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Guillem López Casasnovas: «El mercado no está premiando a los mejor formados»

El profesor de la Universidad Pompeu Fabra y escritor, es uno de los máximos expertos en gasto social en España. Comparte sus pareceres sobre la situación económica y social del país.

Guillem López Casasnovas: «El mercado no está premiando a los mejor formados»
Guillem López Casasnovas: «El mercado no está premiando a los mejor formados»larazon

El profesor de la Universidad Pompeu Fabra y escritor, es uno de los máximos expertos en gasto social en España. Comparte sus pareceres sobre la situación económica y social del país.

En España la calidad de vida parece buena. Hay una alta esperanza de vida, clima excelente y capital humano. Pero los ciudadanos cuestionan la salud de nuestro sistema de protección social. La cifra de parados es muy alta y la crisis ha acentuado la sensación de que lo conseguido tiene unos cimientos muy frágiles. «Un contexto difícil donde la política con minúsculas lo invade todo y pone en primera línea una insatisfacción que enturbia los logros sociales del último cuarto del siglo», afirma el profesor Guillem López Casasnovas, uno de los máximos expertos en gasto social de España, en su libro «El bienestar desigual. Qué queda de los derechos y beneficios tras la crisis» (Península). «Una hoja de ruta hacia un bienestar mejor gestionado donde la política intervenga sólo en grandes consensos, la tecnología supere las inercias de la burocracia y donde la responsabilidad individual lleve al reconocimiento adulto de que nada en la vida sale gratis».

-¿En España gozamos de calidad de vida?

-Nuestra esperanza de vida es alta. Somos un país en el que apetece vivir. Hay calidad de vida. Si yo fuera un marciano y estuviera eligiendo un país para caer, éste sería bueno.

-Dice que nuestro Estado del Bienestar es hoy de «malestar».

No es sólo un juego de palabras, es la constatación de la realidad percibida así por una ciudadanía «indignada» que se había acostumbrado a esperar más y más de la protección social a coste cero. La crisis ha forzado una terapia de choque, el control del gasto ha afectado a los profesionales, que han visto reducidos sus emolumentos y sus servicios.

-¿Hemos dado pasos atrás en logros sociales?

-No ha habido paso atrás. Lo que pasa es que no vemos lo que tenemos, nos fijamos más en lo que nos falta. Yo creo que hemos avanzado mucho, pero somos demasiado catastróficos.

-¿Económicamente, cuáles son los puntos débiles del sistema?

-Hay tres aspectos. Uno, el político. Nos falta una cultura de priorización, hacer estudio de prioridades a la hora de gastar. Otro, el profesional, hay poca voluntad de actuar por cuenta propia y de responsabilizarse de los resultados por aquello que se ha decidido. Y en tercer lugar, el ciudadano instalado en la cultura de la gratuidad.

-En el capítulo de responsabilidades, ¿esto de quién es culpa?

-Principalmente de los políticos que han gastado lo que no tenían, no se han comportado con la sensatez ni con la honradez necesaria en un cargo público. No puedes pedir esfuerzos que tú no haces a los ciudadanos. Otros sectores tienen menos culpa, a un profesional no le puedes pedir ciertas responsabilidades si los políticos, que deben dar ejemplo, no las tienen. No es moral.

-Dice usted: «Lo nuevo no acaba de salir y lo viejo no acaba de morir».

-Es una descripción del «impasse» en que se encuentra nuestro sistema de protección social. Una situación que produce incertidumbre y angustia. Es básico que los jóvenes se incorporen al sistema laboral porque si no, se rompe el equilibrio generacional. El mercado no está premiando a los mejor formados. Las generaciones nuevas vivirán peor porque ya nacen con una herencia, una deuda del pasado que tendrán que pagar con sus impuestos y esto no para de crecer. Los jóvenes no pueden emanciparse, tener una casa, hijos...

-¿Crecen las desigualdades?¿Los ricos son más ricos y los pobres, más pobres?

-No lo sabemos, ha variado el patrón de desigualdad. La media ha crecido y el riesgo de pobreza de los mayores ha bajado, pero dentro hay bolsas con riesgo. El problema no es de desigualdad, sino de polarización, los extremos ocupan el espacio y esto es fatal para la cohesión social. La verdadera amenaza no es la desigualdad sino la polarización.

-¿Peligran las pensiones?

-No peligran porque el sistema de reparto nunca quiebra. Lo que quiebra es el sistema de capitalización. El sistema de reparto es una propuesta que hace el Estado y si la cosa continúa así, lo prometido será menor, pero no desaparecerá.

-Ante el incremento del gasto sanitario, ¿habría que cambiar el sistema?

-Habría que flexibilizarlo. Es un asunto que está muy copado por el corporativismo profesional y por el fragor político. Lo que hay que hacer es ajustarlo, hacerlo solvente para que pueda responder a los retos que se le presentan.

-¿Con la privatización, se gana o se pierde?

-Privatizar no, sería dejar de tener aseguramiento público operativo. La financiación es pública. Lo que se debate aquí es el modo de gestión: a la catalana, a la valenciana, a la andaluza... Cada uno incorpora su modelo: copago, cesiones, concesiones, conciertos, partenariados públicos-privados, alternativas de gestión con más o menos involucración de la iniciativa privada...

-¿Cómo afecta la descentralización al gasto social y sanitario?

-Se gana. Todos los gastos se ven en clave política. Han subido porque todas quieren parecerse a la que más tiene. Hay desigualdades, pero no preocupantes. Es una cuestión de prioridades. La financiación del Estado es una cosa y otra, el gasto per cápita en Sanidad que hace cada comunidad. Algunas son superiores porque se buscan la vida: un euro por receta, gasolina...

-¿Cuál es el camino hacia el bienestar social? ¿Habría que rediseñar el sistema?

-Hay que ajustarlo para poder solventar nuevos retos –sanitarios, demográficos, tecnológicos– y adaptarse a unas circunstancias cambiantes, a la realidad social del siglo XXI. Tiene que ser más selectivo, saber en qué se gasta. Sopesar gastos e ingresos. No es cuestión de gastar mucho o poco, sino de gastar mejor. Sabiendo cómo se va a financiar, porque nada es gratis.

-En España gusta mucho lo que es gratis.

-Es una responsabilidad que demuestra que todavía nos queda un trecho para ser adultos de verdad, pero en casa sabemos que nada es gratis.

-¿A qué llama falso progresismo?

-A mirar alegremente el gasto sin mirar los ingresos. Hablar de repartir sin tener en cuenta la financiación. Para repartir hay que producir.

-¿De verdad que Hacienda somos todos?

-No lo ha sido nunca. La cultura fiscal es manifiestamente mejorable. El nivel de presión es medio-alto. Para los que pagamos impuestos, la presión es muy alta. Y aquí muchos políticos no dan ejemplo. Si hay impunidad en el fraude, no podemos pedir moral a los ciudadanos.