Teología de la Historia

La «Gran Promesa», a España y la Casa de Borbón

Nuestro país se consagró al Corazón de Jesús por primera vez en 1919, con Alfonso XIII y, 50 años después, esa devoción fue renovada

Alfonso XIII en el Cerro de los Angeles
Alfonso XIII en el Cerro de los AngelesLa Razón

En anteriores capítulos tratamos la decisiva importancia que para el futuro, tuvo la petición que el «Señor de la Historia» le efectuó a la Humanidad en dos trascendentales momentos de la misma. La primera de ellas, recordamos tuvo por objetivo prevenir la que sería cien años después la Revolución francesa, y la segunda la que resultó ser la Revolución bolchevique de 1917.

El paralelismo entre la manera de prevenir ambas resultó ser muy poco acorde con la mentalidad mundana por su sencillez, exigiendo tan solo para su adecuado cumplimiento actuar conforme a dos señaladas virtudes cristianas: Fe y humildad. No había solicitado el Cielo armamento y soldados para hacer frente a –unos y otros respectivos y futuros– revolucionarios, sino la humildad debida para acoger esas peticiones y la Fe de creer que los instrumentos elegidos para transmitirlas a sus destinatarios no eran importantes y sabios según el mundo, sino según la sabiduría de Dios, que gusta elegir a los «pequeños y sencillos».

En el primer caso fue el Sagrado Corazón de Jesús (SCJ) quien se reveló a una joven religiosa clarisa, hoy Santa Margarita María de Alacoque, pidiéndole trasladar al Rey de Francia –Luis XIV– que se consagrara a Él. En 1917 será el Inmaculado Corazón de María quien se revelará en Fátima a tres humildes pastorcitos de 7, 9 y 10 años y les pedirá algo similar.

Si para evitar la revolución francesa, había sido la consagración de Francia al SCJ por parte del Rey, en Fátima pedirá que sea el Papa quien lo haga con Rusia al Inmaculado Corazón de María. El objetivo era evitar la que sería Segunda Guerra Mundial y la expansión de los «errores de Rusia» por el mundo, que sería el comunismo tras el triunfo revolucionario bolchevique. Ni un pedido ni otro se efectuarán y la Historia de la Humanidad experimentará un dramático cambio como consecuencia de tales procesos revolucionarios –además de la Segunda Guerra Mundial–.

Según afirmó Margarita María de Alacocoque, Dios quería que la Casa de Borbón reinando en Francia hiciera aquella consagración para desagraviar a Su Hijo «por los ultrajes padecidos en los palacios de los poderosos en el momento de su Pasión, Herodes y Pilatos». Eso, haciendo que la enseña de los Borbones –con el SCJ grabado en ella– fuera venerada en los aposentos de los grandes de la Tierra.

La Providencia: de Francia a España

Ni Luis XIV, ni Luis XV ni Luis XVI hicieron la consagración, y vino la Revolución, como es sabido, exactamente 100 años después, en 1789. Pero sabido es también que los inescrutables designios de la Providencia Divina siempre se cumplen y esta ocasión no iba a ser una excepción. Y será así con la Casa de Borbón , aunque no reinando en Francia, sino en España, como veremos.

La petición dirigida a Luis XIV se había efectuado en 1689, y Margarita María fallecería el año siguiente, el 16 de octubre de 1690. Tan solo 10 años después, el Rey de España, Carlos II, de la dinastía de los Habsburgo, fallecía sin descendencia, lo que desencadenará una guerra por su sucesión al codiciado Trono de la Monarquía Hispana al ser proclamado Rey de España Felipe V, que era nieto de Luis XIV. En aquella guerra triunfaron las armas del pretendiente Borbón frente al pretendiente austracista Carlos, y quedó consolidada la Casa de Borbón como la reinante en nuestra Patria.

Con esa dinastía venía asociada la promesa vinculada a la petición de la consagración y, unos años después, el 10 de marzo de 1727, Felipe V trasladará por escrito al Papa Benedicto XIII la petición de que para «facilitar la expansión por sus Reinos y Dominios de la devoción al SCJ», autorizara Misa con Oficio propio dedicada a la misma. Poco después pareciera que el Cielo la acogía con agrado y así, el 14 de mayo de 1733, el SCJ se revelará al (hoy Beato) jesuita, Bernardo de Hoyos.

[[H2:Basílica de «la Gran Promesa»]]

Sería una revelación que ha pasado a la Historia de España como «la Gran Promesa», conmemorada y custodiada en el Santuario con ese nombre en Valladolid, el lugar donde fue recibida por Bernardo. En ella se le reveló que el SCJ «reinaría en España y con más veneración que en otras muchas partes». Estudiada por teólogos, fue aceptada la Gran Promesa en la bula de canonización de Santa Margarita María de Alacoque por el Papa Benedicto XV, en 1920.

Así, el papel asignado a la joven y Santa salesa para la expansión de la devoción corazonista por el mundo será compartido por el novicio jesuita español, para hacerlo en la España de 1733 –integrada por la España actual más Hispanoamérica y Filipinas: «las Españas» del momento–. Es un dato relevante que actualmente son 15 los países consagrados al SCJ, y de ellos, todos salvo Polonia y Brasil integraban «la España de 1733». El primero será Ecuador, por su presidente Gabriel García Moreno, en 1875, y pagará con la vida su actuación, asesinado el primer viernes de mes de agosto de 1875, al igual que el arzobispo de Quito consagrante, asesinado con veneno en el cáliz el viernes santo siguiente.

La monumental Basílica de Quito conmemorativa de ese Voto de Consagración ha sido visitada por los Papas San Juan Pablo II y Francisco, que dan público testimonio de ello. Tras Chile, será España la siguiente nación en ser consagrada. Lo efectuará el Rey Alfonso XIII, el 30 de mayo de 1919 en el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la península. La fecha fue elegida para agradecer que España hubiese quedado al margen de la Primera Guerra Mundial y en la fiesta de un gran Santo Rey de Castilla y León , San Fernando.

Esa consagración será renovada 50 años después, en 1969, por el Jefe del Estado español, así como por el Episcopado en 2019, en su centenario. Datos para la reflexión son que el Reino de España es el único consagrado en el mundo hasta el momento y que la Casa de Borbón ha protagonizado en España una historia sin parangón con ninguna otra monarquía.

Fue derrocada con Isabel II en 1868 por la revolución autodenominada «Gloriosa», forzando una nueva dinastía electa y no dinástica en 1871, la Casa de Saboya, que había desposeído al Papa de los milenarios Estados Pontificios, poder temporal preciso entonces para ejercer con libertad su soberanía espiritual en el mundo.

De la Primera República hasta hoy

Dos años después, el Rey Amadeo I abdicaba y, ese mismo día, 11 de febrero de 1873, se proclamaba la Primera República española. Tras experimentar todas las alternativas posibles a la monarquia borbónica, en 1875 se producía la restauración de la dinastía histórica en Alfonso XII , hijo de la reina depuesta. Fallecido en su juventud su hijo póstumo, será Alfonso XIII el que, 12 años después, pagará con su derrocamiento la Consagración efectuada, y le sucederá la Segunda República.

Con ella vendrá una trágica guerra civil –que nos librará de padecer la Segunda Guerra Mundial–, así como 40 años de gobierno de Franco. A su muerte le sucederá Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII. Tras su abdicación en 2014, le siguió su hijo, actualmente el Rey Felipe VI. Tres siglos después de finalizada la guerra de sucesión en 1714, con la victoria de los partidarios de Felipe V, y sucedidas en ese interregno, dos Repúblicas, un cambio dinástico forzado, una guerra civil y un régimen no democrático de 40 años, Felipe VI de Borbón reina en España.

Tal parece que la «Gran Promesa» de 1733, recibida y atendida en España, heredera de la recibida por Luis XIV y no atendida en Francia, pueda ser el agradecimiento del SCJ a España y la Corona.