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Hallazgos

Encuentran kilómetros de pasajes subterráneos bajo el suelo de esta ciudad y nadie sabe por qué

Bajo el suelo de una villa histórica se esconde una red de túneles que se pierde en la oscuridad y se desconoce su origen

Provins, la ciudad francesa bajo la que se ocultan kilómetros de pasajes subterráneos Creative Commons (Wikipedia)

Cuando pensamos en las huellas que puede dejar el pasado en una ciudad solemos mirar hacia arriba: murallas, campanarios, castillos… Sin embargo, hay lugares donde los secretos no se levantan sobre la piedra, sino que se excavan bajo ella. Es el caso de esta localidad medieval, que guarda en su subsuelo una red de galerías kilométricas tan intrigante como difícil de explicar.

Bajar unos pocos escalones basta para sentir que uno cruza de golpe a otro mundo. Lo más sorprendente: todavía en pleno siglo XXI siguen descubriéndose pasajes ocultos.

Los pasajes subterráneos que han encontrado bajo el suelo de una ciudad medieval

El escenario de todo esto es Provins, una ciudad medieval situada a unos 90 kilómetros de París. Patrimonio de la Humanidad desde 2001, fue en su día un centro neurálgico del comercio europeo gracias a sus ferias de Champaña. Hoy, más allá de su rico patrimonio en superficie, son sus sótanos y pasajes ocultos los que despiertan la mayor curiosidad.

Allí trabaja el Creps (Círculo de investigación y estudios del subsuelo de Provins), un grupo de arqueólogos y especialistas que sigue explorando estos túneles. Cada hallazgo, cada sumidero que de repente abre un jardín, añade una nueva pieza a un rompecabezas que parece no tener fin.

Los arqueólogos coinciden en que estas galerías en la localidad francesa no nacieron de un capricho. Su origen se sitúa entre los siglos XII y XIV, cuando los habitantes excavaron la roca para obtener piedra con la que construir la ciudad. Con el tiempo, aquellos túneles comenzaron a recibir nuevos usos: almacenes para las célebres ferias medievales, escondites improvisados durante conflictos religiosos o incluso salas para ritos iniciáticos de masones.

En los muros aún pueden leerse inventarios grabados, como el de un vecino que dejó constancia de sus 484 botellas de vino guardadas en la penumbra. A la vez, los investigadores especulan con que el material extraído sirviera también para actividades como el curtido de lana o la elaboración de pergamino. No faltan teorías que sugieren que la tierra se utilizó para modificar el valle cercano y protegerlo de inundaciones.

Lo cierto es que documentos escritos no hay hasta principios del siglo XIX, lo que convierte a estas galerías en un rompecabezas histórico lleno de hipótesis pero escaso de certezas.

Entre la historia y la leyenda

Es fácil dejarse llevar por la imaginación y pensar en prisiones, catacumbas o túneles de escape en caso de invasión. Sin embargo, nada de eso ocurrió aquí: los pasajes no estaban conectados entre sí y no existen pruebas de que se usaran con fines bélicos. Sí fueron, en cambio, espacios donde confluyó la vida cotidiana y la simbología secreta, donde lo práctico y lo ritual convivieron en un mismo escenario subterráneo.

Y aquí entra en juego otro de sus grandes atractivos: los grafitis. A lo largo de los siglos, quienes bajaban a estas galerías dejaron en la piedra huellas de su paso. Algunos datan del siglo XV y muestran figuras de animales, rostros coronados, soles grabados o incluso representaciones de ahorcados acompañados de círculos misteriosos.

Paredes en los pasajes subterráneos de PrevoisOuest-France

¿Qué significan? Nadie lo sabe con seguridad. Podrían ser símbolos de hermandades, simples firmas personales o mensajes cifrados que ya no estamos en condiciones de entender. Lo fascinante es que, aunque la ciencia avance, gran parte de su sentido sigue siendo inalcanzable.

Visitar estos pasajes es como retroceder siglos en el tiempo. El contraste con la vida moderna en la superficie es tan radical que basta descender unos metros para sentir que uno ha atravesado un umbral invisible.

Quizá lo más cautivador de este laberinto no sea lo que ya sabemos, sino lo que aún se desconoce. Un testimonio de cómo la historia, a veces, no se muestra en libros ni en monumentos, sino en galerías oscuras que invitan a imaginar y a preguntarse qué querían decir quienes dejaron allí sus huellas.