Ley Seca

¿Y si dejas el alcohol (solo) en enero?

El “Dry January”, no beber durante el primer mes del año, se ha convertido en una tendencia global con seguidores en España

Una protesta bajo el lema "Queremos cerveza" durante la Ley Seca
Una protesta bajo el lema "Queremos cerveza" durante la Ley SecaLa Razón

En 1942, el gobierno de Finlandia se inventó una campaña para fortalecer a la población en tiempos de guerra. Lo llamaron “Sober January” (enero sobrio) y consistía en pasar el primer mes del año sin probar el alcohol. La medida fue replicada por Reino Unido en 2004 bajo el nombre “Dry January” (enero seco) para animar a los británicos a bajar un poco el pistón de los excesos navideños. Tuvieron un éxito notable: 17.000 ciudadanos dejaron de empinar el codo durante 31 días.

Hoy, 80 años después de la ocurrencia finlandesa, la cosa va camino de convertirse en una tendencia global (en el mundo anglosajón lo es desde hace años). En países como República Checa o Canadá, la hazaña se realiza en febrero. El reto está por todas partes en Instagram y otras redes sociales y existe hasta una aplicación (”Try Dry”, por ahora, solo en inglés) para ayudarnos a cumplirlo a rajatabla. Los beneficios de la abstinencia son los que se puede imaginar: la piel mejora, se duerme más profundo, aumenta la energía, se pierde peso, se ahorra dinero, más concentración y mejor ánimo, etc. Por encima de todos ellos, en realidad, está el interrumpir un hábito que se hace, en la gran mayoría de casos, por pura inercia.

Aunque el “Dry January” también tiene sus detractores, y siempre habrá agoreros que no quieran brindar contigo, ya existe evidencia empírica de los beneficios. Un estudio de la Universidad de Sussex realizado sobre una muestra de 800 personas que dejaron de beber aquel primer enero de 2014 concluyó que más del 70 por ciento mejoró considerablemente su relación con el alcohol y un 4% lo dejó definitivamente. Otra investigación más reciente del psicólogo Richard de Visser en 2018 indicó que el efecto del mes de abstinencia duraría, como mínimo, hasta agosto.

Es verdad que la forma de beber que tenemos en España, asociada a lo social, resulta más sana que en otros países, pero, aun así, el “Dry January” también convence aquí. Es el caso de Marta, que en enero del año pasado se puso a régimen etílico: “Lo hicimos mi marido y yo para animarnos. Lo vimos en Instagram y decidimos lanzarnos. La parte buena fue que dormí mejor, tuve más energía, perdí algo de peso y mejoró mi piel. Tengo rosácea y el alcohol no es demasiado bueno. No fue duro dejar el vino o los gin tonics… lo que más me costó fue la cerveza”.

Marta cuenta entre risas que “la vuelta fue gloriosa, eso sí. Con una Mahou helada”. Uno de los inconvenientes para ella fue que “te sientes un poco aislado porque nuestro ocio social está muy relacionado con la bebida”. Su marido duró aún más, extendió el ayuno hasta mediados de febrero y, quizá de resultas de aquel ejemplo, su hijo Pablo comenzó a ponerse en forma y aún no ha parado.

Es innegable que en España el hecho de no beber alcohol te convierte en un marciano. Y que uno tiene que aguantar los comentarios jocosos (también muy nuestros) de amigos y familiares sobre lo sano que te has vuelto. Pero también es cierto que se trata de una arraigada costumbre que no aporta demasiado, resaca y calorías vacías aparte. Toda la literatura científica reciente apunta a que cualquier consumo es pernicioso, hasta el más nimio, y que “nada” es mejor que “poco”. Esta ley seca con fecha de caducidad puede ayudar a tomar conciencia de por qué bebemos lo que bebemos y si de verdad es una elección nuestra. Y, a diferencia de los propósitos de Año Nuevo, solo dura 31 días.