Cambio climático
Un experto del CSIC advierte: "No sé qué más avisos hacen falta"
Las evidencias del cambio climático cada vez son más destructivas. Ante este «nuevo clima», los expertos demandan protocolos concretos de actuación para cada región.
El cambio climático no da tregua. Apenas hemos conseguido que se restablezcan algunos servicios básicos en las zonas de nuestro país azotadas por la reciente Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) cuando los expertos aseguran que este invierno traerá consigo nuevos episodios devastadores. En esta entrevista, el científico Fernando Valladares, investigador del CSIC y experto en cambio climático, explica las causas, la previsibilidad de estos eventos y las acciones urgentes que deben implementarse para mitigar su impacto.
¿Se previó la catástrofe que ha arrasado algunas zonas de nuestro país?
Ante una DANA, es complejo calcular cuánta agua va a caer exactamente, dónde va a caer concretamente y la interacción de estas precipitaciones con el territorio urbanizado, alterado, transformado. Eso hace muy difícil prever las dimensiones de catástrofe que puede tener una precipitación, un evento meteorológico. Sin embargo, existía constancia previa. Los científicos contamos con varias escalas temporales de prevención.
Por un lado, la prevención a muy largo plazo. Esta permitía ver, desde hace años, que las condiciones climáticas promedio hacían muy probable este tipo de eventos: iba aumentando la frecuencia de que estos eventos ocurrieran. Pero, a corto plazo también se preveía. Antes del último fin de semana de octubre, muchos teníamos información fehaciente de que eso iba a ocurrir. La AEMET lo dejó muy claro unos cuatro o cinco días antes de la catástrofe. Y el mismo día, se emitió el máximo nivel de alerta climática desde bien temprano. No sé qué más avisos hacen falta.
Con Filomena también existió esa falta de previsión. ¿No hemos aprendido a respetar estos fenómenos extremos?
Si hacemos una lista, tenemos media docena de fenómenos con consecuencias escalofriantes que han ocurrido recientemente. Filomena es uno de ellos. En aquel entonces, reconocimos que no habíamos sido precavidos pese a los insistentes avisos recibidos. Pero todo se quedó, en gran parte, en reconocer la falta de previsión. De una vez a otra no mejoramos significativamente las infraestructuras ni los protocolos de emergencia.
Seguimos con las medidas climáticas de hace 50 años cuando, en la actualidad, nuestro clima es otro. Y esta evolución obliga a cambiar el chip en varios sentidos: hay que hacerle más caso a lo que digan las agencias de meteorología, hay que tener preparados planes de crisis adaptados, hay que reacción rápido. En todas las catástrofes, las primeras horas son las claves, y nos perdemos en preguntas como: “¿Esto quién lo hace?”, “¿A quién le corresponde?”. Son lecciones que no terminamos de aprender por muchas razones. En parte, creo que es negligencia, una profunda irresponsabilidad, de los que tienen más personas a su cargo.
¿En qué aspectos te basas para opinar que ha habido una “profunda irresponsabilidad”?
Por ejemplo, ya tenemos información muy concreta de dónde estaba el presidente de la comunidad autónoma de Valencia. Su agenda de ese día no cuadra con las agendas que deberían establecerse en una emergencia. Llama la atención que el ayuntamiento de Paiporta fue mucho más precavido. A media mañana ya lanzó una alerta de lluvias intensas y, motu proprio, mandó a los chicos a casa. Es decir, el propio ayuntamiento tomó unas decisiones que se deberían tomar a escala más amplia, porque estamos hablando de una llanura de inundación, de un área amplia que incluye a muchos municipios y no se puede dejar al albedrío de los alcaldes, de las comunidades de vecinos, de los directores de colegios o de personas concretas.
Está muy bien que ellos también formen parte de la emergencia, pero la jerarquía de esto compete a otras personas que no estuvieron ahí. Y los primeros días vimos la cantidad de ofertas de ayuda, tanto del Gobierno central, bomberos franceses, helicópteros de Andalucía, que no se aprovecharon. Es cierto que es un evento excepcional que te pilla con falta de experiencia. Pero creo que la negligencia estuvo en el no querer colaborar, en el no querer aceptar las dimensiones de la catástrofe, y eso se convirtió en multiplicador de la catástrofe.
¿Cuál crees que es el evento climático extremo que será más habitual en el futuro?
Depende de la región. Por ejemplo, en las zonas costeras del norte (Galicia, Asturias o el País Vasco), no están tan expuestos a estas situaciones de inundaciones, salvo en algunas rías. Sin embargo, están expuestos a fortísimos temporales. Lo estamos viendo: antes apenas detectábamos unas ráfagas que superaban puntualmente los 150 km/h, pero ahora hay intensidades del viento descomunales y sostenidas durante muchos minutos. Esta velocidad del viento, que trae consigo un oleaje brutal, compromete instalaciones costeras, pone en riesgo la vida de las personas y amenaza todas las edificaciones en primera línea de costa.
¿Es correcto decir que el cambio climático crea fenómenos nuevos, o más bien potencia los que ya existen?
La severidad de esos vientos y de esas tormentas siempre ha existido. El cambio climático no inventa nada nuevo. Lo que hace es multiplicar o amplificar la intensidad de fenómenos como el viento, la precipitación, la duración de una sequía o los incendios. En cuanto a los incendios, aunque no están causados directamente por el cambio climático, el cambio climático está generando una extensión de la ventana de tiempo favorable para ellos.
Se acumula mucho material seco, y las condiciones meteorológicas favorecen los incendios de sexta generación, incendios técnicamente inextinguibles. Una vez que se producen, solo puedes crear cortafuegos para que no avancen, proteger a la ciudadanía y a las infraestructuras, y esperar que el viento pare o que incluso llegue a llover.
¿Qué medidas se deberían implementar para no lamentar los daños humanos y materiales que provocan estas catástrofes?
Cada región tiene un riesgo meteorológico diferente. Por eso, deberíamos implementar protocolos concretos de actuación para cada región: identificando los sitios de riesgo de incendio, qué hacer y qué no hacer, los sitios con riesgos de inundaciones y las áreas inundables. En este último caso, a medio y largo plazo se debería cambiar profundamente el urbanismo. Como hemos visto, este se ha convertido en una trampa mortal. No basta con encauzar el río. Es decir, hay que desarrollar infraestructuras, pero también dejarle margen a la naturaleza. Así, en lugar de imponer nuestros proyectos a la naturaleza, deberíamos adaptarlos a ella y al clima actual. La política urbanística y el modelo económico son áreas que podemos cambiar rápidamente.
Comentabas que existen herramientas para prever a largo plazo la posibilidad de que ocurra otro fenómeno extremo. ¿Cuándo podría ser el próximo?
Es muy probable que ocurra este invierno. Se dan muchas condiciones para que se produzcan tormentas de gran intensidad. Por desgracia, también es probable que ocurra en zonas ya afectadas por esta DANA. Sin embargo, me gustaría señalar que prever un fenómeno meteorológico es una combinación de factores y probabilidades. Es tan complejo que no hay certeza absoluta. Pero, si en un sorteo compras el 80% de las papeletas, tienes altas probabilidades de ganar.
Con eventos climáticos impulsados por la temperatura del mar, si tienes un mar extraordinariamente caliente, estás acumulando muchas probabilidades. Además, estamos viendo la corriente en chorro, que separa zonas más frías de zonas templadas. Ahora, con el cambio climático, esa corriente permite que olas de aire frío viajen muy al sur y que olas de aire caliente o grandes masas de aire cálido suban al norte. Esto aumenta las probabilidades de que una masa de aire frío choque con una masa de aire cálido y húmedo.
¿Cómo prevés que será la situación en España en los próximos 10 años?
Me gustaría pensar que la parte humana, en política y planificación, será mucho mejor. Revertir el cambio climático es necesario, pero llevará tiempo. En cambio, la planificación y adaptación urbanística, y la economía, pueden cambiar ahora. Hay que cuestionar profundamente nuestro modelo económico de crecimiento ilimitado en un planeta con límites, que es el origen último de muchos problemas.
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