Entrevista
Andreu Escrivà: "Hay demasiado ecopostureo; nos meten muchos goles, como el coche eléctrico"
En "Contra la sostenibilidad", este divulgador pone el foco en términos como "eco" o "bio", tan banalizados que se han vaciado de contenido
Andreu Escrivà, ambientólogo y divulgador científico, saca los colores en su tercer libro a las empresas que practican el «ecopostureo»; esto es, aparentan ser más verdes de lo que son. En «Contra la sostenibilidad» (Arpa), denuncia que hemos vaciado de contenido tantos términos que ya no sabemos lo que hay que hacer.
Hay mucho ecopostureo, ¿no?
Muchísimo. Lo que ocurre es que mucha gente se da ya cuenta de los goles que nos están colando con el coche eléctrico, ciertos temas de ropa, de la industria cosmética... Palabras como sostenibilidad, economía circular, verde, bio o eco se han banalizado. Detrás de esa fachada verde hay muchas cosas que no sostienen. Los casos más sangrantes son los de ciertas eléctricas, petroleras y bancos. Cuando uno rasca un poco se ve rápido. Mientras que a todos se nos exigen cambios de calado, vemos que las empresas siguen haciendo lo de siempre como siempre.
Dice que no basta con reciclar el plástico o ir a la compra con una bolsa de tela.
No impugno el proceso de reciclaje una vez que hemos consumido el plástico o el cartón. La cuestión es que mucha gente cree que con depositarlo en el contenedor correspondiente ya está todo hecho. Ese plástico ha tenido un impacto medioambiental y lo va a seguir teniendo. Para empezar, hay muchos materiales que no acaban siendo reciclados porque es muy difícil. Y solo se recupera una parte. Hay que cambiar cómo funciona la economía. En lugar de ponernos la responsabilidad a los ciudadanos, hay que fijarse en la producción y no sobreenvasarlo todo. Soluciones estructurales.
Esto de que el reciclaje es un cuento y que todo acaba en el mismo sitio, ¿es una leyenda urbana?
El origen no es del todo incierto porque ha habido malas prácticas hace unos años. Lo que la gente tiene que saber es que ahora puede confiar en que termine donde tiene que hacerlo.
Usted dice que estamos un poco obsesionados con el plástico.
Mucho. Está claro es que es un problema ambiental enorme, pero hay muchos que creen que es el gran responsable del cambio climático y no es así. Tiene su origen en el consumo de energía y en el uso de la tierra. El desperdicio alimentario también supone una cantidad de emisiones enorme, es comida que se ha producido con fertilizantes, que se ha tenido que transportar. Cuando se pudre también emite gases. A veces doy una charla de una hora sin mencionar el plástico y luego todas las preguntas van sobre eso.
Luego está el agobio del ciudadano, la «ecoansiedad».
Es que este marco individualista genera un estrés tremendo y ya tenemos vidas lo suficientemente complicadas. La sostenibilidad no debería ser un estilo de vida caro, no puede depender de las condiciones individuales. Nos lo tienen que poner fácil y un buen ejemplo es el transporte público.
¿Hay que sacrificar el PIB para ser más sostenibles?
Hay que asumir que tenemos unas limitaciones en el planeta. La Tierra tiene recursos limitados, como los combustibles fósiles o algunos minerales. Hay que ir ajustándose. Una cosa es que dejemos de crecer en el uso de ciertos materiales y otra cosa es retroceder en bienestar. El PIB ya no tiene ningún sentido como indicador de crecimiento.
Creo que es un gran defensor de la jornada de cuatro días.
Todos los estudios remarcan que hay más productividad, menos bajas, mejor ambiente... Desde un punto de vista capitalista, interesa. Uno de los grandes obstáculos para la sostenibilidad es la falta de tiempo, hacemos muchas cosas como coger el coche o comprar comida envasada precisamente por eso.
Parece que todo es economía circular, hasta que un tipo coja un Uber y se haga unas horitas.
En teoría es cerrar los círculos, que los materiales que entran en el sistema se recirculen en el sistema productivo. Actualmente, el 90% de los materiales que consumimos en el mundo son frescos, directos de extracción. Estamos muy lejos de nada que se pueda parecer a economía circular. Como mucho, nos acercaremos a una espiral.
¿Cuál es su pecado ecológico confesable?
Lo que más me cuesta es la dieta, aunque he reducido mucho la proteína animal. No he eliminado del todo la carne y la leche de vaca. Trato de comer siempre piezas que sé de dónde vienen, cómo se han criado. Y hago los lunes sin carne. Es verdad que es una dieta más cara. Por ejemplo las ostras, que son consideradas elitistas, son de lo mejor que se puede comer en cuanto al cambio climático. Es una de las proteínas más baratas en emisión de Co2. Otra incoherencia puede ser que igual he ido a dar una charla sobre cambio climático en Cercanías y he tardado cinco horas y luego me han invitado a una cerveza con una tapa con chorizo y me la he tomado. No todo son las emisiones de carbono, prefiero la vaca en extensivo que el cerdo en macrogranja.
¿Qué opinión le merece la energía nuclear?
Creo que son unas muletas que ahora necesitamos, pero el futuro no es nuclear. No es renovable. Se suele caricaturizar a los antinucleares y lo cierto es que con decir que es una energía cara y lenta, vale. No tenemos ni los quince años ni los 20.000 millones de euros que harían falta, que estarían mucho mejor invertidos en mejorar la red de transporte público, por ejemplo.
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