Educación sexual
Las secuelas de la hipersexualización de los jóvenes en las redes
La constante exhibición y culto al cuerpo de los adolescentes perpetúa patrones nocivos para las relaciones sexuales sanas
A priori podría pensarse que los jóvenes están mucho más preparados y con conocimientos más firmes, respetuosos, igualitarios y seguros sobre el sexo. Sin embargo, recientes estudios demuestran que, pese a que disponen de información más accesible sobre esta materia en comparación con generaciones anteriores, lo cierto es que se siguen repitiendo patrones y problemáticas de antaño.
Una encuesta realizada hace unas semanas por la Sociedad Española de Contraconcepción (SEC) afirmaba que una de cada cinco mujeres jóvenes no utiliza ningún método de anticonceptivo, que el 43% ha recurrido alguna vez a la píldora del día después y el 57% aseguraba mantener sexo sin deseo. Una preocupante radiografía que pone el foco en la deficitaria y poco rigurosa educación sexual que reciben los adolescentes a lo que se suman los estereotipos hipersexualizados que bombardean las mentes de los jóvenes a través de las redes sociales cada día.
Según la ginecóloga y divulgadora Miriam Al Adib «no solo los jóvenes tienen que recibir una correcta educación sexual. En mi consulta me encuentro con situaciones similares a las que viven los adolescentes, pero en personas de 40 o 50 años que han tenido sexo sin preservativo y ha pasado lo que podría pasar. Si esto le ocurre a una persona adulta cómo vamos a decirle algo a los adolescentes», reconoce. En este contexto desalentador, esta escritora y divulgadora acaba de publicar el libro «Hablemos de adolescencia» (Oberon) en el que desgrana la sexualidad desde un punto de vista biológico, humano y sentimental.
De hecho, además de la literatura, ella misma utiliza las redes para concienciar sobre ello. Tan solo en Tiktok suma más de 180.000. «Los adolescentes están sometidos a un bombardeo constante donde se promueve un tipo de sexualidad que no está basada en la libertad sino en la hipersexualización. Actualmente, cuando se imparte educación sexual parece que son clases de Biología, se deja a un lado el vínculo, el placer, el amor. Si se basa solo en ‘’ponte el preservativo’', algo tan mecanicista, no cubrimos las inquietudes de los jóvenes y van a buscar la información donde no deben, en internet», puntualiza la doctora.
Según ella, la relación con el sexo sigue sin ser la adecuada, entre otras cosas porque se identifica «la libertad sexual con acostarse con cualquiera y es un error. Eso es banalizar el sexo. La libertad sexual pasa por saber qué te gusta sin hacerse daño a uno mismo ni a los otros. Aun así, la referencia más idónea para solucionar dudas no es internet, que es donde acuden todos a la primera de cambio». Y es precisamente a través de la red donde también recurren a la pornografía, que perpetúa patrones cosificadores y roles equivocados.
«El porno es coitocentrista y ese el problema de todo porque genera muchas frustraciones. Además, en la pornografía, la mujer tiene un rol completamente pasivo, como si fuera un recipiente. En este tipo e contenidos todo se realiza en pro del placer masculino, el de ella no importa. Además, se romantiza el maltrato a través de la porno y es esta la información que todo el día llena nuestra mente y afecta a cómo nos relacionamos». Con este tipo de conductas, añade la experta, las mujeres deducen que cuánto más atractivas sexuales sean, mejor, pero dejando a un lado el disfrute.
Madurez de género
A todo ello hay que sumarle ahora el efecto de las redes sociales donde la hipersexualización es constante y tiene «secuelas» bastante nocivas: «Todo está sexualizado y de una forma soez, excesiva y desagradable. Yo utilizo mucho las redes y es tremendo. Todo este tipo de postureo parece que genera muchos seguidores. Cuanto más te exhibes más clicks tienes. Cuando más sexualizado, mejor»
La ginecóloga Al Adib comparte desde hace años muchos contenidos divulgativos en las redes y reconoce que esa selva digital «tiene un arma de doble filo». Resulta innegable la capacidad de interconexión que se consigue a través de ellas, pero, a su vez, supone una esclavitud tanto física como mental. Cuando se le pregunta sobre el porqué del estancamiento de roles sexuales en referencias del pasado ella apunta a la eterna dicotomía entre placer y reproducción.
«La sexualidad no debería hacer diferencias entre ambos conceptos, pero se sigue haciendo. Antes. el sexo era sinónimo de reproducción, hoy lo es de placer. Lo que ocurre es que tanto antes como ahora, la fémina es un objeto, antes de reproducción y ahora de placer. Se perpetua el papel de la mujer ideal como un modelo lineal, hipersexualizada, algo que afecta negativamente tanto a ellas, en primer lugar, como a ellos».
Y es que, en definitiva, las mujeres continúan siendo «víctimas de nosotras mismas, de la cultura que nos atraviesa» y lo que ocurre es que «este tipo de relaciones se pueden convertir en violencia simbólica, en la que las personas que están reprimidas son cómplices de los represores».
En su libro, Al Adib también hace hincapié en las reacciones impulsivas de los adolescentes que derivan de la falta de desarrollo completo de la corteza prefrontal del cerebro que es la que conduce al raciocinio y la toma juiciosa de decisiones. Por este motivo, resulta inevitable preguntarle, como experta, sobre la capacidad de un adolescente a la hora de decidir un cambio de género. «No hay una respuesta para todo el mundo sea igual, es algo que debe de tratarse de manera individualizada. La toma decisión debe ser lo más juiciosa posible y con un equipo multidisciplinar siempre al lado. Cada persona es un mundo y no se puede hacer una ley que valga para todos. Esto no es un juego», sentencia.
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