y generoso pagador.

El resultado es que la ciudadanía tiene un peor servicio que si se hubiera invertido en el sistema público de gestión directa, y por un mayor coste a las arcas públicas.