Especies protegidas
Japón desata la polémica al proponer de nuevo la caza del rorcual común
La medida reabre el debate sobre la arraigada tradición en el país asiático de consumir carne de ballena
Japón ha propuesto un controvertido plan para permitir la caza de grandes rorcuales comunes (Balaenoptera physalus) en sus costas, una inclusión que eleva a cuatro el número de especies objeto de estas capturas en el país, junto con el rorcual aliblanco, el tropical y el boreal. Esta iniciativa llega cinco años después de que Tokio se retirara de la Comisión Ballenera Internacional y reanudara la caza comercial de cetáceos en sus aguas territoriales.
La decisión ha generado controversia y preocupación entre los defensores del medio ambiente, quienes argumentan que se trata de una actividad perjudicial para la conservación de estas especies marinas y su ecosistema. Los grupos ecologistas instan a las autoridades a reconsiderar su posición y a adoptar medidas más sostenibles para proteger la vida acuática.
La inclusión de esta propuesta resulta altamente inquietante debido a la combinación de dos factores críticos: el imponente tamaño de la especie y su alarmante escasez en la actualidad. Con una longitud de hasta 25 metros, se trata del segundo animal más grande del planeta, sólo superado por la ballena azul. Estas majestuosas criaturas pueden vivir hasta 90 años y tienen un área de distribución cosmopolita en gran parte de los océanos del mundo.
Históricamente, los rorcuales comunes han sido clasificados como «en peligro» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) hasta 2018, momento en el cual su estatus fue actualizado a «vulnerable». Afortunadamente, su población ha experimentado un aumento significativo desde la década de 1970 gracias a las prohibiciones de la caza comercial de ballenas, lo que permitió que su número se recuperara.
Tras la divulgación de esta noticia, la respuesta no se hizo esperar y fue contundente. «Se trata de un terrible paso atrás», declaró Clare Perry, asesora principal sobre océanos de la Agencia de Investigación Medioambiental (EIA), quien añadió que este es «el último esfuerzo desesperado del Gobierno japonés por estimular una demanda casi inexistente de esta carne con el fin de justificar la construcción de un nuevo buque factoría de matanza de ballenas, a expensas de los contribuyentes, que podría atar a este país a décadas más de esta industria destructiva, insostenible, inhumana y anticuada». La asesora aseguró que «los rorcuales comunes son unos de los grandes captadores de carbono de la Tierra y deberían estar plenamente protegidos, entre otras cosas para que puedan seguir cumpliendo su papel fundamental en el medio marino».
La propuesta llega cinco años después de que las autoridades japonesas reanudaran la caza comercial de ballenas dentro de su zona económica exclusiva tras retirarse de la Comisión Ballenera Internacional. Con ello se puso fin a 30 años de lo que este país denominó «caza de ballenas con fines de investigación», criticada por los conservacionistas por considerarla una tapadera de las cacerías comerciales vetadas en 1988.
Durante los años de penuria que siguieron a los estragos de la Segunda Guerra Mundial, el consumo de carne de esta criatura marina se convirtió en una fuente de proteínas asequibles para el pueblo japonés, alcanzando su apogeo en 1962, cuando se consumieron cifras de hasta 233.000 toneladas al año. Sin embargo, el devenir de los tiempos y la evolución de los paladares han desplazado a las ballenas de los platos de los comensales, reduciendo su presencia a unas modestas 2.000 toneladas en los últimos años, según revelan las estadísticas de la Agencia de Pesca.
Las autoridades no están dispuestas a dejar que este animal caiga en el olvido. Con la intención de mantener viva la tradición y preservar su industria ancestral, se han propuesto aumentar la cifra de toneladas disponibles a unas 5.000. El presidente de la empresa ballenera Kyodo Senpaku declaró: «Queremos contribuir a proteger a Japón de una posible crisis alimentaria y mejorar nuestra autosuficiencia, por lo que aumentaremos las capturas».
Estas acciones han generado un debate acalorado en torno a la ética y la conservación de estas majestuosas criaturas marinas. Mientras algunos argumentan que la caza sostenible es una práctica necesaria para mantener la industria, otros expresan en cambio su profunda preocupación por el impacto ambiental y el bienestar de los mamíferos.