Religión

Cobo, con las víctimas de abusos «crucificadas»

El vicepresidente de los obispos y cardenal de Madrid preside un «mea culpa» inédito con la presencia y respaldo de quienes sufren esta lacra

«No queremos, no podemos, no debemos pasar página». Con una contundente serenidad, desde el altar de la catedral de la Almudena, el cardenal arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal, José Cobo, entonaba esta tarde un «mea culpa» eclesial por la lacra de los abusos. Así arrancó la alocución del purpurado en el acto de reconocimiento y reparación a las víctimas que promovió él y que estuvo organizado personalmente por quienes han sufrido abusos sexuales, de poder y de conciencia.

Poco menos de una hora duró este «viacrucis» real que arrancó en torno a las siete de la tarde en el exterior del templo con un silencio atronador, solo roto por un salmo que ejerció de prólogo de las heridas abiertas que supuraban en muchos de los que allí se encontraban: «¿Hasta cuándo, Señor, ¿seguirás olvidándome?, ¿hasta cuándo me esconderás tu rostro?». Justo después, varios lectores tomaron la voz prestada de diez víctimas. Y es que, en el deseo de preservar la intimidad, desde el Arzobispado se avisó de que no necesariamente quienes entonaban el relato eran los protagonistas de las atrocidades que relataron.

Entre ellos, se encontraban niños que fueron vejados en sus colegios, un sacerdote que fue abusado en el propio seminario, una mujer agredida por la que era su maestra de novicias… «Era mi confesor. Cuando le dije que el beso que me dio me hizo sentir confusa, me dijo que no había pasado nada y que lo que ocurría es que mi mente estaba sucia y que, en realidad, era mi deseo el que me confundía. Estuve teniendo sexo con él diez años», se pudo escuchar entre rostros cabizbajos y lágrimas. Y con un cardenal conmovido. Cero teatralidad ni impostura. Se notaba que Cobo conocía por su nombre y apellido a quienes allí estaban con el alma agarrotada por las secuelas de lo padecido. Y es que, todas ellas han sido acompañadas por Repara, la iniciativa del Arzobispado de Madrid que impulsó el hoy purpurado siendo obispo auxiliar. Lejos de ser una mera oficina o ventanilla de recepción de denuncias, es un proyecto de reparación integral que incluye desde la primera acogida, asesoramiento jurídico, terapia psicológica y espiritual….

Fueron precisamente los que están en el día a día de Repara quienes también alzaron la voz en la zona ajardinada de la Almudena para denunciar el encubrimiento y la complicidad de la Iglesia frente a estos casos.

«Tras el horror padecido, un sufrimiento indecible y una vida rota, se han visto y se ven arrojados al silencio y al olvido…. El tiempo no se recupera jamás. Tampoco el tiempo cura nada…», compartió Lidia Troya, responsable de primera acogida y coordinadora de atención de la entidad. A la vez, remarcó que «para sanar hay que hablar… Son precisos la memoria, el reconocimiento, la reparación…». Recogió el testigo de estas palabras José Luis Segovia, vicario de Pastoral de Madrid y otro de los motores de Repara. «Queremos asumir la culpa que nos corresponde y caminar, junto con toda la sociedad, asumiendo tanto dolor, sin miedo y con esperanza», expresó.

Estas reflexiones cerraron la primera parte de un acto que continuó en el interior de la catedral. Desde el Arzobispado de Madrid confirmaron a LA RAZÓN que comenzar fuera estuvo motivado por el respeto a algunas de las víctimas cuyas heridas les impide todavía hoy participar en una ceremonia eminentemente religiosa en el interior de un templo.

Una vez dentro, tuvo lugar un acto religioso de contrición al que siguió la lectura del Evangelio en el que Jesús recuerda a los suyos que «en verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis». El cardenal Cobo correspondió con una alocución en la que reconoció, mirando a las víctimas, que «no hemos sido responsables ni samaritanos con vuestro dolor».

A esta petición de perdón le siguió un «firme compromiso» para «poner todos los medios para seguir acogiendo y afrontando todo el sufrimiento injusto que habéis padecido». Entre las medidas que anunció, planteó «un modelo de funcionamiento eclesial menos clerical, más sinodal y corresponsable» en el que «la transparencia y el buen trato sean la forma de funcionar». «Avanzaremos, sin retroceso posible y con medidas que no den lugar a equívocos», destacó a renglón seguido, y enfatizó que «nunca será suficiente lo que hagamos para reparar lo que ha sucedido». Así, el purpurado prometió que las «pésimas prácticas que tienen que ser clausuradas para siempre», evitando «todo lo esotérico y extraordinario, y subrayando el respeto absoluto por la libertad de cada conciencia y la indemnidad física y espiritual debida a cada persona».

Cobo defendió que «nosotros que nacimos al pie de una cruz no abandonaremos a las personas crucificadas». «El Señor nos juzgará por lo que hicimos con las personas más vulnerables como hemos escuchado en el Evangelio», dijo en otro momento.

Tras rezar el Padrenuestro, fuera de la catedral se plantó un olivo. El purpurado explicó que este gesto busca que «nos recuerde cómo Dios nos conduce al reconocimiento, a la reparación y a la paz», explicó. Y junto al árbol, se ubicó una placa con el texto: «En memoria de todas las personas víctimas de abusos en nuestra Iglesia. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis». Así se cerró este inédito acto de reparación a las víctimas. Con una oración para que «Dios nos ayude a «no pasar página».