Pediatría

Cuando los colores se confunden, o cómo detectar el daltonismo infantil a tiempo

Detectar esta alteración visual a tiempo no solo evita frustraciones escolares, sino que también refuerza la autoestima del menor

Niños con gafas en la escuela
Niños con gafas en la escuelaDreamstimeDreamstime

A simple vista, un niño con daltonismo puede parecer que ve bien. Sin embargo, su forma de percibir el mundo está teñida de matices distintos: los rojos pueden parecer marrones, los verdes se confunden con el gris, y el cielo llega a adquirir tonalidades inesperadas. Esta alteración visual, conocida como daltonismo, puede pasar desapercibida durante años y manifestarse cuando el pequeño empieza a relacionarse con entornos donde el color se convierte en una referencia, como la escuela.

“El daltonismo es una afección visual, en su mayoría de origen genético, que se transmite a través del cromosoma X y por ello afecta con mucha más frecuencia a los niños que a las niñas”, explica la Dra. Ana Pérez Pardo, jefa del Servicio de Pediatría del Hospital Universitari General de Catalunya. Y añade: “En España, se calcula que uno de cada doce varones presenta alguna forma de daltonismo, frente a una de cada doscientas mujeres”.

El desafío de detectarlo

Aunque la mayoría de los casos se heredan, el principal desafío está en detectarlos. Los niños no suelen ser conscientes de que ven los colores de manera distinta: simplemente creen que todos los perciben igual. Por eso, la observación de padres y profesores resulta clave.

Las señales más habituales suelen aparecer en la etapa preescolar, cuando comienzan a aprender los nombres de los colores o a participar en juegos que dependen de la percepción cromática. Confundir el rojo con el verde, usar tonalidades inusuales al pintar —como un cielo verde o un césped marrón— o mostrar desinterés por actividades visuales pueden ser pistas de que algo no va bien.

Los primeros indicios saltan cuando los niños empiezan a aprender los colores y a interactuar con materiales visuales más complejos. Si los padres o los docentes detectan patrones repetidos de confusión cromática, lo más adecuado es consultar con un oftalmólogo o con el pediatra de referencia.

El diagnóstico del daltonismo es sencillo, rápido y completamente indoloro. Las pruebas más comunes se basan en la identificación de figuras o números dentro de láminas con puntos de colores, conocidas como test de Ishihara. Si el niño no logra reconocer las figuras correctamente, puede tratarse de una alteración cromática. En las revisiones pediátricas de los cinco o seis años, muchos especialistas incluyen ya una prueba orientativa de visión de colores, especialmente si existen antecedentes familiares o sospechas previas. En caso necesario, se deriva al oftalmólogo para confirmar el tipo de daltonismo y su grado de afectación.

Sin cura, pero con herramientas

Hoy en día no existe un tratamiento curativo para el daltonismo, pero sí múltiples herramientas que permiten a los niños adaptarse y desenvolverse sin dificultad. Existen filtros o gafas especiales que ayudan a distinguir mejor los tonos, así como aplicaciones móviles y materiales escolares adaptados. Sin embargo, tan importante como los recursos tecnológicos es la educación emocional y la comprensión del entorno.

“El conocimiento es clave —subraya la Dra. Pérez Pardo—. Un niño que entiende su forma de ver el mundo puede desarrollar estrategias para adaptarse, sin sentirse diferente o inferior. Además, los profesores deben estar informados para no penalizar errores relacionados con el color en clase”.

Detectar el daltonismo a tiempo no solo evita frustraciones escolares, sino que también refuerza la autoestima del menor. Comprender que su manera de ver los colores no es un fallo sino una característica más de su visión le permitirá enfrentarse al aprendizaje con confianza y seguridad.

Acompañar al niño desde la comprensión y el apoyo profesional es la mejor manera de que crezca sabiendo que, aunque vea los colores de otra forma, su mundo sigue siendo igual de brillante.