
Catástrofes
Qué fue la destrucción de Tunguska de 1908 y cómo podría repetirse con el asteroide YR4
Hace 117 años, una explosión arrasó con 80 millones de árboles en un área de 2.150 km² en Siberia

La posibilidad de que el asteroide 2024 YR4 impacte contra la Tierra el 22 de diciembre de 2032 ha traído de nuevo a la actualidad cuáles serían los efectos de un evento de este tipo. En este caso, hablamos de un asteroide con un diámetro de entre 40 y 90 metros que, aunque la probabilidad está disminuyendo, aún no se puede descartar. La respuesta a lo que podría pasar si un asteroide como 2024 YR4 cayera en la Tierra ya la tuvimos hace algo más de un siglo, con el evento conocido como el bólido -un cuerpo celeste que atraviesa la atmósfera- de Tunguska.
Tuvo lugar el 30 de junio de 1908, en la región siberiana entonces conocida como Yeniseisk y ahora como Krai de Krasnoyarsk, en las cercanías del río Tunguska que le ha dado nombre. Según testimonios de la época, una bola de fuego cruzó el cielo tras lo que se produjo una explosión que arrasó con 80 millones de árboles en un área de bosque de 2.150 km². Pese a toda la destrucción originada, no había ningún cráter que demostrara el impacto de un meteorito. La explosión se registró en estaciones sísmicas de Europa y Asia y se detectaron ondas de aire de la explosión en Alemania, Dinamarca, Croacia, el Reino Unido, e incluso hasta Batavia y Washington D. C. ¿Qué había pasado?

La lejanía del área afectada y las limitaciones de la época impidieron llegar a conclusiones durante mucho tiempo. De hecho, la primera expedición científica que investigó el bólido de Tunguska, que es el mayor evento de impacto registrado, no tuvo lugar hasta casi 20 años después, en 1927. Fue entonces cuando Leonid Kulik, líder de la expedición, propuso la teoría del impacto de un meteoroide. ¿Por qué no había cráter entonces?
La teoría más aceptada, entre las muchas generadas por el evento a lo largo de los años, es que el objeto, que se estima tuvo un diámetro de entre 50 y 190 metros, se desintegró en la atmósfera a una altitud de entre 5 y 8 kilómetros. La onda de choque del estallido habría medido 5.0 en la escala de magnitud de Richter y la energía liberada se estima entre 3 y 30 megatones de TNT; es decir, entre 200 y 2.000 veces la potencia de la bomba atómica de Hiroshima. El área del río Tunguska apenas estaba habitada, pero un evento así en un área poblada sería catastrófico.
Sin embargo, la ausencia de cráter permitió que la imaginación sobre lo que había sucedido volara libremente. En 1965, Nature planteó la posibilidad de que hubiera sido un meteorito de antimateria lo que impactó y en 1973 publicó que pudo tratarse de ¡un agujero negro!, teoría que la misma Nature rebatió pocos meses después.
La confirmación de que se trató de un meteoro estándar llegó con el descubrimiento de restos meteóricos en Tunguska en 1978, micromuestras cuya composición con origen fuera de la Tierra fue confirmada en 2013.
Sin embargo, esta no es la única teoría plausible sobre lo que pasó en Tunguska. En 2020 cobró fuerza la idea de que no se trataba del impacto o desintegración de un asteroide, sino de un cometa que cruzó la atmósfera y pudo seguir su trayectoria escapando a la fuerza gravitacional de la Tierra, lo que de nuevo justificaría la ausencia de un cráter a pesar de la fuerza de la explosión.
El bólido de Tunguska tenía un tamaño similar o superior al que se ha estimado de 2024 YR4, lo que da una idea de lo que podría suceder si se confirmaran las previsiones actuales de la NASA y la ESA.
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