Fuerzas de Seguridad

La jueza decreta prisión para los dos detenidos por la muerte del empresario Juan Miguel Isla

Uno de los arrestados habría confesado que colaboró con el "mediador" en el traslado del cadáver, envuelto en una manta, hasta el pozo, donde han sido hallados los restos

Dispositivo de la Guardia Civil en el pozo de la finca de Valdepeñas
Dispositivo de la Guardia Civil en el pozo de la finca de ValdepeñasGuardia Civil

La jueza que instruye el sumario por la desaparición y muerte del empresario Juan Miguel Isla ha enviado a prisión a los dos detenidos por la Guardia Civil, al entender que tuvieron una participación directa en dicho acto criminal.

Uno de los arrestados, según han informado a LA RAZÓN fuentes próximas a la investigación, habría confesado ante la magistrada su participación en los hechos, mientras que el principal implicado, Antonio C., el “meduador” en la compra de una finca de Isla, se ha negado a declarar ante la Guardia Civil.

De esta manera culmina una investigación iniciada el pasado mes de julio por la Comandancia de Ciudad Real y la UCO, en la que se ha logrado, tras arduas pesquisas, obtener las evidencias necesarias y, lo que era más importante, encontrar los restos del empresario, en un pozo de una finca propiedad del "mediador".

El auto de prisión provisional, comunicada y sin fianza, se ha notificado al principal sospechoso sobre las seis y media de esta tarde, después de una breve comparecencia ante la jueza titular del juzgado número 2 de Manzanares. Antonio, como hizo ante la Benemérita, se ha acogido a su derecho a no declarar hasta que no conozca el contenido de las diligencias que se han instruido contra él.

El otro arrestado, para que el que ya se decretó prisión ayer tras prestar declaración, habría confesado su papel de colaborador necesario. Según las citadas fuentes, ayudó a Antonio a trasladar el cuerpo hasta el pozo envuelto en una manta y habría sido el que llevó el coche del empresario hasta Albacete, por el mismo camino por el que había ido a Manzanares, con el fin de simular una desaparición voluntaria. Se trata de G.R.E., de casi 80 años.