Un año de la muerte del Papa
Benedicto XVI, un sabio para la Iglesia
El pontífice falleció en Nochevieja dejando un importante legado cultural y filosófico. Fue autor de tres encíclicas y de varios libros
El pasado 31 de diciembre el mundo se despertaba con la noticia del fallecimiento de Benedicto XVI, el Papa de la renuncia, a los 95 años. «Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas, en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano». Así rezaba el escueto comunicado del director de la oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, para dar a conocer el fatal desenlace. La muerte del pontífice supuso una revolución a la hora de preparar las celebraciones, ya que no había precedentes de un Papa en el ejercicio de sus funciones que fuera a presidir el funeral de su predecesor. Aunque el arzobispo Georg Gänswein había comentado en público tiempo antes que el Obispo emérito de Roma «se apaga como una vela: lenta y serenamente» nada hacía presagiar que el desenlace fuera a producirse en Navidad, ya que incluso el día de antes pudo presidir la eucaristía.
El primero en acudir a visitar el cuerpo de Benedicto fue precisamente el Papa Francisco, quien expresó públicamente su «gratitud» por el pontífice y teólogo alemán y que pidió a los fieles su oración. En los casi diez años de convivencia lo visitó en varias ocasiones, y lo elogió calificándolo como «un abuelo sabio» para la Iglesia.
Quienes le trataron afirman que el Papa Benedicto XVI tenía una personalidad compleja, una cultura muy por encima de gran parte de su generación y que precisamente estas particularidades imprimieron un característico sello a su papado.
Benedicto XVI dejó como legado multitud de escritos, reflexiones teológicas y hasta éxitos editoriales, en algunos de ellos abordó la figura de Jesús de Nazaret. Entre sus libros destaca la trilogía, en la que trató la vida de Cristo a modo de ensayo, desmarcándose de los típicos textos del ministerio petrino: «Jesús de Nazaret» (2007), «Jesús de Nazaret: Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección» (2011) y «La infancia de Jesús» (2012).
Estos superventas fueron solo una parte de la bibliografía de un Papa que fue autor de tres encíclicas: «Deus caritas est» (2005); «Spe salvi» (2007), «Caritas in veritate» (2009) y que dio los primeros esbozos de la primera de Francisco, «Lumen Fidei» (2013), las tres últimas dedicadas a la esperanza, la caridad y la fe, las virtudes teologales.
En una de sus cuatro exhortaciones puso el acento en una de los continentes en los que el Catolicismo crece en mayor medida, África, y entre otras cuestiones, como la paz, aludió al sida para exigir una respuesta médica a un problema que, reiteró, también es ético.
Fue el autor de trece «motu proprio» (un documento emanado directamente del Papa, por su propia iniciativa y autoridad y firmado por él) y de centenares de discursos como máxima autoridad de la Iglesia católica, algunos tan sonados como el que pronunció en la Universidad de Ratisbona y en el que acudió a las palabras del emperador bizantino Manuel II, que tildaba de «malo e inhumano» el legado de Mahoma y la difusión de la fe con la espada.
Estas declaraciones suscitaron enérgicas críticas y tensiones con el mundo islámico, si bien posteriormente Benedicto XVI precisó que no se trataba de su posición personal, sino de una referencia histórica, y reconoció que comprendía la indignación.
El último libro publicado sorprendió a todos y estuvo escrito a cuatro manos ya cuando estaba enfermo mediante cartas enviadas al matemático ateo Piergiorgio Odifreddi y algunos de sus encuentros en el que se reflexiona sobre «Fe y Ciencia», uno de los temas preferidos de Benedicto XVI.
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