Viaje oficial
Francisco asume los abusos de la Iglesia belga: «¡Es una vergüenza!»
El Papa entona un «mea culpa» improvisado por la lacra de la pederastia en Bruselas
Sin paños calientes ni orillando responsabilidad alguna. El Papa Francisco entonó un contundente «mea culpa» por los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia ayer en Bruselas, en el primero de los tres días de su viaje a Bélgica. En la Gran Galería del Castillo de Laaken, ante los reyes Felipe y Matilde, ante el primer ministro Alexander de Croo y ante las principales autoridades del Estado y representantes de la sociedad civil, el pontífice dejó los papeles a un lado y se expresó con el corazón.
«Esta es la vergüenza que hoy todos tenemos», expuso improvisando. «Mi pensamiento va a los santos inocentes asesinados por el rey Herodes, pero ahora es la misma Iglesia la que ha cometido este crimen», reconoció. Por ello, compartió que «tenemos que pedir perdón y resolver esta situación del todo para que no se repita nunca más». «Muchos me dicen que las estadísticas demuestran que los casos de pedofilia son más abundantes en otros campos, pero yo digo que un solo caso en la Iglesia es suficiente», insistió, arremetiendo así contra un argumentario habitual entre los propios obispos. «Hay que pedir perdón; es una vergüenza y una humillación», insistió.
Con estas palabras, el Papa remozó sobre la marcha el discurso que le habían preparado, que no se salía de los esquemas habituales y, en ese sentido, era poco noticioso. Pero además el texto era «blando» al referirse al drama de los abusos sexuales dentro de la Iglesia belga. Basta con recordar el tremendo caso del obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, acusado de abusar de sus sobrinos durante años y al que expulsó personalmente del sacerdocio el pasado mes de marzo.
Inicialmente el pontífice habría tenido que lamentar «la irrupción de dolorosos antitestimonios». «Pienso en los dramáticos casos de abusos de menores, un flagelo que la Iglesia está afrontando con decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas heridas e implementando un amplio programa de prevención en todo el mundo», se limitaba a recoger el documento que Jorge Mario Bergoglio remontó con su tono enérgico.
Con su reflexión en voz alta, Francisco vino a completar las duras palabras del primer ministro belga, que justo antes reivindicó que «hoy –dijo hablando en flamenco– no bastan las meras palabras, también hay que dar pasos concretos. «Hay que escuchar a las víctimas, deben estar en el centro, tienen derecho a la verdad», reclamó el mandatario a la vez que defendió que las atrocidades deben ser reconocidas y debe hacerse justicia». «No es solo un imperativo moral, sino un paso necesario para recuperar la confianza. La dignidad humana debe ser lo primero, no los intereses de la institución», expuso.
Más institucional fue el discurso del rey Felipe, aunque también aludió a la cuestión, pero esta vez, para reconocer cómo Francisco había actuado «con firmeza la tragedia de los abusos sexuales de menores». De la misma manera, alabó que Jorge Mario Bergoglio, «consciente de los tormentos de nuestro mundo, ha hecho de su lucha contra todas las formas de injusticia el corazón de su vocación».
«Europa –explicó en otro momento el monarca– necesita a Bélgica para llevar adelante el camino de paz y fraternidad entre los pueblos que la forman». Al hilo de esta cuestión, alertó de que «este país recuerda a todos los demás que cuando –basándose en las más variadas e insostenibles excusas– se comienzan a desacatar las fronteras y los tratados y se deja a las armas el derecho a crear el derecho, subvirtiendo el que está vigente, se destapa la caja de Pandora y todos los vientos comienzan a soplar violentamente».
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