Redes sociales

«Influencers» más allá del postureo

Mientras que en países como Noruega ya se regula la publicación de imágenes retocadas en las redes, hay jóvenes que luchan para abrirse hueco con contenidos de peso que huyen de la frivolidad

Algunos de los jóvenes que divulgan contenidos sociales a través de sus redes sociales
Algunos de los jóvenes que divulgan contenidos sociales a través de sus redes socialesLa Razón

Pocos conciben la vida sin redes sociales. Un arma de doble filo que genera una interconexión apasionante y al mismo tiempo una adicción rampante. En España, según Global Web Index, pasamos una media de una hora y 53 minutos al día viendo pasar imágenes, textos y vídeos desde nuestro smartphone. Más de 37 millones de personas usan las redes sociales, lo que supone un 80% de la población española, y el 98% accede a través de dispositivos móviles, según un estudio de Hootsuite y We Are Social. Las más utilizadas por los españoles son WhatsApp y YouTube, con un 89,5% y un 89,3% respectivamente, y Facebook (79%).

Vivir al margen de ellas se ha convertido en misión imposible, son una especie de dictadura blanda que marca la tendencia y los ritmos del siglo XXI. Tal es el impacto en la sociedad de estas redes que ya hay países donde se exige por ley indicar que las fotos están retocadas para evitar así caer en engaños que maltratan la salud mental tratando de alcanzar patrones imposibles. Así ocurre en Noruega, Reino Unido y Francia, por ejemplo y, en España, Más País ha presentado en el Congreso una proposición no de ley con este fin.

Mientras tanto, entre tal maraña de información y culto de vanidades, hay quienes también utilizan estos medios para ejercer el activismo. Un oasis en medio del desierto en cuyos perfiles puede encontrarse algo más que fotos retocadas o vidas ficticias. Son aquellos que podrían denominarse «influencers sociales», es decir, personas que utilizan las redes para concienciar sobre asuntos como el medioambiente, la igualdad o la salud mental. Temas que a priori parecen estar excluidos de este terremoto de postureo, pero que, sin embargo, también consiguen muchos adeptos.

Uno de estos casos es el de Eugenia Tenenbaum, de 26 años, que se ha convertido en una de las jóvenes más influyentes en cuestiones de género. A través de sus publicaciones, solo en Instagram suma más de 83.000 seguidores, busca concienciar sobre diferentes aspectos desde la perspectiva de género: «Desde que era adolescente me ha gustado utilizar las redes sociales como un espacio en el que hablar sobre mis inquietudes y aquellas cosas que me atraviesan, así que empezar a hablar de igualdad, feminismo y perspectiva de género a medida que iba aprendiendo y formándome al respecto surgió de manera natural», explica a LA RAZÓN.

Afirma que su intención nunca fue «hacerse un hueco» en el mundo virtual, «de hecho todavía a día de hoy me sigue sorprendiendo tener un altavoz y una comunidad como la que tengo». «Creo que las redes sociales son, dentro de lo que cabe, bastante imprevisibles: si no haces lo que haces porque te gusta y llena en sí mismo, es muy fácil caer en una espiral de frustración y acabar dejándolo». La mayoría de sus seguidores son mujeres españolas de todos los perfiles, desde adolescentes a profesionales maduras.

Ella lleva dos años como «divulgadora profesional», según lo define Eugenia, y confiesa que a día de hoy sigue funcionando «a base de impulsos» en cuanto a la preparación de sus contenidos. «Hay días en los que dedico más tiempo a investigar y contrastar fuentes, otros a escribir artículos y otros a los contenidos de Instagram». Aunque las redes sociales suponen una frivolidad ociosa, para esta gallega afincada a Madrid «tener acceso a ellas te ofrece la oportunidad de entrar en contacto con conversaciones, temas y debates a los que quizás no llegarías de otra forma. Son una esfera apartada de la vida real, forman parte de ella y, por tanto, utilizarlas mejor es construir un mundo más amable tanto dentro como fuera de ellas».

Pero no todo ha sido un camino de rosas, Eugenia también ha sufrido en ocasiones los ataques de «haters»: «Es muy difícil, por no decir imposible, generar contenido en redes y no sufrir malas experiencias, así que sí, por supuesto que las he sufrido. Desde campañas de acoso promovidas por hombres antifeministas, pasando por campañas de difamación y terminando por faltas de respeto o críticas destructivas».

Del «bullying» al éxito

Quien precisamente a través de estos mensajes negativos a pie de calle decidió promover la causa de la inclusión y la igualdad, en este caso en el deporte, es Fabri Orlandi, italiano afincado en Madrid desde hace 14 años, que busca la socialización a través del ejercicio. «Desde joven acarreaba muchos problemas de ‘’bullying’'. Hacer educación física en el instituto se convertía en un acto de violencia. Si eras diferente te machacaban. Con 22 años me mude a España y no había hecho deporte en mi vida porque pensaba que se iban a reír de mí, como ocurría en el pasado, pero decidí poner mi granito de arena para cambiar las cosas», detalla a LA RAZÓN.

Así, poco a poco, fue conformando tanto en su día a día como en las redes sociales un espacio seguro para personas del colectivo LGTBIQ+ y el deporte. Ahora tiene incluso su propio estudio de entrenamiento.

«Hay mucha gente que necesita abordar el deporte más desde el punto de vista psicológico que físico. Desde mis redes trato de animar a la gente para que no se sientan discriminados ni por su condición sexual ni por su físico. También hablo del cuidado, de la salud física, sexual y mental», apunta Fabri, que roza los 70.000 seguidores en Instagram. Además, insiste en que lo que él trata de mostrar a través de su perfil es la normalidad, sin retoques ni ediciones fotográficas.

Ésta es también la intención de María Negro, en su caso, a través de la divulgación de contenidos basados en la sostenibilidad. Esta madrileña de 36 años con más de 20.000 seguidores en IG, puntualiza que no hay que «demonizar las redes», pero «sí evitar ser pasivos ante ellas». «Es cierto que cuesta abrirse camino en ellas con este tipo de contenido. Yo empecé hace siete años y sobre todo lo hacía a través de blogs y eso me ayudó a posicionarme luego con las nuevas plataformas», dice.

Tras trabajar varios años en agencias de comunicación en Madrid y Londres constató que lo suyo era lograr un impacto positivo en el mundo «y servir para mejorarlo dando voz a proyectos de sostenibilidad». Así que se puso manos a la obra.

Miedos e inseguridades

Tal ha sido su éxito que ahora incluso tiene libro propio en el mercado «Cambia el mundo» (Planeta) donde aporta las claves para minimizar nuestro impacto ambiental. Para convertirse en una «influencer» de la sostenibilidad, asevera que ha «estudiado mucho», incluso comparte en tiempo real sus aprendizajes: «Las plataformas como IG hay que cogerlas con cuidado porque pueden generar mucha frustración y obsesión». De hecho, según los expertos sanitarios, el uso abusivo de estos medios de interacción pueden derivar en problemas graves como la depresión y ansiedad.

Y es en este aspecto en el que el joven valenciano Adrián Saura decidió volcarse para hacer un proyecto con el que hacer hincapié sobre la salud mental de la juventud. Su éxito le ha hecho merecedor de uno de los galardones Efecto MIL de la Fundación Atresmedia. «Algún amigo mío había pasado por una situación complicada. Incluso yo después de la pandemia también me sentía raro. A través de las redes veía que los jóvenes tenían problemas. Así que decidí centrar mis proyecto en este tema», relata a este diario.

Él es amante de las redes y de hecho las usa como «portfolio» para promover sus trabajos. «Buscaba que a través de trabajo, jóvenes que estuvieran atravesando un mal momento pudieran sentirse identificados y encontrar un lugar común para desahogarse». Es más, asevera que las redes sociales pueden ser un punto de encuentro donde más allá del exhibicionismo haya también espacio para compartir miedos e inseguridades.