El Papa dialoga con un grupo de jóvenes en un documental

Francisco y la generación Z: sin tabúes para debatir de porno y abusos

«La catequesis sobre el sexo todavía está en pañales», asegura el pontífice

El papa Francisco visitó este viernes por la tarde la planta de oncología pediátrica del hospital en el que permanece ingresado, el Gemelli de Roma, donde repartió regalos a varios niños y bautizó a uno de ellos, informó el Vaticano después de confirmar que se prevé que reciba el alta mañana.
El Papa Francisco visitó cuando estuvo ingresado la planta de oncología pediátrica del hospital Gemelli de RomaVATICANOAgencia EFE

Entra en escena. En realidad, se asoma. Que la artritis y el bastón no dan para malabarismos. Y tira de ese humor porteño que le salva siempre. «¿Quién ha muerto?». Carcajadas en el grupo. Saque de esquina papal para conectar con una decena de jóvenes que Jordi Évole le ha plantado en una nave a las afueras de Roma. En las periferias que le motivan a Jorge Mario Bergoglio. Una hora y veinte final de un tercer grado fruto de cinco horas de rodaje en el que no vetó ninguna cuestión ni cortó de la edición final. Amén. Literlamente: «Amén. Francisco responde». Tal cual. Un documental disponible en Disney +.

Évole no aparece. Pero se le siente. En el pantone. En el guión. En los silencios. En los planos. En el casting. No hizo falta convencer al Papa para que se prestase al proyecto. Se crece ante lo diferente y se confronta consigo mismo. Francisco ejerce de CEO y dircom a la vez. Se basta y se sobra. Lo que a cualquier mitra almidonada le parecería una encerrona, al primer pontífice latinoamericano le motiva. Se planta ante una generación Z entre los que solo dos se reconocen católicos: una española del Camino Neocatecumenal y otra que se define como feminista proabortista. Porcentaje CIS. A partir de ahí, el resto. O ateos por convicción. También obligados a irse.

Lo mismo conversan de la acogida de los migrantes que de su «no sueldo» con el Papa. Con el morbo añadido de escuchar que a un Papa le expliquen cómo funciona Tinder o descubrir que un anciano de 86 años qué es el género no binario. Y de ponerle frente a una madre veinteañera que vende porno online sin remordimiento alguno. Y sí, Francisco habla con la misma naturalidad que antaño la consorte de Foster. «El sexo es una de las cosas bellas que Dios dio a la persona humana», medita ante la cámara, admitiendo que «la catequesis sobre el sexo todavía está en pañales».

Eso sí, no se mueve un ápice de la doctrina en su condena al aborto y su negativa a un futuro con una «papisa». Complicado condensarlo en un total. Pero se intenta. Que quizá es de lo que se trata este pontificado. De hacerse entender. Francisco lo llama la «cultura del encuentro», lo que requiere no juzgar, mirar a los ojos y consolar a quienes se rompen a llorar al relatar su drama personal. «No tengo derecho a echar a nadie de la Iglesia».

Sin hacer «spoiler», en el clímax, el tú a tú con Juan Cuatrecasas, víctima de abusos en el colegio Gaztelueta del Opus Dei. Con condena civil para el profesor, pero exonerado por la vía canónica. Le recrimina al Papa la situación. «Si los años prescriben, yo levanto la prescripción automáticamente», le asevera Francisco. Y se compromete. La prueba es que entre la grabación de la entrevista hace unos meses y su emisión ahora, el Papa ha reabierto el caso y encargado un dictamen al obispo de Teruel. Con la correspondiente polvareda interna de sacristía.

Disney + avisa que el programa es para mayores de dieciséis. Cosas de los peritajes televisivos. No por los temas de rombos. Sino porque quizá no es apto para un público clerical infantilizado. Y los hay enfadados porque atiende a los de fueray menos a los de dentro. Diez años después, hay quien sigue sin enterarse de que esto no va de populismo. Sino de pueblo. Lo de Francisco.