Sociedad

La bonita historia del reencuentro de dos amigos en una residencia tras 75 años sin verse

Naturales de pueblo sevillano de Herrera, José Berral y Antonio Belman han coincidido en la residencia de mayores Fontsana Son Armadams, en Palma

José Berral y Antonio Belman
José Berral y Antonio Belman Residencia Fontsana Son Armadams

José Berral y Antonio Belman son amigos de la infancia. Ambos nacieron y crecieron en el pueblo sevillano de Herrera pero perdieron el contacto hace 75 años. Sin saberlo, los dos nonagenarios han estado viviendo todo este tiempo en Mallorca. Ahora, se han reencontrado en la residencia Fontsana Son Armadams, en Palma tras décadas sin verse y sin saber nada el uno del otro.

Ha sido la residencia de mayores a que ha dado a conocer su emotiva historia. "Eran amigos y c6mplices en sus travesuras, y se pasaban el día jugando al futbol con una pelota de trapo. Ya de adolescentes empezaron a trabajar en la huerta que tenia la familia de Antonio, y después de faenar entre olivos y vinos recuerdan comer, muchas veces a escondidas, alcachofas recién cogidas", explican desde el centro, donde los dos amigos pasan el día juntos.

Su amistad se vio frenada en 1948, cuando José puso rumbo a Mallorca junto a su padre viudo, y sus 6 hermanos, en busca de una próspera vida en la isla, según ha relatado Berrral. Vivió en la Puerta de San Antonio de Palma y trabajó como vidriero en el barrio de Santa Catalina. Estuvo casado "67 felices años", y tuvo 2 hijas y 3 nietos, 2 de los cuales, cuenta orgulloso, son ingenieros.

Nunca supo que su "paisano" del alma había seguido sus pasos unos años después, y que también había formado una familia en Mallorca con su novia de toda la vida, con la que tuvo 3 hijos. Aunque empez6 trabajando en la construcci6n como maestro de obra, con la crisis se hizo camionero y recorri6 durante anos las carreteras de España y Francia.

Antonio, afincado en Son Anglada, tampoco supo nada de José, hasta que este pasado mes de enero oyó hablar de Herrera en la residencia Fontsana Son Armadams, donde entró tras el fallecimiento de su mujer. La alegría fue máxima cuando reconoció a su amigo, que también vive en el centro desde hace un ano tras haberse quedado viudo.

Con 94 y 92 anos, José y Antonio mantienen un buen estado físico y recuerdan perfectamente algunos de los episodios que vivieron cuando eran amigos de la infancia, señalan desde la residencia. Desde el día que se vieron los amigos "pasan el día juntos, comparten las comidas y fusionan el pasado que los unió con trazos de sus longevas vidas". Una historia con alma que muestra como las residencias de mayores están llenas de vida y de amistad, incluso pasados los 90.