Reciclaje

Japón recicla suelos contaminados de Fukushima en terrenos gubernamentales

El gobierno nipón ha retirado 13 millones de metros cúbicos de tierra y 300.000 de cenizas derivadas de la incineración de material orgánico

Operarios de TEPCO miden las radiaciones en el interior de Fukushima
Operarios de TEPCO miden las radiaciones en el interior de Fukushimalarazon

Japón avanza en la restauración de confianza en su industria nuclear, al optar por la reutilización de terrenos contaminados de la central Fukushima Daiichi en ubicaciones emblemáticas, como las oficinas del primer ministro y edificios gubernamentales. Este material, que proviene de la zona afectada por la catástrofe del 11 de marzo de 2011 —un terremoto y tsunami que desencadenaron la peor crisis nuclear desde Chernóbil—, ha sido clasificado como de niveles bajos de radiactividad. La iniciativa busca transformar los restos de uno de los desastres más devastadores de la historia moderna en un símbolo de recuperación en medio de un incesante debate global sobre la gestión de residuos radiactivos.

Este ambicioso plan forma parte de un esfuerzo integral para lograr la eliminación definitiva de tierras contaminadas fuera del área afectada, con un horizonte marcado en marzo de 2045. Esta superficie ya ha sido utilizada en la creación de tierras agrícolas y en el relleno de infraestructuras viales. Sin embargo, la decisión también suscita dilemas éticos y científicos en torno a la percepción del riesgo en una población aún marcada por el trauma. Es crucial destacar que estrategias anteriores en el distrito de Shinjuku, en Tokio, y Tokorozawa, en Saitama, fracasaron ante la vehemente oposición de las comunidades locales.

En el contexto de estas actividades de descontaminación en Fukushima, se han retirado aproximadamente 13 millones de metros cúbicos de tierra y otros 300.000 de cenizas derivadas de la incineración de material orgánico. Este volumen significativo de residuos se ha depositado en una Instalación de Almacenamiento Provisional (ISF, por sus siglas en inglés), que ocupa una extensión de 16 kilómetros cuadrados, abarcando las ciudades de Okuma y Futaba.

El gobierno nipón ha delineado un plan para reciclar aproximadamente el 75% de la tierra retirada, priorizando aquella con niveles de radiactividad reducidos. La reutilización de este controvertido material se contempla para diversas aplicaciones en ingeniería civil, tales como terraplenes para carreteras, vías férreas, diques, instalaciones de tratamiento de residuos, protección costera, terrenos agrícolas y proyectos de recuperación de tierras. No obstante, la eficacia de estas medidas dependerá de la validación de la seguridad del material reciclado.

El director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), Rafael Grossi, expresó su confianza en que «a medida que el Ministerio del Medio Ambiente de Japón (MOEJ) continúe explorando soluciones alineadas con nuestras recomendaciones, su estrategia evolutiva para el reciclaje y la disposición final de suelos y desechos removidos se mantendrá en consonancia con los estándares de seguridad». En respuesta a la solicitud de Tokio en octubre de 2022 para llevar a cabo una revisión de seguridad, un equipo de la IAEA, compuesto por cinco miembros de su personal y seis expertos internacionales de Bélgica, Alemania, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos, realizó tres misiones de evaluación en mayo y octubre de 2023 y febrero de 2024. Este exhaustivo proceso incluyó el asesoramiento técnico y social, abordando tanto los aspectos de seguridad como las inquietudes de las comunidades afectadas.

Los expertos reconocieron los múltiples desafíos que enfrenta el MOEJ en la implementación de un reciclaje gestionado del suelo retirado, así como la necesidad de asegurar su disposición final fuera de la prefectura de Fukushima para 2045. La IAEA se ha comprometido a colaborar estrechamente con Japón en el seguimiento del reciclaje y la disposición final de los suelos y desechos, a través de futuras evaluaciones que examinarán la eficacia del enfoque.

Tras el terremoto de magnitud 9.0 del 11 de marzo de 2011 frente a la costa de Tohoku, la central Fukushima Daiichi , gestionada por la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO), experimentó una crisis grave que fue el resultado de una secuencia de fallos en los sistemas de seguridad. La desactivación automática de los 11 reactores mediante la inserción de barras de control detuvo la fisión nuclear, pero los sistemas de refrigeración residual, esenciales para mantener la estabilidad de los núcleos expuestos, fallaron debido a la pérdida de energía tras la destrucción de la infraestructura de respaldo.

Los generadores diésel de emergencia, diseñados para suministrar energía a las bombas de agua de enfriamiento, quedaron inundados por las aguas de oleaje y corrientes de inundación (TEPCO reportó que todos los generadores de respaldo en la planta quedaron sumergidos, incapacitándolos). Sin una circulación adecuada, la temperatura en los núcleos comenzó a aumentar rápidamente, alcanzando niveles superiores a los 2.000 °C en pocos minutos en algunos casos, lo que provocó la fusión del combustible y el colapso de las estructuras internas, particularmente en los reactores 1, 2 y 3.

El aumento de la temperatura generó la descomposición del agua en vapor y la liberación de hidrógeno (H₂) por reacción de los metales con el agua a altas temperaturas. La acumulación interna de hidrógeno provocó explosiones químicas en las estructuras superiores, con la explosión del reactor 3, que destruyó parcialmente el edificio y permitió la liberación de radionucleidos, incluyendo yodo-131, cesio-134 y -137, en la atmósfera.

Para reducir la temperatura en los núcleos, se intentó inyectar agua de mar (cloruro de sodio) en los reactores, un procedimiento que causó corrosión en las tuberías y bombas eficientes, limitando la capacidad de enfriamiento a largo plazo. La liberación de gases radiactivos, combinada con detonaciones de hidrógeno y la exposición de combustibles gastados en piscinas de enfriamiento, contribuyó a la dispersión de radionucleidos en un radio amplio y a la evacuación de, aproximadamente, 154.000 residentes en un radio de 20 km.

Este evento ha sido clasificado como nivel 7 en la Escala Internacional de Eventos Nucleares (INES), equivalente a Chernóbil, debido a la magnitud de la liberación radiactiva y sus implicaciones para la salud pública y el medioambiente.

La actual guerra en Ucrania y las crisis en Oriente Medio han provocado una gran inestabilidad en el suministro energético internacional. Para importadores de energía como Japón, un suministro energético fiable y asequible es vital para la seguridad nacional y el desarrollo económico. Tras la triple catástrofe de Fukushima hace catorce años y la clausura de todas sus centrales nucleares, esto aumentó su dependencia de los combustibles fósiles importados, en particular del gas natural licuado. Para reducir su dependencia de las importaciones energéticas del exterior, han decidido volver a poner en marcha sus centrales atómicas.