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Peter Handke: «Prefiero el papel higiénico a tus preguntas vacías»

Lo de la Academia Sueca ya da para varias novelas, y el último capítulo lo escribió ayer Peter Handke en su enfrentamiento con los medios durante la rueda de Prensa previa al galardón, el penúltimo episodio salió a la luz horas antes de dicha convocatoria, cuando otro miembro de la casa renunció a acudir a los actos de celebración

Nobel Prize in Literature laureate Peter Handke attends a news conference at the Swedish Academy in Stockholm
Peter Handke durante la rueda de Prensa previa a la entrega del Premio Nobel de LiteraturaTT NEWS AGENCYReuters

No hay quien pare la hemorragia en la Academia Sueca. Cada paso que da en busca de normalizar una situación que se extiende desde hace años, y que ya cansa, enfanga todavía más y más el ambiente. La última de la institución que concede los Nobel de Literatura llegó ayer mismo, cuando Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962) y Peter Handke (Griffen, Austria, 1942), premiados de 2018 y 2019, salieron en rueda de Prensa para abrir boca en la semana en la que se les concederá dicho reconocimiento (este martes). Ayer, 6 de diciembre, coincidía con el 77 cumpleaños del austriaco, por lo que se había dispuesto un coro que, dulcemente, iba a cantar el «Cumpleaños feliz» al escritor. Iba a ser lo más amable dentro de una sala previamente condicionada por la controversia de si el galardón a Handke es moralmente correcto o no: recordemos que minimizó los crímenes de guerra de Slobodan Milosevic en la década de los 90 y, en 1996, con el conflicto todavía candente, publicaba con gran polémica «Justicia para Serbia». Además de condenar en 1999 el bombardeo que tenía como objetivo la retirada de las tropas de Milosevic de Kosovo.

En la sala de la Academia, frente a los periodistas, los homenajeados junto a Mats Malm, secretario permanente y portavoz de ésta, espectador de lujo (al igual que Tokarczuk, en un triste segundo plano con todo el revuelo) del «show Handke» que se avecinaba. Tras encajar de buen grado, no era para menos, la felicitación, las preguntas se dirigen al escritor. Le lanzan la primera: ¿va a cambiar de opinión tras este reconocimiento? «No, con total seguridad», zanjaba a la vez que comenzaba el espectáculo.

Guerra abierta entre unos, tirando de la lengua al austriaco sobre el conflicto yugoslavo, y el otro, devolviendo cada cuestión a modo frontón (hasta que se hartó, que fue pronto). Una batalla espesa e inútil: «Es una historia muy larga, creo que no es el momento de contar eso aquí». ¿Mantendrá la misma postura que en sus textos sobre lo acontecido en Yugoslavia? «Nunca tuve una, no escribo opiniones. Me gusta la literatura, no las opiniones». Seguidamente se le invitaba a explicarse sobre si consideraba que se había producido una masacre en Srebrenica (Bosnia), pero, de nuevo, se pinchó en hueso. Sin ocultar su malestar, Handke se apoyaba en las «muchas», decía, cartas de apoyo que había recibido después de ser reconocido con el Nobel y, por tanto, tras estallar la polémica.

Eso sí, había una misiva que le llamó especialmente la atención por su mensaje, no precisamente de apoyo, y por su «caligrafía de mierda». En ella se le señalaba por ignorar la Historia y se le ponía a la par de Donald Trump. La mostró y se arrancó: «Les digo que prefiero el papel higiénico, una carta anónima con papel higiénico dentro que sus preguntas vacías e ignorantes». Y hasta aquí todo lo que tuviera que ver con el antiguo régimen de Milosevic, personaje que murió a la espera de una sentencia de la Corte Penal Internacional de la ONU en La Haya y a cuyo funeral acudió el actual protagonista de la controversia.

La ironía ya se había desatado en el cuerpo del Nobel: «Continúe con sus preguntas, me gustan», «mi gente son los lectores, no tú», «si alguien tiene un consejo, me gustaría oírlo»... Respecto a las manifestaciones en su contra (hay convocada una concentración en Estocolmo el día de la entrega del galardón), comentó que había intentado hablar con sus detractores, pero que el diálogo fue estéril, aunque sí le gustaría un gesto de acercamiento entre los diferentes bandos del conflicto: «Pregunté cómo lograrlo, pero un amigo en Bosnia me dijo que, por el momento, no era posible. Yo quería encontrarme con dos madres que hubieran perdido a sus hijos en la guerra, una del lado serbio y otra del musulmán, pero no pudo ser», continuó.

Una nueva baja

Se pronosticaron chubascos durante la convocatoria, y chubascos hubo. Lo que no se esperaba es lo ocurrido horas antes: un nuevo paso de un miembro de la Academia, y ya se cuentan por decenas en los últimos tres años. Peter Englund, secretario de la institución de 2009 a 2015, escribía en el diario sueco «Dagens Nyheter»: «No participaré en la Semana del Nobel. Celebrar el premio de Peter Handke sería pura hipocresía por mi parte». Se desmarcaba así un hombre que durante la década de los 90 cubrió el conflicto balcánico para la Prensa sueca. Por el contrario, Englund sí quiso sacar pecho y mostrar su «felicidad» por la poeta polaca.

Con esta renuncia, se completa un nuevo capítulo en el esperpento de la institución que hace solo tres días vivía otra desbandada: la de dos miembros del comité de Literatura del Nobel, Kristoffer Leandoer y Gun-Britt Sundström, que vinculaba (esta última) su salida a que «la elección del laureado de 2019 no se limita a recompensar una obra literaria, sino que también se interpreta, tanto dentro como fuera de la Academia, como una posición que coloca la literatura por encima de la política».

Malos tiempos en una Academia que no levanta cabeza desde que se desatasen los escándalos sexuales que, durante años, no se quisieron ver. Todo ello provocó la dimisión de más de una decena de sus miembros y requirió hasta la intervención monárquica de Carlos XVI Gustavo de Suecia: «La Academia ahora tiene la intención de centrarse en restaurar su reputación», comentaba en referencia a las denuncias y a la baja presencia femenina entre sus miembros. Fue tal asunto de Estado en Suecia que hasta sus máximos responsables tuvieron que dar la cara en público para ofrecer explicaciones sobre uno de los orgullos nacionales. Se reconoció que «necesitaba mejorar», se paró el galardón durante doce meses (de ahí que esta semana se entreguen dos, aunque correspondientes a años diferentes) y hasta se modificaron las normas para permitir las renuncias (antes los abandonos eran simbólicos, ya que la pertenencia era de por vida).

Año y medio después de aquella mediación real, los vientos han cambiado de dirección, pero siguen castigando a la misma casa. Ya no se miran el género ni los abusos, sino las fuentes de un jurado que se apoyó en dudosas teorías sobre la Guerra de los Balcanes que avalaron la elección de Handke. Se le nombró «heredero de Goethe» y ha terminado siendo un tropezón más de una Academia que sigue viendo cómo sus centenarios cimientos no dejan de tambalearse. Y, entre tanto, hoy toca nueva cita con todos los protagonistas menos los medios, que no han sido invitados a la conferencia de Handke y Tokarczuk (no olviden, la gran olvidada de todo esto).

Olga Tokarczuk, la gran olvidada de la tormenta académica

No hay duda de que si existe una damnificada con el enésimo revuelo de la Academia, esa es Olga Tokarczuk (en la imagen), tan premiada como Handke, aunque parezca mentira. ¿Su pecado? No haber generado polémica ni vanagloriarse de ella, como su colega de galardón. Entre las idas y venidas del austriaco, en las que no quiso entrar, la poeta polaca también tuvo su espacio en la rueda de Prensa: «Estoy orgullosa de ser la 15ª mujer en recibir el Premio Nobel 110 años después de la primera, Selma Lagerlöf», comentó convencida de que «en el futuro habrá más premiadas femeninas». Y continuó: «Pertenezco a la generación que creció después de la transformación de 1989 y teníamos la sensación de que era el fin de la política que afectaba a la vida privada de las personas, pero parece que estábamos equivocados. Sigue igual».