Así fue la capilla ardiente
Tirón popular para honrar al Pastor sabio
En la primera de las tres jornadas del velatorio de Benedicto XVI se calcula que más de 65.000 personas han visitado la basílica de San Pedro
Hay quien dejó sembrar la duda sobre el respaldo popular a Benedicto XVI cuando fue elegido Papa. Y también en su despedida. Durante su pontificado, su trilogía sobre la vida de Jesús que firmó como Joseph Ratzinger le encumbró como «best seller» sin buscarlo. Y llenó estadios y aeródromos como antaño Juan Pablo II. Hoy tampoco se ha quedado atrás. Evidentemente el largo pontificado de un pastor carismático como Karol Wojtyla en un continente europeo católico de serie hizo que su despedida fuera magna en materia de masas. Sin embargo, la capilla ardiente del pontífice alemán que se abrió oficialmente a las nueve de esta mañana no fue ni mucho menos un acontecimiento que se desarrolló a medio gas o falto de fervor a pie de calle.
Según datos facilitados por el Vaticano, solo en las primeras cinco horas del velatorio había pasado a los pies del Altar de la Confesión y del baldaquino de Bernini unas 40.000 personas, por lo que no sería errado aventurar que al final de la jornada de hoy más de 65.000 peregrinos hayan presentado sus respetos al Papa.
Doce horas por delante
Mañana, durante 12 horas, continuará el maratón de condolencias en la segunda jornada de exposición del cadáver del que fuera Obispo de Roma y que murió en la mañana del 31 de diciembre. La media de espera para acceder a la basílica de san Pedro hoy ha sido de unas dos horas, con el correspondiente control policial incluido, y es previsible que el tiempo pueda aumentar a partir de mañana, a medida que se acerque la fecha del funeral el próximo 5 de enero y se dispare la llegada de peregrinos llegados de todo el planeta.
Los más madrugadores llegaron a las cinco de la mañana a las inmediaciones de la plaza epicentro del catolicismo que se ha acordonado hasta dejar únicamente cuatro accesos para la multitud congregada.
A las siete de la mañana, antes del amanecer, tuvo lugar el traslado privado con los restos mortales del Papa desde la capilla del convento Mater Ecclesiae, la residencia de Joseph Ratzinger en la última década desde que decidió renunciar a la sede de Pedro. Desde la que fuera su casa, partió la comitiva entre los que se encontraban los más allegados, entre ellos, su secretario personal y confidente, Georg Gänswein, que ha ejercido de anfitrión desde que se instalara el velatorio privado el pasado sábado.
Fue el cardenal Mauro Gambetti, vicario general para el Estado de la Ciudad del Vaticano y arcipreste de la Basílica de San Pedro, quien ha presidido el traslado a través de un rito privado, que duró unos cuarenta minutos y al que no asistió Francisco.
Abiertas las puertas de la basílica a la hora comprometida, han sido los propios responsables de la seguridad del templo y los ujieres quienes permitieron que la espera en la fila no se extendiera en demasía. Solo una inclinación o una señal de la cruz ante el difundo Benedicto XVI, sin tiempo para pararse, lo justo para echar un vistazo al catafalco recubierto de terciopelo, pero con poco margen para grabar en la retina poco más que el rostro de serenidad, la casulla roja y el rosario entrelazado entre sus manos. Los duchos en la materia echan en falta el palio que rodea los hombros como símbolo de gobierno episcopal en activo. De hecho, será enterrado con él a un lado en el ataúd, como sucede con los obispos eméritos.
Cañizares al frente
Durante los primeros minutos del velatorio acompañó a los asistentes Gänswein, que también fue el encargado de recibir a los más madrugadores, entre ellos, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. Junto a ella, el presidente de la República italiana, Sergio Matarella, que acudió acompañado por su hija Laura. Entre los eclesiásticos presentes en esos momentos se encontraban el cardenal arzobispo emérito de Valencia, Antonio Cañizares; el cardenal vicario general emérito de Roma, Camillo Ruini, y el presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cardenal germano Walter Kasper.
Entretanto, se van desvelando más detalles de las exequias. Con la delicadeza propia de la diplomacia de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, se ha comunicado a todas los países que no se tratará de un funeral de Estado al no haber fallecido Joseph Ratzinger en el ejercicio de su cargo. Sin embargo, sí se ha transmitido a la par que serán bienvenidas todas las autoridades más allá de las únicas delegaciones oficiales en estos casos, que son la italiana y la alemana natal del pontífice. O lo que es lo mismo, desde el punto de visto eclesiástico se le despedirá con todos los honores de un Papa, pero desde la perspectiva civil no se está reclamando una presencia de primer orden.
Desde España
La Reina Sofía, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, serán las autoridades españolas que acudirán el jueves al funeral. La ceremonia, presidida por el Papa Francisco, será inédita, y en ella solo habrá dos delegaciones oficiales, las de Italia y Alemania. El resto de autoridades que deseen acudir, lo hacen a título personal. Además, al menos media docena de obispos españoles acudirán al funeral y diferentes diócesis celebrarán misas esta semana en recuerdo del Papa emérito.
Al frente estarán el presidente del Episcopado, el cardenal Juan José Omella, así como el vicepresidente, el cardenal Carlos Osoro. A ellos se unirá, entre otros, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Toledo, Francisco César García Magán.
Siempre estaba pendiente de sus colaboradores
El actual limosnero pontificio, el cardenal Konrad Krajewski, maestro de ceremonias bajo el pontificado de Benedicto XVI, ha definido hoy al difunto Papa emérito como «un gran teólogo» y una persona «de gran humanidad» que «siempre estaba pendiente de sus colaboradores». «Recuerdo su enorme amabilidad, su sencillez». «Cuando murió mi madre me preguntó cómo había sucedido, qué edad tenía. Era muy, muy sencillo, muy familiar, muy amable», rememora el purpurado.
Enterrado en la tumba de Juan Pablo II
Incógnita resuelta. Benedicto XVI será enterrado en la tumba que ocupó Juan Pablo II en la cripta dedicada a los pontífices bajo la basílica de San Pedro. Lo ha confirmado hoy el portavoz vaticano, Matteo Bruni, que explicó que Ratzinger había dejado dicho, como relató su biógrafo Peter Seewald, su deseo de ser enterrado en ese lugar de las grutas vaticanas ocupado por los restos de Wojtyla hasta mayo de 2011, cuando el ataúd fue de nuevo expuesto en la basílica de San Pedro tras ser beatificado por el papa alemán.
La que será la tumba del pontífice emérito perteneció a Juan XXIII y se encuentra a pocos metros de la de San Pedro y ante las sepulturas de dos reinas, Cristina de Suecia y Carlota de Chipre.
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