Día Mundial

«No todo el ejercicio vale contra el cáncer»

Es pionera en España en el desarrollo del ejercicio oncológico, ha liderado uno de los mayores ensayos al respecto y acaba de publicar el libro «Ante el cáncer, muévete» (cuyo epílogo firma Ana Rosa Quintana, que fue su paciente). Con él quiere visibilizar sus beneficios y la importancia de que se haga de forma profesional y personalizada

Soraya Casla, entrenadora oncológica
Soraya Casla, entrenadora oncológicaDAVID JARDAVID JAR

¿Cuándo se vio la actividad física en estos pacientes no solo no es mala, sino que es beneficiosa?

Ya en los 80 especialistas en Canadá y EE UU ven que los pacientes, tras la quimioterapia, presentan «intolerancia a la actividad», se cansaban mucho, tenían la capacidad física muy reducida, y empiezan a establecer programas de ejercicio físico para recuperar esa funcionalidad y prepararles para tratamientos como cirugías muy agresivas. El primer gran estudio se publica en 2001, con más de 200 pacientes, en el que se ve que realmente les ayuda, que mejoran sus capacidades físicas. En 2005-08, surgen dos estudios observacionales y en ellos se ve que las pacientes con cáncer de mama que hacen ejercicio físico viven más, entre un 30% y un 80% más, y se empieza a plantear que eso genera beneficio fisiológico y que se necesita incluir a nivel clínico. Y en EE UU empiezan iniciativas en los hospitales tanto de investigación como de asistencia.

¿Y cómo va su implantación en España?

Cada vez más oncólogos saben de la importancia del ejercicio, pero todavía queda mucho por hacer. Lo primero, porque muchas veces plantean que las iniciativas sean gratuitas en lugar de desarrollarlas profesionales bien formados, o que se hagan a través de voluntarios, no de forma profesional, donde se establezca una valoración inicial y se adapte el ejercicio a lo que necesita cada uno. Con el libro quería dar visibilidad a que el beneficio del ejercicio físico es muy amplio en estos pacientes, pero es muy importante que sean especialistas los que lo den. Hay otros problemas, como que no es una actividad sanitaria y, lo más difícil, que los gerentes quieran poner dinero e invertir en esta iniciativa.

"Tenemos que convencer a los oncólogos para que prescriban la actividad física"

¿Qué puede esperarse del ejercicio?

Cambia todo el interior, toda la fisiología del cuerpo: mejora el sistema inmune que reduce la resistencia a la insulina y los factores de crecimiento asociados a esta, se reduce la cantidad de grasa intraabdominal y la inflamación global del organismo, y se controlan las hormonas sexuales. Todos son biomarcadores que empeoran el pronóstico del cáncer y favorecen que pueda volver a aparecer. Ese es uno de los beneficios y de los factores más relevantes, pero que no se ve. Y luego hay otros aspectos físicos: previene las neuropatías periféricas, mejora la coordinación y el aumento de masa muscular, previene el aumento de grasa o reduce la cantidad que tienen los pacientes y previene la pérdida de capacidad cardiovascular. Otro de los puntos más importantes es la protección del corazón. Hay tratamientos que son cardiotóxicos y el ejercicio previene que aparezcan problemas cardiovasculares a largo plazo en quienes lo han recibido. Es un tratamiento global e integral, pero si se hace de una manera determinada. No todo el ejercicio vale. Destacar también los aspectos psicosociales y psicoemocionales: reduce los niveles de depresión, de estrés, mejora la red de apoyo entre pacientes y la calidad de vida.

¿Cada tipo de tumor tiene su ejercicio?

El ejercicio físico que realizamos está adaptado al paciente, no al tipo de tumor, y al momento de la enfermedad, porque se adapta al tratamiento, la cirugía que ha recibido o a la situación de su composición corporal.

Soraya Casla, entrenadora oncológica. David Jar
Soraya Casla, entrenadora oncológica. David JarDavid JarFotógrafos

¿Cómo se sabe cuál es el ejercicio para cada persona?, ¿qué marcadores determinan cuál es la actividad necesaria para cada uno?

En nuestro centro hacemos una valoración inicial en la que registramos tanto en la historia clínica como la deportiva de la persona, las posibles lesiones o si tiene algún tipo de tratamiento (con el objetivo de saber si interactúan o no con el ejercicio físico), y también su nivel físico, cardiovascular, de fuerza, funcional y equilibrio. Y, en función de todos estos parámetros, adaptamos los diferentes aspectos de nuestros programas. ¿Eso que quiere decir? Que aunque nosotros trabajamos en grupo, porque creemos que el grupo tiene una importancia y un poder sustancial en los pacientes con cáncer, el que camina 10 minutos y para él eso es su 80%, pues camina 10 minutos. Y para quien ese 80% es correr 3 veces una cuesta, pues corre 3 veces una cuesta. Es decir, adaptamos el tipo de ejercicio que realiza para llegar a la intensidad adecuada de cada paciente.

¿Cómo convencería de lo bueno del ejercicio a quienes que se sientan débiles o piensen que son muy mayores para hacerlo?

Son fundamentales dos cosas. La primera, entender que esto no es el ejercicio que tienen en mente de cuando eran niños, la gimnasia o el deporte de ocio. Está adaptado a nivel específico para las necesidades de cada persona, y eso es lo que quiero visibilizar en el libro, que es un ejercicio-tratamiento. Y segundo, tenemos que convencer a los oncólogos para que prescriban ejercicio. Son uno de los grupos más importantes a los que tenemos que atraer, convencer para que lo receten.

Cuéntenos un caso especialmente significativo que muestre su alcance.

Una amiga tenía un tumor a nivel de la médula y se lo quitaron. Fue benigno, pero le dejó secuelas físicas. Venía con muletas y, a los seis meses estaba corriendo 5 km. Evidentemente, el primer día no nos pusimos a correr, fuimos poco a poco, había hecho ya su proceso de rehabilitación en el hospital, tenía mucho miedo, mucha falta de control corporal y trabajamos junto con fisioterapeutas.