4F: Día Mundial del Cáncer

Cristina Domínguez: “He muerto muchas veces en el escenario, en la vida real no me dio la gana”

Mariano Barbacid, el científico incansable, y la soprano invencible, Cristina Domínguez, que le lleva ganados ocho años de partido a su cáncer. Dos caras de la misma realidad, frente a frente. La Fundación Cris contra el cáncer hace posible el encuentro.

No se conocían personalmente, pero, en cuanto se vieron, surgió la magia. Mariano Barbacid, el investigador español de referencia mundial en el ámbito del cáncer, reserva una mañana de su apretada agenda para conocer y charlar con la soprano Cristina Domínguez, una de las voces más maravillosas de la lírica patria. Aunque hay muchas cosas que les unen (a él le encanta la ópera y a ella la Medicina y la ciencia), su encuentro viene motivado por el Día Mundial del Cáncer, la enfermedad sobre la que él lleva más de 40 años investigando y a la que ella se enfrenta desde 2015. La Fundación CRIS contra el cáncer, la entidad que mayor esfuerzo inversor hace en España para la investigación sobre la enfermedad, lo hace posible.

David frente a Goliat

Barbacid es conocido como «el hombre que hirió el ojo del cíclope», un sobrenombre que refleja a la perfección la magnitud de sus hazañas. Y es que este bioquímico fue la primera persona en el mundo que aisló un gen humano capaz de causar cáncer –el oncogén– e identificó la primera alteración molecular implicada en el desarrollo tumoral. Su hallazgo, en los años 80, fue la piedra sobre la que se construyeron las bases moleculares del cáncer, dando lugar a un nuevo campo de estudio, el de la oncología molecular, que ha permitido salvar millones de vidas.

Ese fue el principio de una prolífica carrera que incluye hitos como haber apostado, como vicepresidente de la Oncology Drug Discovery, por la medicina de precisión y los fármacos selectivos inhibitorios, cuando nadie podía siquiera imaginar que algo tan costoso y poco rentable pudiera hacerse realidad. Pero él siempre ha ido un paso por delante en lo que respecta al conocimiento profundo del «enemigo».

En 1998, Barbacid se responsabilizó de la creación en España del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), al que llevó a la excelencia convirtiéndolo en uno de los siete mejores centros de investigación oncológica del mundo. Acumula los premios más importantes que se pueden conceder en nuestro país a un científico y, en octubre del año pasado, recibió el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, en el área de biología, por sus contribuciones pioneras y reconocidas internacionalmente en el campo de la oncología molecular, donde ha alcanzado posiciones de liderazgo mundial, además de contribuir al desarrollo de la investigación en cáncer en España y a la formación de una nueva generación de investigadores.

De los más de 100 tipos de cáncer que existen en el mundo, al que el científico ha dedicado media vida, es al de páncreas. Cuarenta años después de que descubriera el oncogen que lo causaba (de nombre, KRAS), aun no se ha podido avanzar nada en su abordaje. «Actualmente no hay ningún fármaco efectivo contra él, solo en investigación con animales hay proyectos esperanzadores. Se sigue tratando a los pacientes con terapias del siglo pasado y la inmunoterapia no funciona en este tipo de cáncer, que es el tercero que más muertes causa. Sólo el 5% de las personas que lo sufren se curan», explica a este periódico.

El científico lidera el proyecto de investigación en cáncer de páncreas de la Fundación CRIS (Cancer Research Innovation Science) contra el cáncer,la fundación de referencia en nuestro país y la que más invierte en proyectos científicos. Y ese es el nexo de unión con la soprano Cristina Domínguez, tanto el tipo de cáncer como la apuesta por esta fundación que, actualmente, y tiene unidades propias de terapias y ensayos en los principales hospitales como La Paz, el 12 de Octubre, el Clínico San Carlos o el Valle de Hebrón, y centros de investigación como el CNIO.

CRIS contra el cáncer ha invertido hasta la fecha casi 30 millones de euros, puesto en marcha 418 ensayos clínicos en Unidades CRIS y Proyectos CRIS, con 198 investigadores/as, lo que supone 81 líneas de investigación. Todo este caudal humano y de recursos se ha traducido en más de 40 innovadores y nuevos tratamientos desarrollados por todos estos equipos CRIS en los países donde están implantados, lo que supone más de 11 millones de potenciales beneficiarios/as anuales de estos avances.

Lugares comunes

Cristina no es uno de ellos porque los conoció cuando ya había pasado la peor parte de su enfermedad, pero si se ha convertido en colaboradora para poder ayudar a la gente que no tiene la suerte y los recursos que ella tuvo. «Estoy plenamente convencida de que solo la investigación puede salvar vidas. Si yo estoy aquí ahora es gracias a eso, y no hay nada más importante que yo pueda hacer por los siguientes que ayudar a que personas como Mariano puedan seguir estudiando el cáncer para saber cómo cronificarlo y dar a los que lo padecemos tiempo y calidad de vida», detalla.

La soprano fue diagnosticada en 2015 de un cáncer de páncreas, que había hecho metástasis en el hígado (18 lesiones) y en el pulmón. «¿Era un adenocarcinoma de páncreas?», le pregunta Barbacid. «Si, adenocarcinoma de páncreas en la cabeza», contesta ella. El investigador hace un gesto sorprendido, «has tenido mucha suerte. Entiéndeme, suerte sería no haberlo tenido, pero estar aquí, contándolo... muy pocos sobreviven a los cinco años, solo un 5%».

«El muerto lo pongo yo»

Las preguntas y las respuestas salen solas; uno frente al otro, investigador y paciente; las dos caras de la enfermedad más letal del mundo, el cáncer de páncreas, en la que el 75% de los pacientes no supera el primer año.

«Me dieron tres meses de vida. Lo primero que pensé fue: ‘bueno, eso habra que verlo’», explica Cristina. «Usted dígame que tengo que hacer, cuales son mis opciones, y el muerto, si es así, lo pongo yo», le dijo al médico. «En mis papeles siempre tengo que morir –dice en referencia a los personajes que interpreta en sus óperas (Tosca, Madame Butterfly, Lady Macbeth) ; en la vida real, simplemente, no me dio la gana», sentencia, causando las carcajadas del investigador, y una mirada de admiración.

«Cuarenta sesiones de quimioterapia, con folfirinox y capecitavina», señala Cristina, y Barbacid añade «eso solo lo aguanta la gente joven, y no toda, hay que tener mucha fortaleza física y mental».

«Yo salía del hospital en silla de ruedas. Te tumba. Te dan temblores por tomar o tocar cualquier cosa fría. Te sientes como si te hubieran metido por las venas un raticida, veneno. Tienes la sensación de que estás haciendo algo que te va matando poco o a poco», describe la soprano. «Es que te estabas envenenando, no es solo una sensación», apunta Barbacid, «lo que pasa es que, afortunamente, las células tumorales son más ‘débiles’ que las sanas, y, si el cuerpo lo aguanta, pues la quimioterapia las mata, pero claro, con unos efectos secundarios tremendos. El gran problema es que con el cáncer de páncreas la inmunoterapia no funciona, y no hay nada más. Los pocos pacientes a los que se puede tratar reciben fármacos del siglo pasado, medicamentos muy fuertes que muy pocos toleran».

Cristina responde. «Yo hice muchas cosas mientras me sometía a la «quimio». Probé muchas terapias alternativas para desintoxicarme y paliar los efectos negativos de la medicación. No para curarme, porque sabía que eso no iba a funcionar, sino para que mi organismo estuviera más limpio y pudiera soportarlo. Gracias a mis hermanas –que son como dos valkirias, y tampoco se rindieron– probé muchas terapias: masaje craneosacral, me inyectaba vitamina C, entre otras . Mi cuerpo me pedía meterme en la cama y no salir de ahí, pero no me dejé. Yo solo pensaba que tenía que haber una salida».

«¿Y la voz?», le pregunta el investigador. «Más que la voz, era la fortaleza física que hace falta para interpretar. Aun así yo nunca deje de cantar. Me daban «quimio» una semana y, en las dos siguientes de descanso, me intentaba recuperar. He llegado a actuar en el Teatro Real en esa época», destaca.

“Viva”, la enfermedad hecha lírica

El pasado 5 de noviembre, la soprano presentó en el Auditorio Nacional de Madrid su nuevo trabajo “Viva” un espectáculo en el que la artista reflexiona sobre su propia experiencia con el cáncer, y sobre las etapas de la vida. La mejor parte son sus ‘Canciones singulares’, escritas por el compositor Joan Valent, que son un recorrido por las cuatro etapas de su vida: el nacimiento, la juventud, la madurez y la enfermedad.

Domínguez lo explica con sus propias palabras. “La primera- ‘El primer sueño’- empieza con los latidos del corazón- la percusión-, y te habla de como sales del viente de tu madre, como ves la luz por primera vez, tus primeros sentidos. La segunda, ‘Si te alejas’, es la juventud, esos años maravillosos en los que vives intensamente, los primeros amores, la sensación de volver caminando por la playa de una fiesta noctura, y ver amanecer y pensar: ‘me explota el corazón de amor’. De ahí llegas a la madurez (representada en la canción ‘La geografía de la piel’). Un día te miras en el espejo y no te reconoces. Piensas: ‘¿quién es esta persona de aquí enfrente? Es el cauce del rio, la desembocadura, donde confluye todas las experiencias que has tenido. La última es la más difícil, tanto técnica como anímicamente. Es la enfermedad. Se titula ‘Los ríos de mi cuerpo’ y, los rios, son una alegoría de las venas, que llevan la sangre enferma. Hay una diferencia brutal entre el color de una sangre sana, que es rojo intenso, y el color anaranjado parduzco de una enferma, que no tiene globulos rojos. Y ese es el pardo que muta”.