Opinión

Peligro de polarización

No es algo nuevo en la historia de la Iglesia que hayan surgido en su seno grupos que se han opuesto entre sí hasta llegar a condenarse mutuamente e incluso producir un cisma.

Una reunión de cardenales en el Vaticano con el típico birrete cardenalicio
Una reunión de cardenales en el Vaticano con el típico birrete cardenalicioAndrew MedichiniAgencia EFE

La polarización, la maníaca tendencia hacia los extremos, ha conocido en estas últimas décadas un incremento muy notable hasta convertirse en una de las características de nuestro tiempo. Es un fenómeno perceptible en muchos campos: el ideológico, el filosófico, el político (en España estamos asistiendo a una fase muy peligrosa de su radicalización que irá en aumento durante la campaña electoral) e, incluso, el religioso. No es algo nuevo en la historia de la Iglesia que hayan surgido en su seno grupos que se han opuesto entre sí hasta llegar a condenarse mutuamente e incluso producir un cisma.

En estos últimos años, desde luego, los ánimos están cada vez más encendidos y se han multiplicado los grupos polarizadores. El Papa Francisco , al celebrar los 60 años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II ( el 11 de octubre del 2022) constató que muchas veces «se prefirió ser hinchas del proprio grupo» más que servidores de todos, progresistas y conservadores antes de que hermanos y hermanas, «de derecha o de izquierda más que de Jesús». También ha reconocido recientemente que las resistencias a la aplicación de las enseñanzas conciliares son terribles. Manifestación aún más inquietante de esa polarización es la que se registra en torno a la persona y misión del propio Papa. Algunos, incluidos pocos cardenales y obispos, tratan a Bergoglio como si se tratase de alguien al que se le puede tachar de hereje, de peronista o de populista deseoso de ganarse la atención mundial. Olvidan que estamos hablando de quien es tan Sucesor de Pedro como lo fueron en su tiempo Pio IX o Pio XII y que goza por lo tanto de la misma asistencia del Espíritu Santo que sus predecesores. Ignorar dato tan importante como este significa regar fuera del tiesto por muchos argumentos teológicos que se utilicen.