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“La fiesta del chivo”: Los cómplices del horror ★★★✰✰

Juan Echanove en «La fiesta del Chivo»
Juan Echanove en «La fiesta del Chivo»larazonSergio Parra

Autor: Mario Vargas Llosa (adaptación de Natalio Grueso). Director: Carlos Saura. Intérpretes: Juan Echanove, Lucía Quintana, Manuel Morón, Eduardo Velasco... Teatro Infanta Isabel, Madrid. Hasta el 15 de marzo.

Buena parte del equipo artístico y de producción que puso en pie «El coronel no tiene quien le escriba» se reúne de nuevo con un reto tan complicado como aquel: trasladar al escenario un material literariamente brillante, pero de naturaleza muy narrativa.

Natalio Grueso vuelve a firmar una adaptación un tanto irregular: por un lado, condensa bien la trama y da con el ritmo oportuno en toda la evolución dramática; por otro lado, sacrifica menos de lo que debería el lenguaje literario y, además, cae en cierto caos dramatúrgico a la hora de utilizar la figura del narrador –narradora, en este caso–. La primera de estas dos fallas puede apreciarse en algunos diálogos recargados de adjetivos que, si bien pueden funcionar a la perfección sobre el papel, ponen en un aprieto enorme a los actores para dotarlos de verdad sobre el escenario; la segunda se hace evidente cuando el personaje de Urania Cabral le larga en su primera escena un extenso y descriptivo monólogo a su padre, privado del habla, sobre asuntos y acontecimientos que este personaje ya conoce de sobra, precisamente porque los ha protagonizado él. La escena se torna inverosímil y sirve solo para poner al espectador al tanto de una información que necesita para entender el argumento. Lo curioso es que podía haberse resuelto fácilmente si Urania, en lugar de hablar a su padre como personaje, hablase al público como narradora, algo que, extrañamente, sí hace más tarde en otras escenas.

En la dirección, Saura desecha con buen criterio los adornos en el escenario para facilitar así las transiciones, y consigue fundir de manera elegante y fluida muchas de las escenas. Vuelve, no obstante, a recurrir a unas proyecciones con dibujos hechos por él mismo que no hacen sino desviar en cierto modo la atención del espectador y poco aportan en verdad a la acción. Una acción, por otra parte, que se echa de menos en algunas situaciones dramáticas que son muy explicativas y apenas tienen conflicto. Afortunadamente, los actores son tan buenos que logran enmendar todo esto y mucho más en una función que, no nos engañemos, está ideada precisamente para que luzca su trabajo junto a un título que atraerá a espectadores de toda condición por llevar la firma de un escritor de la envergadura de Mario Vargas Llosa. Destacan especialmente Juan Echanove, como el despiadado y enloquecido dictador Trujillo –estupendos los giros que lo mueven de la aparente afectividad a la inmoralidad más absoluta–; Lucía Quintana, capaz de dar hondura y emoción a un personaje vapuleado por la vida y por el régimen; Gabriel Garbisu, como el cobarde «Cerebrito», que sacrifica a su propia hija para salvar el pellejo; y Eduardo Velasco, dando vida al sibilino Manuel Velasco, cómplice de incontables atrocidades.

Lo mejor

La solidez de todo el elenco da empaque a la propuesta que presenta Carlos Saura.

Lo peor

El empeño por querer hacer una función con materiales tan poco teatrales.