Opinión

Tiempo de depresión

El grupo otorga identidad, seguridad, valía, consuelo, protección … hace mucho frío fuera de él

Depresió
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Se dice que la realidad del hombre es su medio social y afirmamos con énfasis que vivimos en Sociedad. Pero, ¿qué es ser persona, individuo?. ¿En qué sociedad vivimos?. ¿Qué características tiene?. ¿Quién la organiza y conforma?

Cada uno de nosotros es, antes que nada, un ser individual, único. Y si para muchos esto es un estímulo para ser singular, “yo mismo”; para otros, esa misma individualidad puede convertirse en una inconsolable soledad de la que escapamos perteneciendo a un grupo, clase social o adosándonos a una ideología. La esencia humana se mueve en la dialéctica de no ser considerado y valorado y de ser incondicionalmente aceptado. Queremos ser diferentes y que nos quieran y somos insaciables de consideración, amor y consuelo. Lo individual y lo colectivo se entrecruzan . La pregunta de cuánto se debe a la experiencia y cuánto a la constitución o a la sociedad es imposible de responder, pero construimos historias que nos parezcan verosímiles. Cervantes escribe en El Quijote: “uno no es por donde nace sino por lo que hace”. Y otra frase hecha que nos acompaña a lo largo de la vida, la remacha: “el hombre es más fuerte que su destino”. Pero ¿esto es así?. Sociedad e individuo se entrecruzan, predeterminan, frecuentemente conviven en conflicto y suelen echarse mutuamente la culpa de sus carencias e insuficiencias.

La construcción de la individualidad no ha sido fácil. Lo espontáneo es el grupo. La pertenencia a un grupo es una necesidad vital. Nacemos prematuros y hay una tendencia natural al gregarismo. La sociedad es holista, predomina la jerarquía y el orden. El individuo es una anomalía histórica; lo habitual es el grupo y el individuo suele estar subordinado a él. El grupo otorga identidad, seguridad, valía, consuelo, protección … hace mucho frío fuera de él. El individuo, por otro lado, es una amenaza; amenaza dicha cohesión, la jerarquía, el orden; es ante todo único. Pero somos mucho menos individualistas de lo que creemos, basta con ver lo fácilmente manejables que somos y la querencia que tenemos por el grupo familiar y social al que pertenecemos.

Pero ¿qué es el individuo? Lo que te pasa y cómo reaccionas en un contexto social. El sufrimiento es siempre individual. Actualmente, vivimos en el posmodernismo cambiante. Hemos pasado - en el mundo occidental – de una sociedad de producción a una sociedad de alto consumo. No hace demasiado tiempo, se idealizaba y exigía privilegiar la contención, el trabajo, la mesura, la espera, el ahorro, el esfuerzo de aprender y tramitar la adversidad, la frustración; se privilegiaba el futuro por el presente y se nos decía: “pensar en el futuro”. Actualmente se impone vivir el presente continuo: aquí y ahora; la postergación, la demora no existe. “Lo quiero ahora”. No hubo pasado, tampoco futuro. Una sociedad de la apariencia y el simulacro, donde vivimos una hiperrealidad, un reality show. Una sociedad Peter Pan.

Una sociedad que te crea e induce múltiples necesidades, inútiles metas y escasas exigencias; donde se nos dice que “el mundo y sus objetos están para que te sirvan y goces”, “cree en tu imaginario y en tus deseos, como los más verdaderos y justos”; “tienes derecho a todo y todo es posible, y si se te niega algo eres una víctima”; “sé tú mismo, los demás no existen o son un objeto más de consumo”. Objeto deshumanizado al que se teme y desconfía. Mensajes y proclamas que promueven una falsa, espurea y egoísta “individualidad”. También recibimos oleadas de promesas para evitarnos los problemas y los conflictos que nos dan mayor agobio: lo incierto de nuestra existencia; somos vulnerables, dependientes y finitos; insignificantes y nos necesitamos. Es decir, humanos. Son promesas irrealizables, destinadas a consumir y a generar una mayor insatisfacción e impotencia. Aparecen sentimientos de vacío e inutilidad que frecuentemente son negados y evitados a través de una hiperactividad desenfrenada y sin sentido; conductas temerarias o respuestas panagresivas. Los “demás” -tan necesarios- son adversarios o enemigos que reclaman derrota o sumisión. Se constituye una impostada “individualidad” que desestima al semejante. En ocasiones se recurre a asumir una identidad de víctima que te provee de un precario prestigio e irresponsabilidad. Una forma indulgente de hacerse valer y desmerecer al otro. Y , por último, si las anteriores- precarias y frágiles- medidas fracasan, termina imponiéndose una voluble, difusa, y envolvente depresión. Vivimos en Época de Depresión.

En fin, va urdiéndose un vínculo paranoide, hostil, de previsibles y nefastas consecuencias: la desoladora DESCONFIANZA, que obedece a los viejos y ramplones refranes de “piensa mal y acertarás”. Mal asunto. Simulacro y desconfianza dañan y rompen la inextricable unión individuo-sociedad.

Recuperar y consolidar vínculos de confianza es lo más importante y básico del más básico, importante e imprescindible de todos los sentimientos humanos: la CONFIANZA.