
Comportamiento
¿En qué sitio te sientas en las reuniones? Esto desvela la psicología de cada uno
Es importante recordar que son tendencias, no reglas absolutas de la personalidad de cada individuo

En las reuniones casi nunca nos sentamos tan al azar como pensamos. La psicología lleva décadas estudiando cómo nos colocamos en aulas, comités y salas de juntas, y ha encontrado patrones bastante claros: el sitio que eliges no te define como persona, pero sí condiciona cómo te ven y qué papel acabas jugando en la conversación.
Los primeros en fijarse seriamente en esto fueron investigadores como Robert Sommer o Edward T. Hall, que estudiaron la distancia interpersonal y la disposición del mobiliario. En experimentos con mesas rectangulares y redondas observaron algo muy constante: en una mesa alargada, la cabecera concentra el simbolismo del poder. Quien se sienta en uno de los extremos tiende a hablar más, es mirado más a menudo y suele ser percibido como la figura de mayor autoridad, aunque no tenga el cargo oficial. Desde ahí se ve a todo el mundo, se controla el turno de palabra y se marcan los cambios de tema casi sin darse cuenta.
Los asientos junto a esa cabecera también tienen su significado. Las personas colocadas a izquierda y derecha del líder intervienen con frecuencia, actúan como manos derechas, matizan, apoyan, añaden datos. No es extraño que, en fotos de consejos de administración o negociaciones políticas, veamos esa distribución: figura central en la punta y, flanqueando, las personas de confianza.
En el extremo opuesto, justo enfrente de la cabecera, el significado cambia. La posición cara a cara está muy asociada a contextos de debate o negociación: es la postura típica de dos partes que discuten un acuerdo. Sentarse frente a quien preside una reunión lanza un mensaje de independencia, de querer interlocución directa.
En los lados largos, los asientos centrales parecen neutrales, pero juegan a favor de la colaboración. Desde ahí resulta fácil ver a casi todo el mundo, entrar y salir de la conversación, apoyar a unos y otros. Varios estudios sobre grupos pequeños apuntan que estas posiciones favorecen la interacción sin cargar con el peso simbólico de la cabecera. Suelen escogerlas personas que quieren participar y estar integradas, pero sin ocupar el foco principal.
Luego están las esquinas, las sillas pegadas a la pared, los sitios junto a la puerta. Las investigaciones muestran que tendemos a colocarnos más cerca de quienes sentimos como iguales y a tomar algo de distancia de quienes nos intimidan o nos resultan ajenos. En una sala real esto se traduce en personas que se van a los extremos para observar sin ser observadas, para tomar notas, o para tener una vía de escape si la reunión se alarga.
Es importante tener en cuenta que todo esto son tendencias, no reglas absolutas. Los propios psicólogos avisan de que no se puede usar la silla como test de personalidad. Hay factores que cambian por completo la interpretación. Uno es el rol formal: si eres la persona que convoca la reunión, se espera que estés en una posición visible; si acabas de llegar al equipo, quizás prefieras un lugar más discreto, aunque seas muy seguro.
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