Nueva York

El maldito regreso de la heroína

La heroína es la droga del mercado más adulterada. Su consumo ha aumentado un 79% en EE UU en los últimos cinco años. En España, más de 30.000 personas están «enganchadas»

HOMENAJE. Sus admiradores llevaron fotos y flores a las puertas del apartamento del actor
HOMENAJE. Sus admiradores llevaron fotos y flores a las puertas del apartamento del actorlarazon

No vivía en la marginalidad, no pasaba problemas económicos y no estaba excluido socialmente. Había ganado un Oscar, estuvo nominado en otras tres ocasiones y era uno de los talentos interpretativos más valorados de Hollywood. La repentina muerte de Philip Seymour Hoffman, supuestamente tras una sobredosis de heroína, ha vuelto en poner en alerta a la sociedad sobre una droga quizá no tan marginal como podríamos pensar. Es cierto que muchas voces se han alzado en los últimos años sobre un hipotético repunte de la prevalencia en su consumo, aunque luego las cifras oficiales no parecen confirmarlo. ¿Cuál es el escenario real?

Las cifras hablan por sí solas. Según la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud (NSDUH), el consumo de heroína aumentó en EE UU un 79% entre los años 2007 y 2012. En ciudades como Nueva York, la cifra de mortalidad se ha disparado un 84% en los tres últimos años. Así, alrededor de 4,2 millones de estadounidenses han probado la droga, mientras que alrededor de 620.000 están «enganchados». Con todo, los motivos que acompañan a este aumento distan mucho de ser lúdicos. Según las autoridades sanitarias, la heroína ha pasado a ser una alternativa para miles de americanos adictos a los analgésicos, mucho más caros e incluso más difíciles de conseguir, informa Reuters. Y es que, mientras opiáceos como el OxyContin o Vicodin cuestan más de 100 euros y es indispensable receta, la dosis de heroína puede conseguirse en la calle al precio de 7 euros.

En España, el escenario es bien distinto. Mientras la prevalencia del consumo en EE UU abarca el 0,2% de la población, en nuestro país afecta al 0,1%, según la última encuesta Edades elaborada por el Plan Nacional sobre Drogas. Dicho de otra forma: en nuestro país, durante el último año, consumieron la sustancia más de 31.000 personas. Sin embargo, alrededor del 6% de la población reconocía haber probado la heroína alguna vez en su vida, lo que supone más de 187.000 españoles. La edad de inicio se sitúa en los 20,7 años, y la última estadística de mortalidad, que data de 2009, cifra en 346 los fallecidos en un año a causa de su ingesta.

Alarma en los ochenta

Con todo, los expertos señalan que las cifras en lo que respecta a esta sustancia se mantienen estables en nuestro país, a años luz de otras que sí han aumentado como el cannabis –9,6%– o la cocaína –2,3%–. Como explica Eusebio Megías, director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), el auge de la heroína en España y a finales de las décadas de los setenta y de los ochenta, unido a los estragos que causó, han acuñado nuestro imaginario colectivo en torno a la droga. Provocó tal alarma social que el consumo, mediada la década de los noventa, bajó de tal forma que acabó asociado a la marginalidad. «La sociedad española tiene cierta ''memoria histórica'' sobre la heroína», asegura Megías, que señala cómo «los estudios que hemos llevado a cabo en consumidores habituales de droga revelan que, incluso en éstos, el consumo de heroína es muy bajo». El director técnico de la FAD es consciente de que «distintas instituciones, durante los últimos 15 años, han avisado de un repunte. Sin embargo, se trata de instituciones muy cercanas al foco del problema. Desde un punto de vista global, no se ha confirmado ese aumento».

Pequeños reductos de heroinómanos que ya tomaban la droga en los ochenta, personas en situación social muy degradada, gente bajo el control de programas sociosanitarios, grupos al borde de la marginalidad... «Los grupos que la consumen no coinciden con el perfil transversal de la población», dicen desde la FAD. Además, por el perfil de consumidor español, «la heroína no es la sustancia que más encaja, sino las que son de naturaleza estimulante y ligadas al ocio, como la cocaína».

Pero aun así, la heroína sigue en las calles. Fernando Caudevilla, asesor médico de la ONG Energy Control, explica que la heroína puede encontrarse a precios que oscilan entre 6 y 10 euros la «papelina». Se trata, además, de una de las drogas más adulteradas: sólo entre un 15% y un 20% es heroína pura.

Mezclas

Con todo, no se encuentran combinaciones letales como el «as de corazones» o el «as de picas» que terminó con la vida de Hoffman. Se trata más bien de sustancias inocuas, como paracetamol o sacarosa.

En opinión de Caudevilla, encuestas como Edades «son válidas para sustancias de prevalencia alta», como el cannabis o la cocaína. Sin embargo, no lo son tanto para drogas que, como la heroína, «se consumen muy poco». «Es cierto que no hay un incremento brutal y que la prevalencia se mantiene, pero hay patrones de consumo que pasan desapercibidos. No sólo estamos ante ''yonquis''; también hay perfiles de gente más normalizada», afirma.

Eusebio Megías apunta también a que la época de las jeringuillas parece haber quedado definitivamente atrás. Aparte de las mezclas de la que es objeto, lo más frecuente es que se inhale o, directamente, se fume.

«As de corazones», un cóctel letal

Todo apunta a que el «as de corazones», también llamado «as de picas», fue el «cóctel» que acabó con la vida de Hoffman. Se trata de una combinación de heroína y fentanilo, otro opioide 125 veces más potente que la morfina. Desde Energy Control explican que el fentanilo se usa en farmacia como analgésico, aunque recetado en dosis de 25 microgramos. ¿Sus riesgos? Mientras que la intoxicación por heroína es reversible a través de la naxolona, los efectos de este opioide no se pueden reducir, provocando una depresión respiratoria y la consecuente disminución en la frecuencia de respiración. En España no consta el uso del «as de corazones», aunque es frecuente encontrar la heroína mezclada con otras sustancias. Es el caso del «speedball», donde se mezcla con cocaína.