Sociedad
En Campisálabos tienen la solución al cambio climático
En este pueblo de Guadalajara respiran el aire más puro de España y los ancianos superan los 100 años. ¿Cuál es su secreto? «Para empezar, no utilizar coche, reciclar y fumar poco», confiesan
Mientras centenares de líderes de Estado y gurús del medio ambiente se dan cita en Madrid con motivo de la cumbre del clima para buscar el modo de reducir las emisiones tóxicas, en Campisábalos, un pequeño pueblo de Guadalajara con medio centenar de habitantes, tienen la solución a este desafío estratosférico. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la localidad posee el aire más limpio de España y la tercera más pura de todo el mundo, tan solo por detrás de una finlandesa (Muonio, que se lleva el oro) y otra de Canadá (Normal Wells, la plata). Así que, alertados por el terrorífico futuro que vaticinan los expertos, nos acercamos hasta este municipio para que nos desvelen su secreto.
Evangelina sale de casa nada más escuchar nuestro coche entrando en el pueblo. Cruza el umbral en zapatillas de estar por casa, amable, feliz y respirando profundo. «Esto es vida, aquí nada de ventolines ni problemas respiratorios», nos dice la paisana. Su marido, Braulio, aparece tras oír el barullo. No es normal que haya tanta gente por la calle (somos seis en total) con el día que hace. «Aquí hay buen aire, pero las orejas se caen del frío», dice el hombre. Y es que en Campisábalos las estaciones mantienen su curso normal, frío en invierno y calor en verano.
Notan los efectos del cambio climático, pero a muy pequeña escala. De hecho, se alcanzan los 18 grados bajo cero en pleno invierno y ya han contado un par de nevadas en lo que va de mes. El matrimonio reconoce que «aquí jugamos con ventaja». «El hecho de que no haya ningún foco industrial cercano, la altitud, que ronda los 1400 metros, y el viento tan puro que viene del noreste ayuda a tener el aire limpio, pero también lo conseguimos porque casi no hay coches y luego estamos muy concienciados con el reciclaje y la limpieza de los ríos», reconocen Braulio y Evangelina.
«Nada de ventolines»
Quien pone el toque más técnico al asunto es el alcalde, Pedro José María de Pablo Ricote, quien además de ocupar este cargo durante años, es físico y meteorólogo facultativo de profesión. Él mismo fue quien instaló la estación de medición del pueblo que les otorgó la medalla de bronce. «Según la OMS, la media anual de las partículas en suspensión PM2,5 no deben superar los 10 microgramos por metro cúbico y en Campisábalos tenemos 5; en relación a las partículas PM10, la media anual debe ser 25 y solo llegamos a 6 microgramos por metro cúbico», afirma orgulloso con una serie de tecnicismos ininteligibles para profanos en materia meteorológico.
Por este municipio de Guadalajara han pasado expertos de todo el planeta en busca de la fórmula secreta; de hecho, una empresa sanitaria está estudiando la posibilidad de recoger el aire del pueblo y utilizarlo en tratamientos médicos. «A los políticos les vendría mejor venir hasta aquí y preguntarnos cómo lo hacemos en vez de organizar esas cumbres e historias. Ellos son los que más contaminan, mira a Pedro Sánchez con el Falcon todo el día de arriba a abajo y luego en la ciudad con los cochazos que se mueve, más le valdría no contaminar tanto», critica Pedro José. Y es que en cuestión de coches (que durante el año no hay más de 10 en todo el pueblo), ellos también saben un rato. «Desde hace tiempo tenemos uno eléctrico para que lo utilice la gente del pueblo cuando quiera, tan solo hay que bajarse una aplicación, registrarse y reservar», nos detalla.
En la fachada del Ayuntamiento está el puesto de recarga. De hecho, el propio regidor lo cogerá al terminar nuestro encuentro para ir a una reunión en Sigüenza. Antes de subirse al vehículo nos reconoce que el viento, que pega con fuerza, es su bendición y su martirio. «Viene del noroeste y en su paso por la Península no atraviesa zonas industriales, ni grandes ciudades, por eso nos llega depurado y limpio», analiza al tiempo que va a coger una bufanda para proteger su garganta. «Tenemos un familiar que en Madrid debe usar medicación para respirar y cuando viene aquí ni la toma. Ni fatiga ni nada, ni catarros nos cogemos», presume Evangelina. «Ni se fuma casi», añade esta mujer (asturiana de nacimiento) ante la carcajada de su esposo. «La Cumbre esta no va a solucionar nada, mira lo que ha ocurrido con las anteriores», pronostica la lugareña. «Tan solo le va a servir a Pedro Sánchez para darse publicidad, gastar los millones de la ciudadanía y contaminar más Madrid», apunta Braulio.
De hecho, tal y como publicó esta diario, solo la visita de las delegaciones oficiales producirá más de 20.000 toneladas de CO2 a la atmósfera por sus traslados. «¿Y para qué tanto avión y tanta historia?, hay que hacer cosas, más acción y menos reunión. Antes nos desplazábamos todos en tren e íbamos a gusto, lo que ocurre ahora es que todo se ha convertido en un comedero de bandoleros», reflexiona ella. Braulio se pregunta que si los que países más fuertes del mundo, China y Estados Unidos, no quieren pactar nada sobre medio ambiente, cómo van a cambiar las cosas: «¿Para qué sirve esta Cumbre? Para nada, es una pantomima», asevera. Del mismo sentir son Lucila y Pablo, que llevan toda su vida en la localidad y presumen de vida humilde y respetuosa con el medio en el que viven. «Qué pena da ver cómo están los ríos, que suciedad, y luego eso va a nuestros campos y todo se contamina», asegura.
Y están orgullosos de que en su pequeña burbuja de aire limpio se viven más años. La madre del alcalde tiene 104 años «y está tan pita, muy bien de la cabeza, supongo que influye nuestra calidad del aire, en Campisábalos la gente vive más que en otros lugares de España», desvela. Honorio, de 74 ,lo confirma: su madre vivió hasta los 96 y su padre llegó a los 98, «y el Mariano tiene ya 80, ¿no?», le consulta a un vecino con el que toma una cerveza antes de ir a degustar una rica paella. Con él subimos hasta la estación de medición de la calidad del aire que se ha convertido en una atracción más en el pueblo. Está a poco más de 800 metros de la iglesia, pero cogemos el coche porque comienza a chispear.
En el trayecto, Honorio nos cuenta que es «de aquí de toda la vida», pero que por trabajo tuvo que irse a Madrid y, claro, «con la contaminación que hay en la capital» le diagnosticaron EPOC. «En Madrid tengo que usar un inhalador tres veces al día, pero cuando vengo al pueblo, no», apunta. En la pequeña cima donde se ubican las máquinas medidoras comenta cómo funcionan y que las dos chicas que trabajan en el bar suben cada día para tomar las muestras. «Esto es un placer», dice mientras inspira el aire puro. Lo que no les gusta a los vecinos, y es un sentir compartido, es que ahora los políticos estén «tan locos» con esto del cambio climático pero les «dé igual que los pueblos se estén vaciando».
Es más, el alcalde, antes de despedirse, nos hace una confesión: «No me importaría que no estuviéramos en la primera posición del ranking de los pueblos con el aire más limpio si a cambio tuviéramos más población, más empleo. Es decir, que pusieran alguna industria para que la gente no tuviera que irse». Hace poco, una comisión de senadores se acercó hasta Campisábalos para reunirse con el regidor y él les dio la solución contra la despoblación rural: «Si impulsaran medidas fiscales que incluyeran pagar menos impuestos a los pequeños empresarios que quisieran montar aquí sus negocios, mucha gente dejaría las grandes ciudades, pero parece que no tienen interés en ello», lamenta. Así que hasta que esto ocurra no les quedará más remedio que seguir presumiendo de aire limpio aunque cada vez sean menos los que lo disfruten.
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