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No es por estética: El motivo por el que las ventanas de los barcos y aviones son redondas y no cuadradas

El diseño de las ventanas en barcos y aviones responde a un motivo de seguridad y resistencia estructural que se descubrió tras accidentes históricos

Ventanillas de un avión
Ventanillas de un aviónFreepik

Cuando viajamos en avión o en barco, solemos mirar a la ventana para poder ver el paisaje inusual que nos ofrece el exterior. Estas ventanas redondas son muy características en este tipo de transporte y contrastan con las de otro tipo de vehículos. Para muchos, este diseño puede parecer simplemente una elección estética o algo anecdótico sin importancia. Sin embargo, la realidad es mucho más seria: la forma de estas ventanas puede marcar la diferencia en clave seguridad.

A diferencia de los coches o edificios, que incorporan ventanales cuadrados o rectangulares, los barcos y aviones se diseñan con ventanas circulares por un motivo estrictamente ingenieril: evitar puntos de tensión que puedan comprometer la estructura. Esta decisión se remonta a lecciones aprendidas a lo largo del siglo XX, en episodios donde los errores de diseño tuvieron consecuencias fatales.

¿Por qué las ventanas de los aviones son redondas?

Durante la Segunda Guerra Mundial, las autoridades navales de Estados Unidos comenzaron a recibir informes alarmantes: varios buques Liberty, diseñados para transportar carga y suministros, se partían en dos sin previo aviso en alta mar. En total, 19 embarcaciones se fracturaron de forma repentina, provocando la pérdida de vidas humanas y un gran impacto en el esfuerzo bélico.

El fenómeno desconcertaba a los ingenieros hasta que se descubrió el patrón común: la presencia de aberturas cuadradas en el casco. Las esquinas de 90 grados se convirtieron en puntos críticos donde se acumulaba la tensión estructural. En palabras simples, era como si toda la fuerza del océano se concentrara en esos ángulos, debilitando el acero y facilitando la aparición de grietas.

El problema se agravaba por la calidad del material. Los Liberty Ships se construían a gran velocidad y con acero que contenía exceso de azufre y fósforo, lo que los hacía más frágiles en aguas heladas del Atlántico. Las reparaciones y soldaduras mal ejecutadas solo empeoraban la situación. Una pequeña fisura en una esquina podía propagarse rápidamente hasta quebrar el barco por completo.

Unos años más tarde, la industria aeronáutica vivió un episodio parecido con el De Havilland Comet, el primer avión comercial a reacción del mundo. A comienzos de la década de 1950, tres aeronaves de este modelo se desintegraron en pleno vuelo en un intervalo de apenas doce meses.

Las investigaciones revelaron una causa inquietantemente similar a la de los barcos: las ventanas cuadradas. Cada vez que el avión ascendía y descendía, la presión de la cabina cambiaba drásticamente. En esas circunstancias, las esquinas angulosas de las ventanas concentraban el esfuerzo estructural y generaban microgrietas. Con cada vuelo, esas pequeñas fracturas se hacían más grandes hasta provocar la rotura del fuselaje.

El ingeniero Wayne Maltry, que estudió estos accidentes, explicó que las grietas siempre se originaban en las esquinas de las ventanas cuadradas, donde el metal no podía distribuir las fuerzas de forma uniforme. La conclusión fue clara: para garantizar la seguridad, las ventanas debían rediseñarse con bordes redondeados.

La solución: las ventanas redondas

Desde entonces, tanto en barcos como en aviones, las ventanas circulares o con bordes suavizados se convirtieron en la norma. Su forma permite que las tensiones se repartan de manera uniforme alrededor de toda la estructura, reduciendo la posibilidad de que aparezcan fracturas.

En aviación, este detalle es especialmente crítico. Cada vuelo implica un ciclo de presurización y despresurización de la cabina, lo que somete al fuselaje a un estrés constante. Una esquina en ángulo recto sería un punto débil, mientras que una ventana ovalada o redonda resiste mejor los cambios sin comprometer la integridad del avión.

De hecho, el mismo principio se aplica en naves espaciales, submarinos y estaciones marinas, donde la presión es incluso más extrema. En todos estos entornos, una simple esquina puede convertirse en el origen de una tragedia.

Aunque la seguridad es la principal razón de este diseño, las ventanas redondas también ofrecen ventajas prácticas. En los barcos, los ojos de buey son más fáciles de sellar contra filtraciones y ofrecen mayor resistencia al oleaje y al impacto de objetos flotantes. Además, su menor tamaño limita la entrada de agua en caso de rotura.

En la aviación, las ventanillas pequeñas y redondeadas ayudan a mantener la presión de la cabina y reducen la necesidad de refuerzos adicionales en el fuselaje, lo que contribuye a la eficiencia del avión.

Hoy, dar por sentadas las ventanillas redondeadas de un avión o un barco es lo más normal del mundo. Pero detrás de ese detalle aparentemente insignificante se encuentran décadas de investigación, errores costosos y trágicos accidentes que obligaron a la ingeniería a evolucionar. Lo que a primera vista parece un simple rasgo estético es, en realidad, una de las claves para garantizar la seguridad en los medios de transporte más exigentes del planeta. La próxima vez que mires por la ventanilla de un avión, recuerda: no es cuestión de estilo, sino de supervivencia.