V de Viernes

Agromobing

Productores del Campo de Cartagena denuncian que se aprueban leyes para obligarles a malvender sus tierras para huertos solares

Ilustración de portada : agromobing
Ilustración de portada : agromobing La Razón

Los agricultores del Campo de Cartagena están al borde de tirar la toalla. Un alud regulatorio está convirtiendo en inviable la actividad agraria en una comarca que nutre de hortalizas frescas a buen precio los supermercados españoles y de buena parte de Europa. Una de esas normas de reciente aprobación es la mal llamada ley del Mar Menor, que está propiciando un nuevo tipo de «mobbing», el «mobbing agrario», ya que la ley asfixia a los agricultores y obliga a convertir regadíos en terrenos baldíos. Y en este contexto, «sin duda planeado a conciencia porque en Murcia siempre tenemos sol», los agricultores sucumben a la presión de los fondos de inversión internacionales para convertir tierras de cultivo en campos de placas fotovoltaicas.

La subida de precios de los insumos agrícolas, como los fertilizantes y el combustible, ha puesto en jaque la rentabilidad de sus negocios. Además, las excesivas trabas burocráticas, la falta de apoyo gubernamental y los intereses especulativos de los productores de energías renovables componen un cóctel perfecto para que estos trabajadores de la tierra pierdan la esperanza, mientras se abre una brecha de desconfianza entre los agricultores murcianos y los políticos locales.

Para tocar tierra y conocer de primera mano qué está pasando en el Campo de Cartagena hemos tenido la oportunidad de hablar con tres veteranos agricultores.

Mariano Melillas es un agricultor de tercera generación, que ha dedicado toda su vida al campo, pero que en los últimos años ha visto cómo su trabajo se ha convertido en una tarea cada vez más difícil y poco rentable. Ahora, ya retirado, su hijo y su hija se encargan de su finca en el Campo de Cartagena; todos ellos están preocupados por el futuro de su forma de vida. «Si no cambian las cosas, el campo murciano está sentenciado», dice Mariano.

«Sólo me permiten utilizar abonado orgánico y eso hace que, en los meses de frío, al prohibir el nitrato, las plantas no crecen, o cuando crecen no lo hacen en suficiente cantidad o tamaño para poder entrar en los supermercados. De esta forma, se genera un problema tanto para los agricultores como para los consumidores, que se encuentran con escasez de determinados productos», explica.

Recrimina la prohibición del nitrato por, «según dicen desde las altas esferas», ser una de las razones por las que se contamina tanto el Mar Menor. «Una mentira más», sentencia.

Un reciente estudio de AgroIngenieros por el Mar Menor determinó que los niveles de nitrato en las aguas del Mar Menor eran menores que los de los años 70 u 80. Además de la falta de apoyo oficial, Mariano incide en la indefensión que siente ante los productores de energía renovables. «La declaración por ley de mi terreno como de secano me da una rentabilidad insuficiente y eso me deja en una situación vulnerable ante la expropiación para la instalación de placas solares», comenta. «Aprueban leyes para obligarnos a malvender nuestras tierras a fondos especulativos que alicatan el campo con un mar de placas solares», añade.

El campo es su vida, su pasión, pero las dificultades son cada vez mayores. «Estamos preocupados por el futuro. Si no hay cambios, no sé cómo vamos a seguir adelante», concluye.

Agricultores de Murcia: Mariano Melillas
Agricultores de Murcia: Mariano Melillas Juan Carlos Soler

Mariano Melillas es agricultor de tercera generación ya retirado

Aumento de costes

Adela García Armero es una mujer agricultora de 54 años que se dedica al cultivo en unas 70 hectáreas de terreno. Es la primera mujer en obtener la Titularidad Compartida de su explotación agraria. Sin embargo, a pesar de todos sus logros, Adela está preocupada por el futuro del campo. «Ahora afronto una crisis muy grave debido al aumento de los costes de producción, que no hacen más que subir mientras los productos que vendo no suben de precio».

Además de los precios, Adela se siente decepcionada por la imagen que se está vendiendo de los agricultores murcianos. Siente que es injusto que se culpabilice a todo un sector de la contaminación del Mar Menor. «A pesar de que se ha demostrado que la agricultura no es la principal causante de estos problemas, se nos estigmatiza por ello. La contaminación no viene del nitrato, sino del fósforo y el amoniaco que surgen de las aguas residuales, no del campo» afirma.

No hay futuro

Pedro León es un vecino de La Puebla que ve la situación tan mal como Adela. Pedro es un hombre luchador, que ha dedicado toda su vida al campo, pero también en este caso está enfrentando dificultades enormes. Según Pedro, «si la tierra no da rentabilidad y las empresas solares ofrecen dinero a cambio de la luz, al final la pura lógica del mercado es que la gente acabará dejando el campo».

Pedro se queja de que los agricultores murcianos están siendo víctimas de un plan legislativo, aprobado por el Gobierno regional mediante la Ley 3/2020, que promueve sustituir las tierras de cultivo de alimentos por plantas fotovoltaicas. A pesar de que varias asociaciones de agricultores lo han denunciado, sus lamentos caen en saco roto. «Esta tentación de vender las tierras está haciendo que se pierda una tradición que se remonta a muchas generaciones atrás», cuenta con tristeza.

Con la llamada ley del Mar Menor dicen estar abocados a la desaparición: «Se nos condena a la extinción», proclaman. Insisten en que es esencial que se realicen «modificaciones legislativas, que los fondos buitre especuladores abandonen sus intereses para convertir la Región en un mar de cristal a costa de la agricultura productiva». «Los habitantes de las ciudades deben saberlo: si nos siguen estrangulando, los precios seguirán subiendo y subiendo en los supermercados, porque cada día hay menos agricultores y superficie de cultivo».

Agricultores de Murcia: Paco León y Adela García
Agricultores de Murcia: Paco León y Adela García Juan Carlos Soler

En la imagen Paco León y Adela García posan delante de sus tierras de cultivo