Salud

El «poder» del deporte frente al cáncer de mama

España cuenta con más de 20 unidades especializadas en ejercicio oncológico, una opción cada vez más demandada

Laura Villa exploró la Patagonia durante su tratamiento de cáncer de mama
Laura Villa exploró la Patagonia durante su tratamiento de cáncer de mamaCEDIDALA RAZÓN

Hacer deporte es sinónimo de salud. Y esta consigna vale para cualquier etapa de la vida, pero, si cabe, más aún cuando el cáncer se cuela en ella. La explicación reside en que «el ejercicio físico hace que el músculo libere miokinas, que van a actuar en distintos órganos y sistemas. Y recientemente se ha puesto en valor su efecto sobre el sistema inmune. Así, reduce el riesgo de recaída tras el diagnóstico y aumenta la supervivencia, así como disminuye los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos administrados», explica la doctora Mª José Echarri, miembro del Grupo de Trabajo de Ejercicio y Cáncer de la Sociedad Española de Oncología Médica y oncóloga del Hospital Universitario Severo Ochoa de Madrid.

La evidencia científica no cesa, ya que «numerosos estudios confirman el potencial del deporte a nivel físico y psicológico, pues ayuda a reducir la inflamación crónica y regula el metabolismo de la glucosa, factores que favorecen el crecimiento de los tumores», apunta Carlos Martínez, médico de emergencias y especialista en medicina de alta montaña.

Esa teoría ya se está llevando a la práctica en nuestro país con gran éxito, tal y como prueba el hecho de que hay más de 20 unidades de ejercicio terapéutico en ámbitos hospitalarios, así como otros impulsados por asociaciones y entidades privadas. «Algunas de estas unidades son específicas de rehabilitación de una patología oncológica en concreto, pero progresivamente se van integrando nuevas», asegura la doctora Echarri, quien recuerda que «también existe una red de recursos extrahospitalarios que permite incluir pacientes de todas las patologías oncológicas, de cualquier edad y estadio tumoral que estén en tratamiento activo».

Implantar estas unidades hace que las indicaciones de ejercicio físico se amplíen, «algo muy beneficioso, porque los resultados se notan enseguida con un ejercicio supervisado para no cometer errores», advierte Martínez. Y es que ambos expertos coinciden en que el ejercicio físico es una pieza más del tratamiento y se debe incorporar a las estrategias terapéuticas oncológicas. «Antes de empezar cualquier abordaje de cáncer ya se debería incluir la recomendación del ejercicio físico; es la fase de prehabilitación. Durante el tratamiento de quimioterapia nos ayuda a tolerarlo mejor, reducir sus efectos secundarios y aumentar su efectividad, pero muchas de estas terapias dejan secuelas a largo plazo, por lo que en la fase de rehabilitación el ejercicio sigue siendo una pieza clave», insiste la oncóloga.

En primera persona

Buen ejemplo de ello es la historia personal de Laura Villa, una joven maestra que a sus 36 años se enfrentó al diagnóstico de un cáncer de mama agresivo que le ha obligado a pasar por cuatro operaciones, quimioterapia e inmunoterapia. Por aquel entonces, el deporte era un desconocido para ella, pero el cáncer le permitió descubrir todo el potencial que suponía para la salud. «Durante el tratamiento apenas me podía mover, lo que estaba poniendo en riesgo mi cuerpo y mi corazón por el impacto de los tóxicos, pero se cruzó en mi camino el Reto Pelayo y me propuse que lo haría. No había hecho deporte en mi vida, pero después de varias pruebas muy duras fui una de las elegidas para viajar hasta la Patagonia. Fue una liberación física y emocional para mí y comprobé que aunque haya días en los que no puedas ni moverte, mientras la mente esté sana, es posible volar. Eso me dijo una paciente en el pasillo del hospital en una ocasión, y allí entendí que así es», relata emocionada.

A pesar de la dureza de la aventura, entrenar para aquel desafío se convirtió en la mejor medicina para Laura. «Me hacían analíticas y cada vez salían mejor. Mi cuerpo se estaba recuperando de una manera increíble, sin rastro de toxicidad», recuerda la joven, quien sigue en tratamiento gracias a la oportunidad que le ha regalado la investigación impulsada por entidades como Cris contra el cáncer. «Cuando llegué el primer día a la oncóloga me dijo que cinco años atrás mi tumor era muy difícil de tratar, pero yo sigo aquí gracias a esa investigación y a la posibilidad de acceder a tratamientos innovadores como la inmunoterapia. La ciencia es nuestra única esperanza y para eso hay que invertir más en investigación», reclama.