La opinión de Marta Robles
Solo para millonarios
Demasiado dinero a veces conduce a que nada parece suficientemente excitante, porque ya casi todo se ha probado
Tras varios días de agonía durante los que diversos equipos de rescate de varios países recorrieron miles de millas cuadradas por tierra y por aire en busca del Titan,ese submarinito de juguete desde el que cinco personas querían descubrir aún más secretos en los restos del Titanic, resulta que el sonido de una implosión submarina que la Marina estadounidense detectó el pasado domingo fue, casi con seguridad, la de la que acabo con el sumergible perdido.
Mejor pensarlo así y no creer que los cinco aventureros –dos multimillonarios y el hijo de uno de ellos, además de un oceanógrafo francés experto en el Titanic, de 77 años que había visitado sus restos decenas de veces y el fundador de OceanGate que piloteaba la nave– agotaron el aire en una muerte lenta y perversa.
Más allá de la desgracia incontestable, confluyen muchos elementos en el análisis de esta historia. Por una parte, parece que, vistos los perfiles de los protagonistas, hay más de capricho que de reto en ella. Demasiado dinero a veces conduce a que nada parece suficientemente excitante, porque ya casi todo se ha probado. Y, bueno, si uno quiere arriesgarse y puede pagarlo, que lo haga.
La duda es si casi nadie puede hacerlo, no debería también correr con los gastos de su rescate en el caso de que las cosas no vayan bien. Sobre todo, porque en ese mismo mar, revisado al milímetro en este caso, mueren migrantes a cientos sin que se les busque ni a veces siquiera se les socorra. Ya sé, ya sé: el mundo es muy injusto. Pero no se trata de multiplicar la injusticia y quedarnos tan panchos, sino de intentar equilibrar el mundo. Y este no es el modo de hacerlo.
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