Eutanasia

«Representará el uno por ciento de la mortalidad»

Fernando Marín es el presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente en Madrid, que asesora a quienes han decidio acabar con su vida.

Marín cree que la forma de morir tiene más relación con la forma en la que uno ha vivido que con la enfermedad o el dolor / Gonzalo Pérez
Marín cree que la forma de morir tiene más relación con la forma en la que uno ha vivido que con la enfermedad o el dolor / Gonzalo Pérezlarazon

Fernando Marín es el presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente en Madrid, que asesora a quienes han decidio acabar con su vida.

La medicación para quitarte la vida de forma sencilla se puede comprar por internet y cuesta unos 300 euros. Así de fácil. Lo explica Fernando Marín, médico y responsable en Madrid de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD). «La gente cree que tomando un puñado de pastillas de la farmacia ya está y no es así. Muchas veces la gente que no quiere vivir más recurre a métodos violentos, pero nosotros defendemos morir de la forma más respetuosa posible con uno mismo», explica el doctor. Como la eutanasia no es legal en España, la asociación sólo se dedica, hasta el momento, a «promover el derecho de toda persona a disponer con libertad de su vida» y a «defender el derecho de los enfermos terminales e irreversibles a morir sin sufrimiento». Hasta DMD se acerca gente con todo tipo de dudas: para informarse de los derechos a rechazar un tratamiento (que no te alimenten por sonda, por ejemplo) o cómo hacer el testamento vital. «Básicamente, para saber qué opciones, qué margen tienen». A los tres meses de hacerse socios, les llega la «Guía de Autoliberación», donde explican medicinas letales que se pueden conseguir sin receta, cómo hacer el pedido por internet y cómo elaborar el acta para el juez o el acta notarial donde explican haber ejecutado su última voluntad «de forma libre».

No siempre es gente que ya ha tomado la decisión de morir voluntariamente y muchas veces, incluso cuando ya han realizado el pedido por internet, las medicinas se les caducan en casa. «Muchos simplemente quieren dejar la puerta entreabierta, por si acaso». Marín es consciente de la responsabilidad de DMD, por eso, asegura que intentan siempre «que la gente reflexione, que sean conscientes de que es algo irreversible, que morir es la nada y tienen que estar seguros». Ahora hay unos 7.000 socios, de lo más variopinto. «Desde gente mayor que le aterra la dependencia a enfermos degenerativos o terminales... hay de todo», explica. Para el doctor, es importante que se abra este debate: «Lo importante es que se pueda hablar de la muerte. No tenemos esa cultura y, cuando llega el momento, acaba siendo una improvisación, una chapuza. No se valora la buena calidad en el proceso de morir. ¿Por qué no nos preguntamos cómo han muerto las 120 personas que lo hacen al día en Madrid? ¿Han sufrido? Es importante morir en base a los valores de cada uno». En el último año habrán atendido más de 300 consultas personales y unas 500 por correo electrónico. Este último método, reconoce Fernando, es algo «peligroso» porque no podían garantizar que no estuvieran inscribiéndose menores con datos falsos. Y es que, por mucho que traten de que la gente recapacite y no sea una decisión «en caliente» (por eso tardan tres meses en darles la guía), lo cierto es que no pueden cribar socios. «Tratamos de hacer pensar, por ejemplo, a gente joven y con motivos transitorios», explica, pero no pueden impedir que éstos se hagan socios y les llegue a los tres meses la famosa guía.

Ahora, si sale adelante la regulación de la eutanasia con el nuevo Gobierno socialista, cree que sí habrá una «oleada» de inscripciones, pero eso no significa que la gente vaya a hacerlo de forma masiva, porque «esta decisión va en la forma de pensar, de vivir, no en que sea legal o ilegal».

Marín se muestra aún desconfiado sobre el proceso para implantar la ley, si es que sale adelante. «Habrá médicos objetores y, como dependerá de cada comunidad autónoma, puede que los trámites burocráticos sean más lentos que el deseo del paciente». Eso sí, tiene claro que no habrá más muertes de este tipo: «Se ha demostrado que estas leyes no acortan la vida, al contrario, la prolongan porque dan tranquilidad. Lo que no puede ser es que haya gente sufriendo que tenga que recurrir al mercado negro o a métodos violentos».