Sólo necesitas un lápiz y cinco minutos para mejorar notablemente tu forma de hablar

La dicción es -para muchas personas- una de las grandes asignaturas pendientes. Puede ocurrir que el mensaje que estemos tratando de transmitir sea muy interesante, pero si nadie más lo entiende… no estaremos consiguiendo nuestro objetivo. Si queremos mejorar nuestras habilidades comunicativas, la primera regla que debemos aprender es que la responsabilidad de “hacerse entender” recae enteramente sobre nosotros. No podemos exigirle a nuestro interlocutor que haga un esfuerzo sobrehumano para comprender lo que nosotros tenemos que decir.

La buena noticia es que, si queremos, todos podemos mejorar notablemente nuestra dicción. Y en la mayoría de los casos, ni siquiera necesitamos la ayuda de un profesional para hacerlo. Basta con que todos los días dediquemos unos cinco minutos a realizar este ejercicio. Los cambios se notan de inmediato. Pero si somos constantes, podremos conseguir una mejoría mucho mayor.

Ni siquiera hace falta concentración

Lo único que necesitas para mejorar la forma en la que articulas las palabras es un lápiz y cinco minutos de tu tiempo. Y ni siquiera necesitas dedicarle toda tu atención. Eso sí, recuerda que es mejor hacerlo en privado… o al menos alrededor de gente con la que tengas confianza. Es un ejercicio muy útil y muy beneficioso, pero no es demasiado estético.

Para realizar este ejercicio, lo único que tienes que hacer es coger un lápiz de los dos extremos y colocarlo en tu boca. Una vez tengas el lápiz colocado en tu bocade forma trasversal, es decir, de lado a lado, debes morder con suavidad. Así, tanto el lápiz como tu mandíbula se quedarán fijos y serán los músculos faciales y la lengua los que tendrán que hacer todo el trabajo.

Normalmente se recomienda leer algún texto en voz alta, pero eso nos obligaría a prestarle toda nuestra atención al ejercicio. Lo que puede resultarte poco conveniente si tienes otras responsabilidades. Al fin y al cabo, el día sólo tiene 24 horas… muchas menos de las que necesitaríamos para hacer todo lo que nos gustaría hacer.

Por eso, una buena solución es, por ejemplo, morder el lápiz y tratar de hablar sin hacer caso a ningún guion cuando estamos en el coche de camino al trabajo. Es un momento en el que estamos prácticamente solos, en el que no tenemos que estar en silencio y en el que seguro que podemos encontrar mucho que decir. Otra buena opción sería, por ejemplo, cuando estés cocinando o cuando planchando.

Lo realmente importante es que durante tu “discurso” trates de articular cada una de las palabras de una forma perfecta, pero sin dejar de sujetar el lápiz con los dientes. Lo normal es que no se pueda entender nada, aunque hagas tu mejor esfuerzo. Sin embargo, el objetivo no es que se te entienda… sino que intentes con todas tus fuerzas que se te entienda.

Los resultados se notarán de inmediato. Una vez retires el lápiz de la boca, podrás apreciar hasta qué punto ha mejorado tu dicción. De hecho, la diferencia entre el antes y el después es tan grande (y tan positiva), que convendría que repitiésemos este ejercicio unos minutos antes de hacer una presentación o de dar un discurso.

Al fin y al cabo, la lengua es un músculo. Y de la misma forma que “calentamos” antes de entrenar en el gimnasio, también debemos hacerlo antes de hablar. No es que la lengua se vaya a lesionar por no haber calentado. Pero si consigues que se relaje, podrá moverse mucho mejor y tu dicción será mucho más clara.