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La concejala más longeva: «El papel de la mujer en la política ha crecido de manera astronómica: pronto tendremos una presidenta de España»

Charito llegó a la política local en Patones de Arriba, Madrid, a los 95 años y ahora analiza con perspectiva los logros que ellas han conseguido en trabajos antes reservados solo para hombres. «La clave siempre es la formación, la cual nos fue negada durante décadas», dice.

Su vitalidad es digna de una adolescente y su mente funciona con la precisión de un reloj suizo. Habla de feminismo, de las necesidades del pueblo y de la evolución histórica en materia de igualdad con la misma frescura que lo hace de la guerra y su niñez. Charito, de 96 años, nos recibe en un restaurante del pueblo sentada bajo unos retratos de mujeres pintados por una amiga. «De esto es de lo que quiero hablar, de nosotras», afirma antes de comenzar la entrevista.

Esta mujer vitalista, viuda y madre de cuatro hijos se convirtió el pasado mayo en la política más longeva de España. Es concejala por el partido Abuelas de Patones y su objetivo de llegar al Ayuntamiento a esta edad no era otro que luchar por la construcción de un parking por el que llevan batallando años. Pero, como dice ella, hoy no estamos aquí para hablar de política sino de cómo ha evolucionado el papel de la mujer en un ámbito tan masculino como el de la política y más aún en un ámbito rural, donde las señoras siempre estuvieron al amparo de los varones, en la sombra, trabajando a destajo pero sin obtener el reconocimiento público. «Yo soy feminista, siempre lo he sido a mi manera, claro está. Los avances que he visto a lo largo de mi vida en cuestión de igualdad son tan grandes que no se cómo explicarlo. Este movimiento es algo de magnitudes astronómicas», confiesa.

Igualdad, pero no a cualquier precio

Para comenzar, habla de su niñez, de cómo su madre (que vivió 101 años) vivió por y para sus hijos. «Nosotras antes no teníamos más remedio que quedarnos en casa a cuidar a los hijos, la preocupación del marido era solo traer el dinero a casa y punto. Nadie se planteaba que eso pudiera cambiar, pero nos dimos cuenta de que aquello no era igualdad y las mujeres comenzamos nuestra lucha», relata. Es más, su padre (que murió a los 100), dice, cuando salía de trabajar en el taller se iba de vinos y le comentaba a su esposa: «Cuida de los hijos, que como les pase algo...» «Ahora pienso: ¿cómo era capaz de decir eso a mi madre? ¿Acaso él no tenía las mismas obligaciones de cuidarnos? Era un mundo que estaba hecho para el disfrute de los hombres», relata.

Lo que hoy observa en sus nueras (tiene solo hijos varones) y sus nietas dista mucho de la realidad a la que ella tuvo que enfrentarse. «Ahora, las mujeres sí que van a hacer trabajar a los hombres de verdad, y eso que yo casé bien, mi esposo era un caballero, un señor poco común», apunta Charito. Cuando echa la vista atrás, reconoce que le hubiera encantado estudiar en la universidad, pero que aquello estaba reservado para sus hermanos varones: «Si hubiera podido elegir, habría estudiado enfermería, me gustaba mucho ayudar y la guerra me quedó muy marcada. Pero bueno, tuve que resignarme», lamenta. Y es que para ella, el feminismo solo se conseguirá con educación. «Este es el mensaje que quiero mandar a las nuevas generaciones. Que estudien, que con una buena educación se puede conseguir todo y nosotras ahora tenemos las mismas oportunidades para poder ir a la universidad; estamos, incluso, más formadas que los hombres.

Con una buena educación veremos incluso pronto en España una mujer presidenta del Gobierno, claro que sí, como ya ha ocurrido por ejemplo en Reino Unido, donde hubo más de una y han demostrado ser muy competentes y trabajadoras», añade mientras mira a su amiga y compañera de Abuelas por Patones que comparte mesa con nosotros. En este pueblo de la Sierra Norte de Madrid (y que cada fin de semana se desborda de turistas al tratarse de un enclave único de la Comunidad) el viento pega con fuerza, pero aun así Charito no duda en salir al exterior para hacerse unas fotos. «Quién me iba a decir a mí que a mi edad me convertiría en la famosa de la familia», dice entre risas. Nos habla, por supuesto, de sus cuatro hijos, todos ellos varones, y cómo cuando eran pequeños les mandó a estudiar inglés, porque era necesario para triunfar en la vida.

Para Charito, la formación es la piedra angular de su discurso y el único modo para que la mujer conquiste lugares hasta ahora reservados solo para los hombres. «Yo ayudé mucho a mi esposo, Luis, en sus quehaceres. Él fue podólogo y yo trabajaba con él en la clínica como secretaria o ayudante en lo que me pidiera, eso sí, todo gratis, sin cotizar ni ver un duro», lamenta.

Cara a cara con Ayuso

Para esta anciana que desafía al paso del tiempo con una energía envidiable, ya es hora de reconocer lo que mujeres como ella hicieron durante años: «Siempre hemos trabajado más que los hombres. Ellos, antes, lo hacían 8 horas en la oficina, nosotras, aunque estábamos en casa, lo hacíamos durante 24 horas. Incluso, ahora, en muchos casos, se cree que la mujer, aunque trabaje fuera de casa, es la que debe de encargarse del cuidado del hogar y ese tipo de cosas. Aún queda mucho por hacer».

Aunque para esta mujer originaria de Bilbao «tampoco hay que pasarse con llegar a los puntos extremos». Y se explica: «Vamos a ver, si hay hombres y mujeres con la misma formación, lo suyo es que cojan al mejor. Lo que no me gusta es que el hombre ahora tenga que bajar la cabeza ante una mujer. Lo que hay que conseguir es que seamos iguales».

Ella ha tenido que enfrentarse a muchas actitudes machistas que en sus años de juventud se toleraban. «Pero tampoco vayamos a los extremos, ahora dicen que ni siquiera se puede piropear a una chica guapa por la calle. Yo recuerdo que en una ocasión, mientras bajaba por la calle Montera de Madrid, hasta cuatro hombres me empezaron a gritar: ‘‘Guapa, es usted igual que La Macarena, viva la madre que la parió’’. Y me fui tan contenta a casa, los piropos me hacían muy feliz», reconoce. Eso sí, lo que pide es que ningún hombre vuelva a aprovecharse de una mujer, y que todos aquellos que se sobrepasan vayan a la cárcel. «Es tremendo que haya hombres que las matan, esos son salvajes, no personas», apunta.

Con la sabiduría que aportan los años y las experiencias, tanto buenas como malas, que enriquecen al ser humano, Charito observa con cautela el mundo que deja a sus nietas. «Con la lucha que las mujeres han protagonizado estos años, creo que en general les dejamos un mundo más igualitario, mejor, y con menos piedras en el camino que las que nos hemos encontrado las de mi generación. Sin embargo, hay cosas que me siguen preocupando, como la falta de trabajo». De momento, ella seguirá luchando desde el asiento del Ayuntamiento que consiguió en mayo «y espero que pronto me reciba la presidenta de la Comunidad, Isabel Ayuso, para hablar de lo nuestro, el parking, que está muy bien debatir sobre feminismo pero no es lo único y a mí no me quedan muchos años», sentencia.

El cartero y los armarios

Las anécdotas de la vida de Charito son infinitas y las cuenta con una gracia merecedora de un monólogo de televisión. Relata que durante tres años se estuvo carteando con el que más tarde sería su marido. Él vivía en Madrid y ella en Bilbao. «Esperaba con tantas ansias que llegara el cartero, que pensé que de quien realmente me estaba enamorando era del cartero, le esperaba con unas ganas y una alegría...», se ríe. Luego, también entre carcajadas que, con el respeto oportuno a su marido, «fue el tener un armario propio lo que me llevó a querer casarme. Éramos cuatro hermanas y teníamos solo un armario para todas. Yo quería el mío propio y lo conseguí», dice.