Roma
El secreto de Miguel Ángel sale a la luz tras la muerte del Papa Francisco
Más de un siglo después, se ha descubierto un detalle en la basílica de San Pietro in Vincoli que revela una nueva dimensión del ingenio del artista
Mientras el mundo despide al Papa Francisco, un sorprendente hallazgo en la basílica de San Pietro in Vincoli vuelve a poner en primer plano el poder simbólico del arte sacro. Durante unos recientes trabajos de restauración, se descubrió que Miguel Ángel esculpió su famoso Moisés (parte de la tumba del Papa Julio II) teniendo en cuenta la luz natural que entraba por una ventana hoy tapiada.
Más de un siglo después de que esa abertura fuera cerrada, sale a la luz un detalle que revela una nueva dimensión del ingenio del artista, justo cuando la Iglesia reflexiona sobre el legado de su líder recién fallecido. Zonas pulidas, casi brillantes, que reflejaban el sol en su máximo esplendor; otras, más rugosas, destinadas a permanecer en la sombra. No era un simple capricho estético: era una estrategia artística, un acto de fe luminosa, un claroscuro esculpido en piedra.
La muerte del Papa ha vuelto la mirada del mundo hacia el legado espiritual y estético del Vaticano. Su pontificado, como las esculturas de Miguel Ángel, fue una obra de contrastes: de luz y sombra, de pulido discurso moral y de la rugosidad de los tiempos modernos. Como el Moisés que domina la basílica, su figura se mantuvo firme entre la fe milenaria y los desafíos contemporáneos.
Aunque la antigua ventana no ha sido reabierta, un esfuerzo conjunto entre restauradores e ingenieros de la luz ha permitido recrear el efecto lumínico original gracias a tecnología punta. La simulación computarizada, impulsada por el diseñador Mario Nanni, devuelve al conjunto escultórico la vitalidad de sus primeros días, como si Miguel Ángel mismo hubiese regresado para supervisar los destellos sobre la túnica del patriarca bíblico.
En este juego de luces resucitadas, no es difícil ver un paralelo con la misión del Papa fallecido: devolver claridad a los rincones oscurecidos de la Iglesia, pulir lo eterno y enfrentar, con la piedra de la verdad, las sombras del presente.